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David Romero Pacheco ha publicado este relato en la sección de narrativa del núm. 33 de la revista del Club de Letras de la Universidad de Cádiz SPECULUM, que se publica en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, y dirige José Antonio Hernández Guerrero.
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“Agujeros de lana”
La luz del día se había apagado hacía unas horas. Permanezco de pie junto a la parada del ómnibus, frente a su mirada negra y a su bonito resplandor. Siento el anhelo de volver a probar la receta oculta en el ingrediente de sus labios. Impaciencia. La miro y parte de mí vuelve al taxi de la noche de fiesta en la que nos conocimos; la calidez de su mano parcialmente cubierta por un guante de agujeros de lana se posó sobre mi pierna sin esperarlo. Había pasado la noche mirándola tras la máscara de mi timidez sin que pasara nada. La piel bronceada de unos de sus dedos se deslizó sobre mi pierna arraigando mi aspiración. Meses sin nadie y todo ese miedo oscuro y de adentro oculto tras los hilos de aquella lana ausente. Y volvía a tenerla delante, tras aquella sonrisa. Nervioso no vislumbro el momento de volver a dirigirme a su boca. Me sorprendo embriagado aún del sabor de la noche anterior, en el teatro. Su lindo perfil se recortaba sobre un lienzo de olor a madera y sombras salpicadas de tímidos resplandores. El mapa de su expresión bebía de la obra que ocurría en el escenario, y yo de ella. Mariposas. Da un paso atrás y me sonríe. Se gira de nuevo en la dirección en la que debía aparecer su ómnibus. Extraño la fuerza invisible de la atracción repentina de nuestras bocas tras la obra. Miro sus labios pausados en una sonrisa neutra. De soslayo, bajo la luz de una vieja lámpara oxidada aparece un tipo gordo y de pelo largo y despeinado y algo andrajoso. Compruebo mi cartera y su bolso bajo su brazo. Ella lo mira y, sin decir nada, va hacia él y se abalanza al abrazo de sus labios mientras le sonríe de aquel modo. Miro atrás, adelante; no puedo evitar sentir hilos deshilachándose adentro mientras camino de vuelta a la oscuridad.
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