El 28 de enero fallecía el cabo del ejército Francisco Javier Soria, cuando estaba destacado en el Líbano en misión de paz de la ONU. Las hostilidades no iban con el desafortunado militar, ya que fue víctima según las informaciones de un fuego cruzado entre los israelíes y la organización Hizbulá.
Malagueño de nacimiento contaba treinta seis años de edad, la noticia ha pasado sin pena ni gloria.
Que un militar muera en acto de servicio, que un policía local de Puerto Serrano pierda un ojo consecuencia de una vil agresión de unos delincuentes o que una policía muera a tiros de un atracador, como que no es noticia. Es lo que hay, es la sociedad que nos ha tocado vivir, que cada palo aguante su vela.
Francisco Javier estaba casado y su señora el día de su muerte estaba a punto de salir de cuentas esperando la llegada de su primer bebé. Él no experimentará esa emoción única e indescriptible, la más grande de las sensaciones ser padre, no se le caerá la baba cuando escuche por primera vez la palabra “Papá”. No pasara noches en vela ni se angustiará cuando esté malito, no le ayudará en sus primeros pasos, no disfrutará de los progresos, no verá cumplida la sentencia de la canción de Serrat” Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que un día nos digan adiós”.
A la nueva criatura, le faltará una figura insustituible, porque una madre y un padre son irremplazables en la inmensa mayoría de los casos.
Crecerá sin una referencia, no tendrá ocasión para contar a los niños las hazañas de su padre, no presumirá de sus cualidades. Le faltará el héroe que todo pequeño cree tener en la figura del padre.
No le queda otra que conformarse con ver una foto en un lugar destacado de la casa, ojear álbumes o visionar algún que otro video. La condición de huérfano nadie se la quitará. Resumiendo no poseerá una vida plena a la que todo ser humano tiene derecho.
Los que como el que suscribe tuvimos con nosotros un tiempo razonable a nuestros dos progenitores y en la actualidad somos padres, podemos considerarnos muy afortunados.
Me despido con un refrán chino: En la vida hay tres desgracias, que sin padre quede un niño, que un hombre pierda a su esposa, que un viejo pierda a su hijo.
2 comentarios:
Ya nada nos sorprende Francisco, ni siquiera cuando los mozos aporrean en las calle a cualquier vecino o lo dejan liciao pa los restos. Así es la vida que nos tocó y esa gente también tiene hijos y hasta primos.
Estimado anónimo: Muchas gracias por leerme y muchas más por dar tu opinión
Publicar un comentario