miércoles, 22 de enero de 2014

"El Porro: Historia de nuestra carretera y nuestro puente del río", por Cristóbal Moreno El Pipeta

Buscando en una destartalada caja que mi padre utilizó en los viejos tiempos para transportar las herramientas de cuando él fue albañil, encuentro sin querer, un viejo porro (maza) sin mango. Este es un porro pequeño, de unos ocho centímetros de largo por unos tres de ancho, ovalado (no se si era así o desgastado de tanto golpe, creo que desde nuevo era así). A este porro (con orificio rectangular para el mango) se le ponía un cabo largo y flexible, con el objeto de que al pegar el golpe vibrara y rompiera mejor, en cascajos, la piedra; objetivo principal de este modelo de martillo o maza.
    Rápidamente se agolparon en mi cabeza miles de imágenes copiadas de la historia que mi padre me contó en su día, cuando, siendo pequeño, le pregunté por ese mismo porro.

    Dicha herramienta era la que solían utilizar los picapedreros de entonces, precisamente para eso: desmenuzar en trozos más pequeños las piedras previamente escogidas o troceadas para según que menester. En este caso, dichas piedras, fueron utilizadas para hacer la carretera, cuando allá entre los años 1.939-41, recién finalizada la Guerra Civil Española, Franco manda construirla, así como el puente del río Guadiaro, en sus planes de invadir Gibraltar.
    Para el general Franco, Gibraltar fue siempre un punto de máximo interés, al menos desde que fue designado Jefe del Estado Mayor del Ejército en 1935. Acabada la guerra civil, Gibraltar vuelve a ser un problema preferente para Franco y su estado mayor.

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Por eso, a los 4 meses de acabar la guerra civil y con un país absolutamente devastado, el Estado Mayor del Ejército elabora un plan, en el contexto de la recién creada “Comisión de Fortificación de la Frontera Sur”, para atacar la base británica de Gibraltar y
cerrar el Estrecho al tráfico marítimo, y es ahí donde acuerdan construir (entre otros objetivos) esta carretera, tanto como para la entrada de tropas españolas, como así, en caso de necesidad, tener lugares por donde poder replegarse o huir.
    Dicha historia la pude refrendar poco a poco, corregir errores, rellenar huecos y despejar incógnitas, preguntado a muchos vecinos de nuestro pueblo, desgraciadamente fallecidos la mayoría. Dos de ellos, que aún vive es José Zarza Rocha (el padre de Manolo Zarza Carrasco) y Sebastián Sánchez “El Charrito”, con quienes he mantenido varias conversaciones al respecto de la construcción de la carretera y los destacamentos de prisioneros. Otras veces echando mano a “La Historia y la Memoria”, especialmente en los datos técnicos y otros detalles.
    De los muertos y de los vivos, por mi padre, por José y por Sebastián, pude saber, que el puente del río Guadiaro lo hizo una empresa de Santander, y que el contratista se llamaba Marcelino, emparejado con una vecina del pueblo conocida como “Dolores La Traperlista”. Mi padre (que entonces contaba con 17 ó18 años) se dedicó, en principio, al acarreo de piedras desde el río y donde las había, que transportaba unos mulos de otra persona, por lo que cobraba un sueldo de entre tres o cuatro pesetas.  Después, para ganar más dinero trabajando por cuenta, se hizo picapedrero (de ahí el porro) cobrando unas cinco o seis pesetas por metro cúbico de piedras picadas.
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 Todos estos trabajos eran independientes a los que hacían los prisioneros, a quienes les tocaban todas aquellas labores más pesadas y penosas. Pero también es verdad, que pasaba bastantes horas —entre diez a doce— trabajando entre los mismos; soportando ver lo que no le quedaba más remedio y haciendo de tripas corazón, por el maltrato y calamidades que estos sufrían; teniendo en cuenta que su padre: Cristóbal Moreno Rojas “El Mozón”, supuestamente republicano y natural de Jimena de la Frontera, había sido fusilado por las tropas de Franco — el 24-02-1.937— en Castellar de la Frontera, donde accidentalmente vivía por motivos de trabajo. En su certificado de defunción expedido un año después — el 18 de mayo de 1.938— consta: “muerto en extramuros de Castellar por enfrentamiento con la fuerza pública”. Al igual le ocurrió al otro hermano Francisco Moreno Rojas “Quico”, que fue a interesarse por los motivos de su detención y como información le encerraron con él, siendo ajusticiado los dos en la misma noche. Entendiéndose fácilmente que de enfrentamiento, ¡”nada de nada”!: asesinado vilmente como tantas otras pobres criaturas, unos por política, otros por envidias, otros por quedarse con sus propiedades, otros por ajustes de cuenta y todos bajo la denominación de “rojos”, y sin juicio, la mayoría de las veces.
    ¡Que en la otra parte se asesinó también de la misma forma, pues también, no cabe la menor duda, pero los que se pusieron las botas fueron los amotinados golpistas, durante y después de la guerra! ¿Y por qué? Pues porque lo peor que hay es una guerra civil entre hermanos, por existir ahí todo ese tipo de ajustes de cuentas, envidias, etc. etc. Por una y por otra parte se entiende y, como ocurre casi siempre, en cualquier lugar, los más despiadados suelen ganar.
    Esto hacía que mi padre sufriera más por el trato que le daban a los presos, sintiendo en sus propias carnes las humillaciones que recibían y el hambre que padecían; en unos, las palizas eran frecuentes, y en otros, excepcionales; por lo que aprovechaba cualquier descuido de sus guardianes para darles un mendrugo de pan, que era un bien escaso, y que por entonces se pagaba el kilo a una, dos y hasta tres pesetas.
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“FRANCO 1.939 – OBJETIVO: INVADIR GIBRALTAR”
Como ya hemos dicho, el objetivo principal de Franco era invadir Gibraltar, pero ante los alemanes hacía ver que los objetivos eran otros en beneficio de las estrategias de Hitler y, ante los ingleses y la opinión internacional, de que las obras de fortificación del estrecho se realizaban con carácter defensivo, aunque la realidad, como claramente se expone en uno de los informes secretos de agosto de 1939, era: “intentar mantener la ficción de que nuestras obras de fortificación son defensivas no siendo esto exacto más que para la fortificación, pues el plan de empleo de la artillería es netamente ofensivo y de anulación de la plaza inglesa”, o, por otra parte, cuando alude a una conversación donde el gobernador general de Gibraltar decía al cónsul general español: “que esperaba que todo cuanto hiciéramos fuera defensivo” y se le contestó “que así era”, siendo, según el citado informe, solo exacto en las fortificaciones del istmo.

“COMISIÓN DE FORTIFICACIÓN DE LA FRONTERA SUR”
     En esta fecha Franco manda realizar en secreto un minucioso estudio fotogramétrico de Gibraltar, realizado por el teniente Coronel de Estado Mayor Joaquín Isasi Isasmendi — Servicio Fotogramétrico del Ejército, septiembre de 1939—.
    Los objetivos de la Comisión eran los siguientes:
    1. Defender el territorio español ante un supuesto ataque y desembarco británico creando una zona de seguridad en torno a Gibraltar.
    2. Artillar el estrecho para así permitir un ataque sobre Gibraltar e invadirla en el momento oportuno.
    3. Conseguir el cierre del estrecho si el ataque se producía, cerrándolo a la navegación enemiga mediante la artillería y zonas minadas.
    De este modo y con asesoramiento técnico alemán se construyen una serie de obras de fortificaciones: baterías de costa, caminos militares, senderos, puestos de vigilancia, obras de defensa, aeródromos, hospitales, pantallas de roca artificial, observatorios, e incluso carreteras.

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BATALLONES DE TRABAJADORES Y BATALLONES DISCIPLINARIOS DE SOLDADOS TRABAJADORES —LOS PRISIONEROS—
    Para que las obras fueran realizadas con la mayor rapidez dada la premura de tiempo, el gobierno dictatorial utilizó mano de obra que podíamos denominar “esclava”. Esta mano de obra provenía de los Batallones de Trabajadores y posteriormente de los Batallones Disciplinarios de Trabajadores.
    Durante los años 1939-40 a 1943 en la zona del Campo de Gibraltar trabajaron haciendo los trabajos más duros; construcción de pistas, descarga y acarreo de materiales, etc., aproximadamente unos 15.000 prisioneros republicanos (provenientes del ejército republicano vencido). Estos presos estaban organizados en batallones de aproximadamente unos 700 a 1.000 presos cada uno.
    Los batallones de Trabajadores solían dividirse en compañías y destacamentos que se enviaban a destinos próximos entre sí. Este hecho dificulta conocer la situación exacta de los diversos batallones ya que cada compañía podía situar su campamento en lugares distintos según las necesidades de mano de obra, algunas compañías podían convivir con otros batallones y a su vez existían destacamentos en multitud de lugares.

Dentro del grupo de batallones disciplinarios debemos diferenciar:
    a).- Batallones de trabajadores, organizados desde 1937 con prisioneros de guerra a partir de los campos de concentración y vigentes hasta 1940 (cuando sufre una importante reordenación provocada por una nueva orden sobre el servicio militar (20-12-1939).
    b).- Batallones disciplinarios de Soldados Trabajadores, creados en 1940 como servicio militar especial para los declarados desafectos al régimen (comprendidos entre las quintas de 1936 a 1941) —son los mozos comprendidos entre estas quintas que no habían hecho el servicio militar con el ejército franquista y deben realizarlo ahora—. Esta medida también afectará a quienes forman parte de los batallones de trabajadores, para lo cual se ponen en marcha nuevas órdenes de clasificación basadas claramente en criterios políticos.
    Más de 40.000 jóvenes, la mayor parte integrante de los Batallones de trabajo son clasificados con la letra “D” (desafectos) y son enviados directamente a los campos de concentración, donde en el verano de 1940 se forman los nuevos Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores.
     En el fondo, las diversas denominaciones (destacamentos, colonias, batallones) no fueron más que eufemismos que el régimen utilizó para designar de manera suave lo que en realidad no eran sino Campos de Concentración, campos de trabajo forzado. En esencia no había ninguna diferencia entre unos y otros.

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BATALLONES DE PERSONAL NO ANDALUCES EN EL CAMPO DE GIBRALTAR
    En el Batallón Disciplinario de Jimena encontramos un buen número de catalanes, al igual que en el Batallón Disciplinario de Punta Paloma (nº 1), en estos batallones estaba obviamente prohibido hablar en catalán. Estos eran castigados severamente si algún soldado de los de la guardia, confidente, o mando los escuchaba hablándolo:
    - En Guadalmesí encontramos una buena cantidad de gallegos.
    - En la Almoraima, encontramos una mayoría de asturianos.
    Se aprecia claramente, que la dispersión era un claro objetivo, encontrándose la mayoría de los presos de origen gaditano formando parte de los batallones disciplinarios de
Navarra y el País Vasco.
    En todos ellos existían las precariedades y castigos anteriormente reseñado, además del hacinamiento, ausencia de higiene, enfermedades, malos tratos y arbitrariedad.
    Estos batallones, independientemente del jefe, que solía ser un Comandante, sus oficiales y Suboficiales, eran destinados a los mismos como castigo disciplinario militar; motivo por los que eran mucho más vengativos y se extralimitaban más. Solo ver que el jefe podía permitir o no que se robase, que se hiciera estraperlo con el presupuesto y con la comida de los presos; podía imponer un régimen severo y vengativo, u otro que beneficiase a los presos. Esto motivó que en unos sitios se comiera menos mal y en otros se morían de hambre.
    El hacinamiento era extremo. La falta de higiene era total: solamente unos retretes precarios, incapaces de sumir los detritus de aquella masa humana; a veces, simples baldes que se retiraban una vez al día. Plagas de chinches y piojos. El agua escaseaba o llegaba a faltar totalmente. Su potabilidad era siempre más que dudosa. El hambre debilita las defensas del organismo humano. La ausencia de higiene provoca brotes epidémicos y el hacinamiento favorece el contagio. El hambre provocó que un día de 1941, murieran 41 presos por ingerir un tubérculo venenoso del batallón disciplinario de Punta Paloma.     Testimonios orales comentan que no quedaron lagartos, ni hierbas, ni raíces en toda la zona de alrededor del batallón, las tagarninas las veían como una de las más exquisitas verduras —Si en los años del hambre (1.940 el que más) no exterminaron las tagarninas y los espárragos, jamás, con el hecho de cogerlas, se acabarán—.     Se dispone que en cada batallón de trabajadores exista un servicio de confidencia e información que funcionaba bajo el esquema de veinte prisioneros confidentes por batallón con el objetivo de conocer, por un lado, el estado interno de los concentrados y por otro,  la
existencia de individuos clasificados indebidamente.
    Los batallones de Trabajadores solían dividirse en compañías y destacamentos que se enviaban a destinos próximos entre sí. Este hecho dificulta conocer la situación exacta de los diversos batallones ya que cada compañía podía situar su campamento en lugares distintos según las necesidades de mano de obra, algunas compañías podían convivir con otros batallones y a su vez existían destacamentos en multitud de lugares.


   
    PRISIONEROS EN EL DISTRITO DE SAN PABLO DE BUCEITE
    Los guardias y presos destacados en terrenos del término municipal de Jimena de la Frontera, pertenecían al Batallón número 17, y lo componían el siguiente personal: 12 Jefes y Oficiales; 12 Suboficiales y asimilados; 1.248 presos. En total 1.272 personas entre guardias y presos.
    Cada compañía tenía una media de 200 soldados trabajadores y cada destacamento podía tener entre 20 y 60 ó 70.
    De estos, existía una compañía en el Llano de los Algarrobos (campo de golf, donde actualmente se hace el tiro al plato) y de esta compañía, o bien de otras del resto del término municipal, se desprendían destacamentos que se ubicaban y vivían en distintos edificios de San Pablo durante cierto tiempo.
    Se conocen los siguientes:
    - En el Muelle (final de la calle Real, por donde viven los Elías. El Muelle era un lugar hecho por la casa March, para poder cargar los frutos procedentes de las huertas de sus dominios).
    - En la casa del fallecido practicante D. Antonio Ojeda.
    -  Casa de los Salinas (que con posterioridad llegó a ser de la familia “Tejones” y hoy de Pepi “La Benonaja”).
    - También la siguiente casa a la anterior, que ahora es de Clec, la extranjera.
    - Igualmente y coincidiendo en tiempo — entre 1.939 y 1.944— en la iglesia de Santa Leocadia —que desde su incendio y el de sus imágenes ya no se utilizaba para este fin religioso —llegó a servir de hospedaje a Jefes y Oficiales de dichos prisioneros (después pasaron a lo del practicante) y esta iglesia, aprovisionada para el caso, acogió a un destacamento de la Guardia Civil y de soldados que luchaban contra los “Maquis”  y otros huidos a la sierra — Los escapados a la sierra normalmente se afiliaban a las filas de los Maquis. Entre los huidos se encontraban: afectos para el derrocamiento del estado ilegalmente constituido, prófugos del servicio militar, quienes no quisieron hacer la guerra, prisioneros huidos e incluso extranjeros y aquellos que temían por su vida por algún otro concepto, normalmente el político—.



 UNIFORMIDAD DE LOS PRISIONEROS Y OTROS DETALLES
    En los primeros momentos no utilizaban uniforme, hasta que se recibieron  del ejército consistiendo en un gorro cilíndrico blanco, camisa blanca de tela fuerte con la letra “P” y el número del prisionero grabado en el pecho en tinta indeleble, pantalón caqui, y alpargatas.
    Esta acumulación de prisioneros desde el comienzo de la guerra, fue usada por el régimen franquista al darse cuenta de que tan útil era un soldado luchando en el frente como otro prisionero en la retaguardia, e ideó diversos sistemas y aprobó varios decretos para utilizar esta inmensa fuerza de trabajo, que sin apenas costes se pudiera rentabilizar y sacarle su “jugo”.
    Este entramado se estableció también con la intención de castigar y eliminar a los enemigos, es decir, a los que ellos llamaban “rojos”; utilizarlos como mano de obra esclava, trabajando en unas condiciones insalubres e inhumanas, prácticamente por la comida y militarizados. Todas las mañanas tenían toque de diana, formación en el patio, brazo en alto, saludando a las banderas e himnos de los vencedores, misas, charlas patrióticas, además de los agotadores trabajos de sol a sol (El Cara al Sol era uno de los himnos más cantados en todos los dominios del vencedor, y se comenzó a cantar en las escuelas desde los primeros momentos de la “Victoria Nacional”.
    Contaba mi padre que vio mucho maltrato, pero lo que más le llamaba la atención y pena le daba, era el castigo de colgarle al preso castigado un saco de tierra o arena de 25 Kg. a la espalda, siendo sus tirantes alambre que se le clavaban en las carnes y sangraban como un cristo.
    También me contaba que era muy fácil identificar a los prisioneros, pues todos, todos, además de llevar el uniforme, estaban pelados al rape con el objeto de diferenciarlos de los demás, así como por los piojos, chinches y ladillas que tenían hasta los que no eran prisioneros.
    Finalmente, con respecto a la carretera, de poco sirvió para los fines con los que se hicieron, pero gracias a ellos desde entonces la tenemos y unió gran parte del Campo de Gibraltar con la Serranía. En cuanto al recto del “Plan defensivo del Campo de Gibraltar”, como otras muchas cosas, quedó (ejem. Fortificaciones), sin usar, y en desuso, como vestigio de la historia de España. Y, Gibraltar…, al otro lado de la Verja, comiéndose el terreno del istmo y del mar.





    PASOS DEL RÍO HASTA LA CONSTRUCCIÓN DEL PUENTE:
    Hasta la construcción de este puente, y con respecto a la zona de Buceite, los pasos habituales en las grandes crecidas, solían ser los puentes colgantes para personas (en pocos casos también para equinos) y las famosas “barcas”.
    Esto no quiere decir que los puentes colgantes y las barcas no se utilizaran en verano, que sí, pues, hay que tener en cuenta que todavía en aquellos tiempos llovía lo suficiente como para que el río llevase un caudal más grande que el de ahora, y por ello, con algunas bestias si pasaban andando o nadando, pero a pie había que hacerlo por los vados del río con fondo firme, llano y poco profundo, por donde se pudiera pasar andando, y estos eran escasos.
    Todo el mundo de aquí conocemos donde estaban ubicados los pasos de barca: por los dos lugares llamados: “La Barca”, la de “Miguel el de La Barca” — por encima del puente del río—y “La Barca Moreno” — por encima del puente actual de La Barca Moreno—; pero pocos somos los que sabemos donde, en aquellos tiempos,  habían puentes colgantes.
    Según me cuentas estos mayores citados al principio, cuando los ingenieros llegaron a la zona donde pensaban construir un sólido puente (por los alrededores del actual) se fijaron en uno colgante que existía algo más abajo, hacia donde está la casilla de la luz — por encima del Cortijillo —e inmediatamente se dieron cuenta que las orillas y resto de terreno donde se sustentaban ambos extremos no eran idóneos, por lo que gustó algo más arriba en donde se podía obtener una rectitud que abajo no era tan extensa. En aquellos momentos, la parte del puente colgante que allí había, en el otro margen del río (si miramos desde el parque infantil) estaba en tan mal estado que era hasta peligroso pasarlo andando. Quedando por tanto acordado comenzar sus trabajos técnicos, y posterior construcción del puente, donde ahora aún lo tenemos.
    Y digo aún, motivado a que si nos fijamos bien desde ambos lados o por debajo de dicho puente, éste presenta ya signos de vejez y las arrugas propias del tiempo, que en el caso de las construcciones se convierten en fisuras y rajas, con las que, en un tiempo no muy lejano, por el vibrar del paso de vehículos, especialmente los pesados, y la fuerza que ejerce el agua en las grandes crecidas, llegarán a ir desprendiéndose algunas piedras. No así las bases, que aún dan señales de fortaleza y vigor.
    Demos gracias de tener este puente, a los trabajos, al esfuerzo, sudor y sangre, con el que, los prisioneros, amasaban la argamasa de arena y cemento. Y démosle también —si es que se puede permitir— al menos un consentimiento mínimo a esta práctica “del trabajo forzado” que permitía seguir con vida, aunque vapuleada y denigrada, al prisionero; no así la de tantos otros compatriotas, de uno y otro lado —de unos más y de otros menos—, hay que decirlo, que incluso sin juicios o, si los hubo, eran indignos de cualquier poder judicial que velara, primordialmente, por el bien y honor del sujeto, fueron muertos a tiro de pelotón, en las paredes de cualquier cementerio o muro ruin y enterrados en fosas comunes. 
    Sin querer por esto hacer mención a cualquier parte de aquella contienda, como intento aclarar a lo largo de este artículo, pues de ello se encargará la historia, si quiero resaltar hasta donde puede llegar en los pueblos las rivalidades políticas, que con contiendas interiores intentan solucionar los problemas, hasta llegar, con el poder de los instintos más bajos del hombre a lo que llegó nuestra Patria: al odio elevado a su máxima expresión, la venganza y la muerte del vecino-contrincante-contrario, que tiene otra forma de ver, pensar y actuar para arreglar y dar solución a los problemas individuales, de una vecindad, de un pueblo, o de un país.  ¡Y así nos fue!.
Fuentes consultadas: Vecinos, Archivo General Militar de Ávila. Caja 25720 e Historia y Memoria –Editorial: Universidad de Almería.

Cristóbal Moreno Romero
diciembre de 2013





                                                                   

1 comentario:

Anónimo dijo...

.
Del porro, del pico y la pala
a todos los de mi quinta
que nos mandaron al África
nos hicieron especialista,
y como decía un gallego
-A muchos, hasta ingenieros.
En el África Occidental Española
donde sobraba la arena,
el calor durante el día
y el frío todas las noches,
muchísimas cosas faltaban,
lo que más eché yo en falta
fue una delegación de Obras Públicas,
y empresas que le trabajaban.
Allí las calles y carreteras
que se le llamaban pistas,
Todas a mano se hacían,
esas manos que sostenían,
al porro, al pico y la pala.
En pasada la instrucción
que algo dura en verdad era,
y mucho más por el calor
también por aquella solanera
que derretía hasta las piedras.
Nos llevaron a la frontera
para construir un puente
y… kilómetros de pistas (carretera)
en el tajo nos formaron
para repartir las herramientas:
Picos, palas porros y espuertas,
a mí, un porro me dieron,
lo mismo que a un compañero
que acababa de terminar
los estudios de ingeniero.
Cuando le dieron el porro,
que lo agarró por el hierro,
con un semblante muy serio
empezó a escudriñarlo,
palpando con todos los dedos
como buscándole algo.
Llevaba así ya un buen rato
cuando el sargento le dijo:
-¿Qué haces tú, cara de pijo?
A golpes, partiendo piedras
antes de que te licencies
debes gastar tres o, cuatro.
Y el maño le contestó:
Por más que yo miro esto
yo no le encuentro ni cable,
ni enchufe, ni la caja de las pilas,
tampoco esto tiene cuerdas,
cójalo Vd. y, lo comprueba.
Y… la carcajada estalló,
el sargento, de espalda se volvió
tratando, de disimular la risa.
¿Tú te la das de gracioso?
Pero, te digo chaval
que esta vez has tenido gracia.
Vamos, venga a trabajar
hasta la hora del rancho.
El porro, no lo gastamos,
pero tuve muchos años
las manos llenas de callos.
El porro, yo lo aseguro
que no es un martillo automático.
.
15.04.16
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Antonio. –El niño del Corchado-