El Papa Francisco en Lampedusa. |
La salida a un espacio alejado del Vaticano, el báculo de
madera de cayuco, la patera de altar, el cáliz de madera o el ambón construido
con restos de barcas y de un viejo timón, constituyen la traducción actualizada
de unas palabras “comprometedoras” del Evangelio que, quizás por haber sido
tantas veces repetidas, nos suenan como melodías celestiales entonadas por
voces angelicales. ¿Recuerdan, por ejemplo, aquellos pasajes tan sabidos de “el
Buen Pastor” que abandona las noventa y nueve ovejas para ir en busca de la
oveja perdida? Ese llanto por los que nadie llora, la corona por los muertos en
todos los estrechos, en todas las fronteras y en todos los muros, nos
interpelan a todos sobre nuestras jerarquías de preocupaciones y de
ocupaciones, sobre nuestra manera de distribuir nuestros tiempos, de convivir
en nuestros espacios y de compartir nuestros bienes: sobre el orden de
prioridades que establecemos a la hora de gestionar nuestras “agendas” y de administrar
nuestras “haciendas”.
El Presidente de la Comisión Episcopal
de Migraciones, monseñor Ciriaco Benavente, escribía recientemente:
"Las dificultades de los inmigrantes ofrecen a la Iglesia la oportunidad y
reclaman de ella la obligación de ejercer de Buen Samaritano que cure sus
heridas, les ayude a levantarse y a recobrar la conciencia de su dignidad,
camine con ellos, les proporcione hogar, promueva una cultura hospitalaria que
favorezca por parte de todos la ayuda que se les suministre en la acogida y les
preste algo de la propia vida y riqueza".
En este mismo sentido se inscribe la reflexión que varios
grupos de creyentes gaditanos trasladaron, “con todo respeto”, al Obispo de
Cádiz y Ceuta, sobre la actitud que la Iglesia debería adoptar ante las personas
marginadas, excluidas, enfermas o abandonadas. En sus análisis, los miembros de
la HOAC, de
Justicia y Paz, de Comunidades Cristianas Populares, de Comunidades Laicas
Marianistas, de Equipos Parroquiales de Pastoral Obrera de la Iglesia San Lorenzo-Pastora
y otros muchos a título individual y colectivo, como el Comité Óscar Romero de
Cádiz, se apoyan en textos del Evangelio, de los Hechos de los Apóstoles, de
las Cartas de San Pablo, de los Santos Padres, del Concilio Vaticano II, de la Encíclica “Caritas in
Veritate” y de la
Doctrina Social de la Iglesia.
Como conclusión piden que el Obispo denuncie con valentía y
con claridad las causas que provocan la exclusión social en muchas personas,
que exija a las autoridades locales, provinciales o estatales la apertura
inmediata de los numerosos locales vacíos que existen en Cádiz, que la Conferencia Episcopal
pida que se cambie la ley hipotecaria del año 1909 y que apoye la ILP que ha recogido más de
1.400.000 firmas exigiendo la dación en pago para la cancelación de la deuda y
convertir la vivienda entregada en una vivienda en alquiler social, cuyo pago
no exceda del 30% de los ingresos de quien la ocupa. Solicitan que -además de
la importante labor de Caritas- el Obispo adopte unas decisiones prácticas que
sirvan para acoger a los “que están tirados en la calle, sin techo ni hogar”, y
que ofrezca generosamente los locales actualmente sin uso como, por ejemplo,
una parte del Seminario Diocesano. Los firmantes confiesan que se sienten
reconfortados con los gestos de humildad del Papa Francisco quien, deseando una
Iglesia pobre y para los pobres, “nos estimula para que los creyentes acojamos
con afecto y con ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, a
los más débiles y a los más pequeños. En resumen, los firmantes “ruegan” al
Obispo que, siguiendo el ejemplo de Francisco, ejerza su liderazgo para superar
esta crisis de valores y siga las pautas que están claramente trazadas en el
Evangelio.
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***Enviado por José Antonio Hernández Guerrero,
catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y
Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y
articulista.
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Foto de www.abc.es -
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