miércoles, 28 de noviembre de 2012

"Internistas/intelectuales", por José Antonio Hernández Guerrero

Estoy convencido de que la sociedad de nuestro Viejo Continente necesita de mayor número de médicos internistas: de intelectuales que, desde una visión humana, sensata e integradora, proporcionen una atención cabal a los delicados problemas de salud que padece nuestra sociedad.
Se precisan especialistas que, dotados de una notable capacidad de adaptación a los vertiginosos cambios de nuestro entorno, se ocupen de prevenir, de diagnosticar, de indicar terapias y de efectuar un seguimiento minucioso de los procesos de las enfermedades contagiosas, de la rehabilitación de órganos atrofiados y la paliación de las plurisintomáticas dolencias de una sociedad que es extremadamentefrágil, añosa y pluripatológica.
Nuestro mundo exige la atención de unos intelectuales que, provistos de una profunda formación humana y de una dilatada experiencia,sepan interpretar unos síntomas tan graves como, por ejemplo, las adicciones, la violencia, la corrupción, la irresponsabilidad social y la desunión. Es cierto que las insatisfacciones y el malestar que aquejan a una considerable parte de la población son palpables, pero las raíces profundas de este descontento no son simples ni fáciles de detectar aplicando sólo el fonendoscopio de la intuición ni analizando las estadísticas que, elaboradas con sondeos demoscópicos, nos proporcionan  los medios de comunicación.
Erich From (1900-1980) -que aplicaba la teoría psicoanalítica a los problemas sociales y culturales-, en su libro Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, publicado hace más de medio siglo, define así los síntomas de una sociedad enferma: “Una sociedad insana es aquella que crea hostilidad mutua, la que alimenta los recelos, la que convierte al hombre en un instrumento de uso y de explotación para otros, la que lo priva de un sentimiento de sí mismo, la que lo somete a otros o la que lo convierte en un autómata”. Según este pensador alemán, el progreso de nuestra sociedad sólo será efectivo cuando se eleve el nivel de calidad moral de todas las relaciones humanas. Si el progreso se limita a una sola esfera de la vida ciudadana, bien sea la política, la económica o la cultural, el resultado será “la destrucción del progreso en todas ellas”.
Todos sabemos que, actualmente, en nuestra sociedad Occidental, el progreso y el retroceso económicos están desequilibrando sensiblemente la balanza y están destruyendo una amplia serie de principios políticos, de valores culturales y de normas éticas que configuran la vida humana individual, familiar y social. La competitividad a ultranza hace que miremos al compañero como un enemigo al que hemos de destruir antes de que él nos elimine a nosotros. El empleo precario, las jubilaciones anticipadas, las jornadas prolongadas, el pago de las hipotecas y el gasto en necesidades artificiales nos roban la libertad, nos arrebatan la autonomía, nos convierten en esclavos de la voluntad de otros y nos hacen incapaces de levantar la cabeza con dignidad.
Si requerimos la actuación urgente de los “internistas/intelectuales”, es porque ellos son expertos en la atención de enfermos cuyo diagnóstico clínico no es evidente. Los males que padece nuestra sociedad son complejos y exigen un estudio minucioso y en profundad. Creemos que, en la actualidad, se echa de menos la palabra valiente y comprometida de los intelectuales que, con demasiada frecuencia, sólo dejan oír sus análisis en los estrechos límites de las aulas. Las palabras de Martín Lutero King, enérgicas y audaces, deberían seguir resonando en las conciencias de los universitarios: "Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerán lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas".
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 *** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista

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