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MORIR EN MALLORCA
En verdad, el hotel Miramar no era un hotel sino más bien un complejo turístico construido a finales del siglo pasado sobre un promontorio repoblado luego de olivos, algarrobos, alguna encina y matorral mediterráneo donde, en las noches de verano, cientos de grillos y chicharras estridulan en feroz competencia.
Desde las terrazas de aquellos bungalós las vistas sobre la ciudad de Palma eran espectaculares: A la izquierda la catedral basílica de Santa María, a la derecha la avenida Gabriel Roca y sobre un terreno ganado al mar el Real Club Náutico, donde en verano se dan cita lo más granado de la aristocracia, el poder, y la riqueza de este país llamado España.
Los primeros rayos de la mañana se colaban por las ventanas del apartamento número 34 iluminando el rostro de la mujer, marcando sus pómulos, resaltando el dibujo de las cejas, y perfilando el ángulo perfecto de su nariz.
¿Y cómo fue venir a este sitio?
Preguntó el cabo Valentín Arbeloa sin atreverse a mirarla de frente.
Sobre la cama, bocabajo, el cadáver desnudo de un hombre de unos sesenta años, pelo blanquecino que raleaba por la coronilla, espalda asimétrica, culo blanco y flácido, y transmitiendo la sensación de haber muerto a gusto. O eso le pareció a Valentín. El resto de la habitación presentaba un aspecto limpio y ordenado, señal de que no hubo forcejeo ni violencia.
No lo sé.
Respondió la mujer sin moverse de la silla.
Lo conocí en el pub “Can Bossa”. Me dijo que trabajaba en el consulado alemán, manejaba billetes y me invitó a pasar aquí la noche a cambio de quinientos euros. ¿Ha sido un infarto verdad?
Posiblemente, pero no soy médico. Alegó el guardia civil.
Después del acto sexual -continuó ella- se quedó blanco como la pared y grité ¡venga, vámonos! Le toqué y estaba frío como un muerto. Perdón, quiero decir que estaba muy frío. Hacía sólo un par de horas tan exultante, habla que te habla, whisky, coca, una pastillita de esas y mire usted ahora. Cuando se lo cuente a las chicas no se lo van a creer.
Arbeloa pensó que aquella mujer no debería mover la pierna de esa manera con el zapato balanceándose sobre la punta de los dedos, la falda muy corta, la camiseta sin mangas… Ni demostrar esa despreocupación tan evidente.
Necesito…. volver a Calviá. No puedo estar aquí por más tiempo, mi familia me echará de menos. Este tipo me ha jodido la vida.
¿Por qué dice eso?
¿A usted qué le parece? Ni siquiera me pagó. Al principio parecía de esos… Usted ya me entiende, con dinero y ganas de juerga. Me dijo que iba a ser cuestión de un par de horas y después él mismo me acercaría al pueblo.
Valentín aguardó a conciencia incitándola a continuar hablando.
¿Cuándo podré largarme de aquí? Ni siquiera sé cómo se llama este sitio.
Tiene que venir el capitán. Ya le he avisado.
¿Qué capitán?
El capitán de guardia de la Comandancia. Ya debe estar de camino y quizás recoja al juez, al forense y los de Criminalística. Ya sabe.
La mujer se le quedó mirando.
¡Mierda!
Lo siento. Si quiere algo, un café, un bocadillo, puedo pedirlo a recepción. El restaurante ya estará abierto.
Quiero irme a mi casa. Eso es lo que quiero.
¿Cómo se le había ocurrido invitarla a un café? Las órdenes son muy estrictas al respecto: nada de empatizar con sospechosos o individuos de mala calaña. Pero no era el caso. ¿Y si la acompañaba al bar? Para ser honesto debería avisarle que realmente no sabía la hora de llegada del capitán. Fue precavido y conminó al guardia de puertas a anotar en la hoja de incidencias la hora de la llamada; luego contactó con Remedios, la oficial del juzgado y le repitió el nombre del hotel. O aparta-hotel, o lo que fuese aquello. Pensó en volver a llamar al puesto.
¿Hay teléfono en el apartamento?
Y yo qué sé. Acabamos de llegar. Sobre las tres de la madrugada. Fui directa al cuarto de baño para después lavada y desnuda meterme en la cama a la espera de que tomara la última copa. No he curioseado por ningún rincón de esta casa.
La mujer calló y Arbeloa observó cómo se mordía el labio inferior con aquellos dientes blancos, parejos y proporcionados, sin dejar de mirarle.
Cap Andreu, se llama. Respondió el guardia sin saber muy bien si ella esperaba respuesta o no. Hace unos años todo esto era un arrabal donde los payeses cuidaban sus almendros, cultivaban la huerta, criaban gallinas y conejos, mataban un cerdo por San Martín y vivían tranquilos, pero el boom del turismo lo ha transformado todo. Supongo que para bien.
La mujer, negó con la cabeza. Pensativa. Seguía balanceando la pierna cruzada sobre la otra rodilla, la falda subida hasta casi las ingles y la mirada cada vez más intensa.
No parecía de esas que esperan clientes en la barra de los chiringuitos de playa o en clubes de carretera, pero quién sabe, hay muchos tipos de mujer, pensó
¿Me decía? Lo siento, estoy muy nerviosa. Sé que usted no tiene la culpa pero ha sido un palo, estoy un poco, bueno… No debí decirle eso -sonrió- ¿me disculpa?
No se preocupe.
¿Es usted de aquí? Me refiero de la isla. No debe haber muchos guardias civiles mallorquines. Yo no conozco a ninguno, casi todos son andaluces o extremeños.
Soy de un pueblo de Cádiz lindando ya con la provincia de Málaga, aunque llevo aquí varios años. Desde mi ascenso a cabo, pero estoy a la espera del traslado a la comandancia de Algeciras.
Ya… y ¿lo de meterse a guardia civil?
Valentín se encogió de hombros.
Cosas del azar. Empecé Sicología en Granada pero no era buen estudiante. Mis padres me pagaron el primer curso, pero no supe aprovecharlo y me tocó volver. No me gusta el campo, coger naranjas, ser camarero o trabajar de albañil, así que gracias a las clases particulares de Cristóbal, un guardia ya retirado, aprobé el examen. Seis meses en la academia de Úbeda, un primer destino en Boadilla del Monte y ahora aquí. Mañana Dios dirá.
¡Vaya! Nos parecemos un poco. Yo nací en un pueblo de Burgos y estuve unos años en Madrid trabajando en el Corte Inglés. Era guapa, esbelta, atrevida y sexy. Alguien, que ya no recuerdo, me invitó a unas vacaciones en Ibiza y terminé aquí donde me busco la vida como puedo: Modelo, guía turística, camarera, reparto invitaciones a discotecas... Una no elige lo que es, quero decir que no elige su destino. Está escrito.
Ah pues por su forma de hablar no parece de pueblo.
¿Eso cree? ¿Es un piropo?
¿Por qué aquella mujer lo miraba tan fijamente? Notó en ella una especie de alerta, de tensión, de recelo.
Bueno, es una manera de….
¿Sólo se ha fijado en eso? ¿En la manera de expresarme? Los hombres suelen fijarse en otras cosas.
No pudo evitar una subida de sonrojo que le avergonzó. Estaba seguro que ella lo había notado. No debía mirarla a los ojos, a la boca, al generoso escote que revelaba de forma fehaciente que no usaba sujetador. Esa desenvoltura lo ponía nervioso. Carraspeó con fuerza.
Escuche señorita.
Discúlpeme por favor, se lo ruego, estoy muy nerviosa, no sé lo que digo, ¿me perdona?
A Valentín, su instinto y su olfato le advertía: Nada de inquietud, nada de zozobra en aquella mujer. Un aplomo y una seguridad hábilmente disimulada que asustaba.
¿Por eso quiso huir dejando al muerto a solas?
Me equivoqué, no sabía lo que hacía, ni cómo salir del atolladero. Nunca había vivido una situación como está. Usted me comprenderá.
Todo eso se lo dirá al capitán y al juez, pero debo reconocer que me llamó la atención su comportamiento. Desde el coche patrulla observé sus idas y venidas, mirando de soslayo a un lado y otro, deprisa, y lo más sorprendente: esa bolsa de deportes pesada y oscura que recogió del vehículo para volver al bungaló. Si el tipo ya estaba muerto ¿para qué la quería?
Estaba muy nerviosa ¿comprende? Aquí llevo otra ropa más decente y algunos juguetes del trabajo. Usted no sabe la imaginación que tienen algunos en la cama. Les gusta probar cosas que con sus esposas no se atreven.
La mujer se puso de pie. Era hermosa, no de una belleza explosiva sino delicada, dulce y sensual. Tenía algo especial. Una fragilidad dentro de una enorme fuerza. Se acercó a él y le obligó a que la mirara de cerca. A que percibiera su olor.
Valentín ¿verdad? Se llama Valentín.
Sí, señorita. Pero tendrá que esperar a que el capitán le tome declaración, después supongo que se podrá marchar.
Valentín ¿si no me hubiese visto? Si usted no hubiese estado aparcado en las inmediaciones y no hubiese visto mi trasiego. Su demarcación será muy extensa y a estas horas podría estar en cualquier otro sitio haciendo lo mismo: vigilar. Nadie le ha visto, ni a mí. Nadie conoce a nadie.
¿Qué quiere decir señorita?
¿Vigilaba este hotel?
¿Vigilar? No, qué va. A veces las rondas se hacen tediosas y rutinarias y paramos en el lugar más insospechado, Me gusta hacerlo cerca de urbanizaciones, hoteles, campings…. más que nada por examinar a los que entran y salen. Juego a intuir de dónde son, qué profesión tienen, a qué vienen, si son buenas o malas personas. Ya le dije que me hubiese gustado ser sicólogo. El final siempre es el mismo: cumplimentar la papeleta de servicio con el típico “sin novedad” firmado el cabo primero Valentín Arbeloa Gutiérrez.
¿Y me vio a mí?
Sí, ya se lo he dicho. La vi salir y entrar cargada con la bolsa que no encajaba nada. Su cautela y ese halo de clandestinidad me hizo sospechar que algo extraño ocurría.
Entonces ella bajó la voz, apenas un susurro, muy cerca de él.
Déjeme ir Valentín. Nadie se dará cuenta, Me asusté, por eso quise marcharme sin decir nada. Yo no he hecho nada y usted lo sabe.
Lo que sí sabía Valentín era lo que iba a ocurrir. Lo supo porque su corazón comenzó a latir de una forma distinta ante el tacto caliente de aquellas manos sobre sus hombros. Torció la cabeza, cerró los ojos y recordó los cinco años de aburrimiento en aquella isla, los paseos sin llegar a ningún sitio, las partidas de dominó en el bar, la falta de estímulos, las dificultades para acceder a la escala de suboficiales.
La mujer se apretó contra él. Un roce de cuerpos salvado por un uniforme verde y una blusa fucsia. Y aquella voz implorando: ¡déjame ir! y su olor intenso, casi palpable. Cogió las manos de Valentín y las colocó sobre sus caderas. Manos que ya por si solas recorrieron la orografía de aquel cuerpo, bajando por la espalda que se estrechaba hasta abrirse en dos nalgas esféricas que se movían contrayéndose y abriéndose como la boca de un pez. Ella le abrazó y le besó en la boca.
¡Eh espere un momento! Balbuceó él.
¿Pero qué pasa?
Espera, repitió. Me has dicho que a este fiambre lo conociste en el pub Can Bossa, pero lleva cerrado dos semanas. Conozco a su dueño Antoni Parets. Se fue a Turquía a ponerse pelo.
Aguardó su respuesta. En silencio. Con los ojos fijos en ella esperando que no fuera verdad el pensamiento que tomaba forma en su subconsciente. Y recordó el fax recibido hacia unos días anunciando la visita de Su Majestad el Rey para hacer entrega en el Club Náutico de los premios de la regata “Vuelta al Mundo”. Anunciaba con la calificación de “ALERTA MÁXIMA” la posibilidad de que un francotirador intentase el magnicidio. Lo tenía fácil dada la insistencia del monarca por desarrollar la jornada al aire libre, en la explanada, con acceso público.
Te mentí, escuchó por fin. Este tío me cogió haciendo autostop. Pero eso no cambia nada las cosas.
No.
No ¿qué?
Que tú no eres una prostituta de carretera.
Valentín no detectó el leve ruido de la cremallera cuando ella abrió la bolsa, ni cuando sacó la pistola de su interior y, peor aún, no constató su estupidez hasta notar en la nuca el gélido cañón 9 mm Parabellum semi-automática con silenciador. Somos lo que son nuestros recuerdos, y todos, los buenos y los malos, pasaron en una fracción de segundo por la mente de Valentín a modo de evocación o despedida.
Te di una oportunidad, imbécil.
“Nunca escucharás el disparo que te mate” dicen los que saben. Y así fue. El cuerpo cayó al suelo desmadejado como una marioneta cuando le cortan los hilos, un surco de sangre comenzó a salir del oído, una mueca de sorpresa en el rostro ya sin vida.
Lívido y desamparado, los ojos fuera de las órbitas, la boca seca, Valentín Arbeloa acertó a sentarse a los pies de la cama. Pasó un siglo. Entonces, levantó la vista y vio al capitán con el subfusil apoyado aún en el marco de la ventana.
Me ha salvado la vida jefe.
No tenga la menor duda cabo.
Valentín respiró profundamente y sin otra cosa mejor que hacer se tumbó, bocarriba, cuan largo era, con la cara pegada a un culo blanco, flácido y frío
12 comentarios:
Mucha intriga que va en aumento pero no entiendo que tiene que ver en esta historia el muerto del culo blanco. No lo veo necesario.
Las cosas de Manolo Mata hay que leerlas dos veces.
Mi parecer es que el del culo blanco es el dueño del apartamento y ella se lo liga para que la lleve alli
Y luego lo mata para tener tranquila el sitio bueno para matar al rey de un disparo con mira telescopia desde la terraza al dia siguiente.
El comando terrorista lo forman la mujer y el muerto.son pareja y a el le da un infarto, ella decide seguir sola con el atentado al rey.
Toda la vida pensando que los grillos cantan y resulta que no Estridulan Palabra rarisima pero sera verdad No te acostaras sin saber algo nuevo
8.08 p.m, escucha las palabras de Cristóbal, ese Guardia Civil retirado que le dio clases al Cabo: en esas islas Baleares, donde tanto turista internacional acude y ocurren todos los casos que se te pueden venir a la cabeza; para cualquier policía es la mejor academia que existe respecto a la práctica y la aplicación de la teórica que ya sabes y allí se perfecciona. No hay día sin caso y casi siempre hay caso nuevo super difícil. Solo cuenta como favor para el policía el factor isla. Lo demás está en la profesionalidad, experiencia y en la sagacidad del guardia civil o policía, pues la importación de raros casos o muy evolucionados es bastante asidua, y la experiencia que puedas haber recopilado, ahi o en otros lugares, no para de aumentar y con ello hacer intuitivo, instintivo y eficaz al servidor del orden público. Cualquier investigador ya ha de reunir por si, la cualidad de haber nacido con ciertas facilidades para esta profesión, al igual que ocurre con cualquier otra persona a la que se le da mejor cierto tipo de carrera o profesión.
Si le tienes que buscar peros a un no profesional de cualquier materia, es fácil para el que la conozca pero difícilmente un no profesional podrá poner peros al cien por cien, y menos en estos casos en que la predigitación acaece por si sola, sin explicación aparente pero necesaria para despistar sobre lo que hay tras el telón. La realidad supera en mucho a la literatura que aprende de ella ¿A qué ahora viendo por la tele y en directo la realidad de un volcán en erupción has aprendido, estás aprendiendo, más que cuando lo estudiabas, te lo contaban o veías en secuencias muy breves por el cine o la televisión?, pues asi es todo. La realidad supera a la ficción.
El muerto estaba allí por muerto y necesario... El caso está inspirado en un caso real "El intento de asesinar al Rey" pero las formas reales fueron distintas, quizás, quizás, demasiado distintas...
Cristobal vuelve a dar clase para entrar en la guardia civil o policia que falta nos hace
11.20 a.m (Quisiera adivinar el sentido real de tu comentario...)
No obstante, gracias y contesto:
😂😂😄 ¡Qué tiempos aquellos!, después me las tuve que dar a mi y..., gracias a eso, y al referido profesor, pude llegar a jubilarme habiéndolo conseguido; pero una cosa ha cambiado: "Ahora todos me enseñan a mi"
Una novela para cuando??
De acuerdo con el de 11,20
En Jimena o San Pablo vendria bien una academia que prepare a jóvenes para guardia civil o policia municipal o policia, o vigilante de seguridad.
No todos pueden estudiar una carrera.
Muchas gracias, en nombre de Cristóbal y de otros pensionistas:
¿Pero habéis visto, en esta última convocatoria, todo lo que hay que estudiar actualmente para opositar a entrar en la Academia de la Guardia Civil? Desde el 1.976 se complicó mucho (mucha falta hacía): a la Guardia Civil se le empezó a preparar y exigir para una democracia culta y plena; plenamente cumplió con creces y con su sangre el democrático mandato. Hoy en día difiere bastante lo que hay que estudiar, mucho, difícil y diferente. Ya no es solo empaparse en derecho administrativo, penal, L.E.C, Constitución, Leyes Orgánicas y otras, Militar etc. Ya el idioma,informática..., (Bloque I: Ciencias Jurídicas. Bloque II: Materias Socio-Culturales. Bloque III: Materias Técnico.Científicas (Ver Oposiciones Guardia Civil en Administración de Justicia.com), son estudios muy avanzados y modernos.
Cada generación va cambiando y evolucionando, deja atrás caminos que fueron muy difíciles; los nuevos seguirán los mismos pasos, pero con diferentes mentalidades y preparación. La ciencia avanza demasiado rápido y los viejos nos vamos quedamos atrás, nuestra mente también. El joven se ha criado con eso y está más hecho. De lo viejo solo queda la experiencia y ese orgullo tan grande de haber participado en el inicio y en la estabilidad de la democracia que aún debe de perfeccionarse muchos más. Pero no deseamos volver y comenzar de nuevo a estudiar para enseñar, no y no, ya nos toca descansar e ir luchando con este sinfín de achaques que nos va limitando enormemente, salvo a algunos con mucha suerte y salud.
Solo la juventud, que ha nacido con los modernismos y es capaz de estudiar y asimilar lo que nosotros solo rozamos por entretenernos, quizás..., siempre hay excepciones, claro, pero poquitas, porque el resto estamos entretenidos en el ocio de lo que antes no pudimos por falta de tiempo, otros en su Hogar del Pensionista y sus viajes y otros con sus huertos y charlando por esas plazas y bares, y no nos podemos olvidar de los que han de cuidar de sus nietos para que los padres puedan trabajar y traer un jornal a casa, esos irán al cielo, dicen... ¡Pues anda, que los que ya son bisabuelos...!
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Si he de morir en Mallorca
Prefiero que sea en Ibiza
Donde corre tibia brisa
Y las noches son más frescas
Que no me entierren allí
Prefiero ser incinerado
Y que luego en El Corchado
Depositen las cenizas
Allí quiero descansar
Allí quiero reposar
Ya que yo lo considero
El paraíso terrenal
Rincón al que mucho quiero
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"El cuerpo cayó al suelo desmadejado como una marioneta cuando le cortan los hilos". No se puede describir mejor. Enhorabuena Manolo. Como Pacurro te pregunto para cuándo ese libro?. A. Beffa.
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