domingo, 27 de septiembre de 2020

"Diario de la tercera edad", por Salvador Delgado Moya


DIARIO DE LA TERCERA EDAD

Hoy me siento raro ...

Hoy creo que he escalado hasta el lugar donde la percepción de lo soñado se transforma en realidad.

Hoy se redondean las cúspides de antaño, se ralentiza la respiración, se dislocan los sentimientos y me derrumbo en lágrimas...

Parece que no, pero sí. Cada vez con más nitidez el significado de la vida, los tiempos y el tempo.

Quieres mirar de reojo al pasado y hacerlo presente porque es ahí donde se encuentra tu zona de confort. Sucumbes ante tanto cambio y te sumerges hasta conseguir que seas ese barquito de papel en el océano de la vida.

Preguntas y más preguntas. Imbécil de mí. No me daba cuenta que las respuestas estaban definidas, sólo se trata de esperar pacientemente el momento para corroborarlas. 

Parece que me han inyectado una sobredosis de cloruro de morriña...se me hace más complicado reír, puede ser que sean las endorfinas, que cada vez cuesta más trabajo y dinero encontrarlas en el mercado negro.

La vida ha jugado mucho conmigo, en esta montaña rusa, con la verticalidad del destino.

Auguro una deficiencia considerable de dioptrías, una evolutiva parsimonia de los actos y una amplia paleta de colores grises para poder regocijarse en ellos.

Verborrea menos atrevida, pero sí más curtida. Más insomnio en las noches, y amaneceres más agradecidos.

Me miro las manos y leo en ellas cantidades de retales de vida, adjetivadas con el capricho del destino. Busco aquellos olores de la niñez, que impregnaron de fragancia mi ser. Pasajes, momentos, vivencias, anécdotas, que motivaron un pasado melancólico e irrepetible.

Creo que me estoy volviendo loco y no me doy cuenta. 

Sopeso una degradación paulatina de los principales vértices en los que se apoya la condición humana, propiciando un retiro espiritual interno que me produce pavor. Puede que esté obsesionado con el ocaso de la vida, pero hay un cosa importante, y es que todavía hay luz...

Seguramente mi espalda hará un pacto intrasensorial con la señora gravedad para seguir jorobándome aún más. Plancharé mi piel con caricias cargadas de resignación. Me secaré las lágrimas cuando se me antoje y, por supuesto, rezaré a escondidas.

Y nadie se da cuenta que en vez de Sintrom, debo tomar amor, mucho amor por vena; cámbiame la hiperglucemia por besos dosificados con locura; que la hipertensión llega a valores normales mirándome a los ojos y comprendiendo mis miedos; que el protector de estómago es inservible cuando uno se alimenta de una verdad sincera; que una caricia tuya me puede hacer bajar la fiebre y que los te rodean tienen poderes curativos insospechados.

Dejadme llorar en este rincón. Dejadme volver a emborracharme de lo vivido. Dejadme interpretar a mi manera, esta nueva sinfonía...

Pero el destino algunas se embravece y te sorprende sin esperarlo. En esta vida hay palabras mágicas que debilitan cualquier grandeza y fortalecen cualquier pequeñez, esas que hacen que entres en un estado de semilocura transitorio, esas que se dicen desde y con el alma...

.- Su hija se acercó hasta él y con el preámbulo de dos sinceros besos lo aderezó con un “te quiero”... y un torbellino infantilizado, en forma de nieto, dejado llevar por la impronta y un palabrería carente de vocalización, con los brazos abiertos esperando llegar a su regazo, gritó “te quero abu”...

No tengo nada más que decir...

.- ¿Alguién me podría prestar un pañuelo?, por favor...

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Foto libre de derechos de https://pixabay.com/

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Yo! Yo te prestaré mi pañuelo chorreando de tanta lágrima derramadas por amor desgastado y, el de los resentidos hijos a tanta ausencia de la presencia paternal.
Yo te prestaré mi alma para que con tus frases y tus ejemplos la cure.
Yo ¡Si, yo! Yo necesito estar ciego y sordo, o..., mejor muerto, para no ver el desaparecido cariño entre hermanos salpicándome con sus manchas que mustian mi viejo y sufrido corazón.
¡Maldito trabajo, tan necesario y esclavo, para algunos! Pobres pobres, pobrecitos que hasta de cariño son pobres trabajando sin parar. Pobres que llenaban las horas de trabajo pensando en el cariño de sus hijos criados como ricos (en el cariño de hoy y en el de mañana), sin saber que ambos estarían perdidos en la vulgaridad de ciertas "informas" de querer ¡No hay justificación alguna, no!, pero si que estaba equivocado: los hijos necesitan a cada momento el cariño, los juegos paternales con sus hijos, su presencia de amor maestro y guía. ¡No!, no hay nada que justifique a un padre, o a unos padres, demasiado trabajador/es, aunque solo lo haga/n por su familia, creyendo. Creyendo que todo: trabajo, amor, cariño, fraternidad, va incluido en las jornadas laborables interminables. Lo cree y lo seguirá creyendo mientras que vean como sus hijos son felices teniéndolo todo; total, su padre está ahí, en el trabajo, cuidándoles para que nada les falten; y no, hasta ahora no se percató de que le hacía falta ÉL, tal como hacía su hogareña madre y ama de casa, o sus abuelos.
¡Pues ahora te jodes, por creerte tan buen padre...!
Vale...!, lo malo es que aún sigo creyéndomelo, aunque siga esperando un detalle de mis hijos: un beso, una caricia, una palabra amable, una dulce mirada... ¡Pero no!, ni destellos en sus fugaces y huidiza miradas.
¡Menos mal que no me ha tocado la lotería! ¿O es mejor que me hubiera tocado y así los tendría cerca de mi acechando a la herencia? ¡No! Que también se tirarían a matar a ver quién se quedaba con ella, total, ya los veo así, por una casita de nada que heredé de mis padres...
¡Maldita vida...!
¡Que envidia me dan esos hijos y esos nietos influidos por el cariño y con el cariño que se comen a besos a sus padres y abuelos! Sin embargo !que penita me dan todos aquellos otros viviendo en esas lujosas ¿.. ? residencias para morirse solos!
¡¡¡A,que si, Covid...!!!

Anónimo dijo...

.

Cuántos viejos de mi quinta,
lo mismo que de las anteriores
y también de las posteriores,
pasamos la vida trabajando
de doce a catorce horas
los sábados inclusive
para que, a los hijos, a ninguno
no le faltara nada de nada,
como se decía entonces.
Se salía muy temprano
y los hijos aún dormían,
regresábamos de noche
y ya estaban acostado.
Qué poco se disfrutaba
de lo que habíamos engendrado.
Pero los hijos comían
todo lo que necesitaban,
todos iban al colegio
tanto hijos, como hijas
y a todos estudios les dábamos,
dos carreras, mejor que una,
los queríamos bien preparados
para que luego más tarde
no tuvieran que pasarse
más de media vida en el trabajo
como lo hacíamos los padres.
Pero a pesar de haber estudiado
y estar algunos por dos veces
licenciados y diplomados,
el trabajo que han encontrado
no es de su especialidad
y trabajan a tiempo parcial
o por cortas temporadas
en precario y mal pagados.
El formar una familia
siempre lo van retrasando
y cuando decide de emparejarse
los dos deben de trabajar
para no morir de hambre.
Y si les llagan los niños
recurren a los abuelos
para que se los cuidemos
y cuando están en el paro,
hay que ayudarles también
a ellos económicamente.
Cuando los abuelos ya
por la edad y los achaques
van necesitando ayuda,
como tienen que trabajar
y también cuidar de los hijos
esa ayuda, no es posible,
hay que ingresar en residencias
de las llamadas de la tercera edad,
y no todos pueden pagar
los precios de las privadas
y las públicas… no hay.
Vivimos aquella posguerra
de penurias y privaciones
de trabajar como esclavos
y ahora de viejos muchísimos
pensarán, ¿Y para qué?
tantos y tantos sacrificios,
los hijos no viven bien
y los viejos olvidados,
dicen que por los gobiernos
y otros que por el estado.

Muchas más residencias públicas
donde poder pasar la vejez
atendidos y sin virus.

.

Anónimo dijo...

Menos pena por favor que con el virus tenemos bastante

Anónimo dijo...

11.36 ¿Sois capaces siquiera de ver las realidades de la vida? Solo veis y a vuestra forma las repercusiones de un virus (tantas veces repetidas) y dejáis a un lado todo lo demás ¡Menis las fiesta eh..., que esas si que deben ser intocables, con o sin mascarillas! ¡Mirad alrededor que estáis rodeado de mundo, y mirar a la Tierra y lo que contiene infectado todo por el humano! ¿No veis que está diciendo lo diminuto que es un humano y lo demuestra? ¡No, que va, que vais a ver vosotros que se habéis criado en la opulencia! Penas?, que conocéis, que conoces tú 11,36 de penas, penitas lógicas ¡No, las ilógicas sin las peores, despertad a las verdaderas necesidades o estaréis perdidos, héroes de la tele y de la juerga...!
No sois nada más que ignorancias hasta que oa llegue de verdad la realidad de tantas y tantos, entonces te vas comer tus malditas penas.
Nosotros solo intentamos ayudar con nuestra marchitada ya existencia, para que no os veáis remendados por todos lados y descalzos hasta el alma...