miércoles, 14 de noviembre de 2018

"El regreso", por Manuel Mata

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EL REGRESO

Martes 18 de noviembre de 1.975.-
 
El cartero llama dos veces. Cuando ya se dispone a cumplimentar el aviso de llegada, se abre la puerta, y una señora, pelo rojizo, ojos color miel de naranjo, setenta años mal calculados y una sonrisa candorosa, aparece en el zaguán:

¿Hola Pedro, qué me traes?
Un telegrama, doña Lola.
“Llego Madrid-Barajas pasado mañana STOP nueve horas. STOP compañía AeroMéxico.  STOP Besos. Agustín”
 
Una lágrima, contenida durante cuarenta años, aparece  en el borde palpebral y resbala, mejilla abajo, hasta perderse en las comisuras de la boca de doña Dolores Mendoza Pacheco.
 
Jueves 5 de febrero de 1.931.-
 
La razón por la que Agustín ingresó en el Partido Socialista nada tuvo que ver con el estudio de las obras de Hengel y Marx en sus continuas visitas a la  biblioteca de la Facultad donde cursaba Derecho. Aquellas lecturas fueron, más bien, la consecuencia y no la causa de su pertenencia al partido que unos años antes fundara Pablo Iglesias. Quizá fue la percepción de la realidad que le rodeaba: la ausencia de horizontes nobles que ofrecía el mundo, la miseria que veía en sus paseos por el extrarradio de la ciudad, o el cinismo de dirigentes políticos cómodamente establecidos en una alternancia de gobierno a todas luces  sospechosa. Quizás.

Durante las asambleas en la Casa del Pueblo Agustín se convertía, sin pretenderlo, en el centro de atención de la reunión: Un rico vocabulario, un dominio absoluto de la jerga de la izquierda, unos análisis y unas conclusiones cargadas de razón, y un atractivo irresistible entre sus compañeros, le otorgaban un nimbo de líder del que él, aún, no era consciente.
 
Domingo 12 de abril de 1.931.-

Ese día los españoles estaban convocados a elecciones municipales. En el ámbito rural el caciquismo y el temor al patrón hacen que ganen los partidos monárquicos, pero en las grandes ciudades, el anonimato y una conciencia de clase más consolidada, le dan el triunfo a los republicanos.

La carencia de un sistema garantista en el conteo de votos y las ganas de un cambio profundo, hizo que muchos, al amanecer, salieran a las calles a proclamar que “España era republicana”.
 
El desconcierto y el temor se adueñan de las instituciones públicas y del gobierno que no saben qué hacer, ni qué decisión tomar. El primero que da una pista es Alfonso XIII que, dispuesto a seguir viviendo como un rey, hace las maletas y a medianoche del  día catorce viaja seguido de una comitiva de seguridad, hasta Cartagena donde embarca rumbo a Marsella.  Al pasar frente a la central de Correos en la Puerta del Sol, observa, desolado, como la bandera republicana ondea ya en lo más alto del edificio.
 
Lunes 9 de noviembre de 1931.-
 
Tras las elecciones generales del 28 de junio se formaliza el primer gobierno de la II república presidido por Niceto Alcalá Zamora. El socialista Fernando de los Ríos asume la cartera de Justicia, e incluye a Agustín Mendoza Pacheco como secretario general técnico de su departamento. En ese primer año la actividad es frenética: se elaboran normas y leyes que mejoran las condiciones de la clase trabajadora, se establece la jornada laboral de ocho horas, se prohíbe el desahucio de fincas, y se obliga a los propietarios a poner en explotación sus propiedades rusticas.
 
Sábado 18 de julio de 1.936.-
 
El entonces comandante general de Canarias, Francisco Franco Bahamonde, en connivencia con otros mandos, y tras muchas dudas, pone en marcha el alzamiento militar.

A las 14,30 parte en avión hacia Tetuán para ponerse al mando de la rebelión. No obstante, y en un cambio de última hora a la que sus subordinados están ya acostumbrados, decide hacer noche en Casablanca a la espera de acontecimientos. Por lo que pueda pasar, cambia su atuendo militar por ropa de paisano, se afeita el bigote y usa gafas oscuras.
 
En Pamplona, el gobernador militar Emilio Mola supervisa el complot en las divisiones de Zaragoza, Burgos y Valladolid, y en Sevilla Queipo de Llano, inspector general de Carabineros, se hace con el mando de la Capitanía General en un golpe de mano que sorprende a todos por su rapidez, audacia y violencia.
 
La Guerra Civil ha comenzado.
 
Sábado 23 de mayo de 1.939.-
 
Con la contienda irremediablemente perdida, Agustín cruza media España hasta la frontera de Port Bou conduciendo una ambulancia de Socorro Rojo junto a cinco milicianos de la CNT, todos malheridos y huyendo, sin duda, del paredón. A primeras horas de la mañana llegan a la ciudad de Séte en la costa francesa del Mediterráneo, donde consiguen plaza en el buque “Sinaia”, fletado por el presidente mexicano Lázaro Cárdenas, que salva de una muerte segura a miles de republicanos.

Tras veinte días de arriesgada travesía, arriban al puerto de Veracruz, donde, un largo destierro, una vida sin patria, un destino incierto, y una existencia que no debería ser la suya, le aguardan.
 
Jueves 20 de noviembre de 1.975.-
 
Ventanilla de control internacional del aeropuerto Madrid-Barajas: Agustín entrega su pasaporte, consciente del temblor de manos que le invade como si aquellos papeles fueran falsificados y el policía lo fuese a detectar. Después de las preguntas de rigor el funcionario, carraspeando y haciendo un movimiento semicircular con el cuello para aligerar la presión de la camisa, procede a estampar el tampón y notificarle que todo está en regla.

En la amplia sala de llegadas -olor acre y retestinado- una ruidosa cinta sinfín transporta lentamente los equipajes. Agustín detecta, apoyados en las columnas, camuflados en los rincones, o apostados en las puertas de salida, a hombres con sombrero tirolés y gabardinas de cuello alto, observando de reojo a los recién llegados, sus zapatos, sus maletas, sus gestos, en busca de una mínima vacilación, una señal de flaqueza, un signo de aprensión, que los delate.
 
Minutos más tarde, en la barra de la cafetería, mientras espera que le sirvan una mahou y un bocadillo de calamares, Agustín mira con indiferencia la pantalla en blanco y negro de un viejo televisor “Vanguard” desde la que, plano medio y ángulo visual neutro, un mal comediante, orejas de soplillo, imperceptible bigote y ojos lacrimosos, se dirige a  los somnolientos viajeros que toman el primer café del día: “españoles, Franco ha muerto”.
 
En ese instante, en una ráfaga de extrema lucidez, Agustín llega a la conclusión de que el cronómetro de la historia vuelve a ponerse a cero, y que este país, al que acaba de regresar, nada tiene que ver, desde hoy, con el de su memoria.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Con Mata me queda siempre la duda de si sus historias son verdad, son ficción o son mitad y mitad.

María Pacheco. dijo...

Ay! Si Agustín levantara la cabeza y viera el partido por el que ofreció su vida entera...
Sr. Mata, siempre espero sus relatos entre la intriga y la impaciencia de ver con que nos va a sorprender, con ese estilo que tanto le define y que nos deja a sus seguidores con ganas de leer el siguiente.

Enhorabuena! Gracias por su generosidad al compartirlos.Un disfrute leerle.

Anónimo dijo...

Perfecta cronología. Aquello si fue un golpe de estado, unos exiliados y presos políticos. No la que nos quieren vender desde Cataluña ahora.

Anónimo dijo...

Me ha encantado!!

Anónimo dijo...

Yo no veo que nada de lo de entonces haya muerto. Franco aún vive entre aquellos -cuya mayoría aún sigue aquí vivita y coleando- que puño en alto gritaban con muchas millones de bocas: Franco, Franco..., y entonaban el "Cara al Sol", y los hijos y los nietos de aquellos, y media juventud de hoy que pese a ser descendientes de represaliados de izquierdas -y no vivieron la dictadura- si han vivido recientemente una época de oro parecida al de las derechas. Pero ahora eso se acabó. Nos dejaron vivir para seguir viviendo ellos en las altas esferas del poder, o a su derecha (e inmiscuidos en las izquierdas, camuflados, enmascarados en las ideas ajenas). Aún están aquí llenos de poder y gloria, políticos con las membranas fascistas sin corbatas ni chaquetas en los principales partidos políticos, engañándonos con sus bonitas palabras, ¡listos, muy listos que son!
Ahora te das cuenta que el resto de los restos de entonces seguimos siendo igual de pobres y de zoquetes. Aún no se a quién votar y no porque no tenga mis ideas claras, no se a quién votar porque todo lo que politicamente se mueve es desbarajuste de ideales "sin sin y sin son", es decir: todo creado a unos propósitos muy interesados para que gobiernen los mismos, y para ello, solo nos tienen que poner unos caramelitos en nuestras tontas bocas. Es tan fácil dominar las mentes y llevarlas a los corrales, como fácil es dominar los medios, estando psicológicamente preparados para ello. Es mucho de lo que ganamos lo que ya hemos perdido, y solo pongo un ejemplo: la Seguridad Social, pero si quieren pongo más, los puestos de trabajo fijos, el bajo salario, la calidad de la enseñanza pública y las opciones por esa via para optar a las carreras que tan fácilmente otros poderosos consiguen (ahí están los ejemplos del Máster, ¡si salieran todos!) Y etc., y etc.s... No vislumbro buenos augurios, no son tan claras las izquierdas y si lo son ya sin miedos las derechas.

Pacurro dijo...

Manolo, la novela ya. No hay excusas