Biblioteca del Seminario de Cádiz. |
Leído en Diario de Cádiz. Por su interés reproducimos este artículo.
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Hay que valorar la riqueza intelectual, profesional, política o social de esta institución
Es cierto que la función propia del Seminario Diocesano es la formación intelectual, ascética, pastoral y litúrgica de los creyentes -jóvenes o adultos- que se sienten llamados al sacerdocio. Es verdad que todas las actividades docentes y disciplinares se deben orientar hacia la preparación para los ministerios evangélico, catequético y litúrgico.
Es comprensible, por lo tanto, que para evaluar el grado de "éxito educativo" se tengan en cuenta las estadísticas de los alumnos que, al final de la carrera, son ordenados sacerdotes. Pero en mi opinión, aprovechando la celebración del 750 aniversario del traslado de la sede episcopal de Medina a Cádiz, también deberíamos valorar la riqueza intelectual, moral, profesional, social e, incluso, política que esta institución ha aportado a un número elevado de ciudadanos que, antes o después, optaron por vivir la fe y por ejercer unos cargos, profesiones u oficios diferentes al de presbítero.Es cierto que la función propia del Seminario Diocesano es la formación intelectual, ascética, pastoral y litúrgica de los creyentes -jóvenes o adultos- que se sienten llamados al sacerdocio. Es verdad que todas las actividades docentes y disciplinares se deben orientar hacia la preparación para los ministerios evangélico, catequético y litúrgico.
Una mirada superficial a la centenaria historia del Seminario de Cádiz -recuerden que fue creado el 2 de noviembre de 1589 por el obispo y después cardenal Antonio Zapata y Cisneros- nos permite reconocer la elevada aportación a la Ciencia, a la Cultura, al Arte, a la Literatura, a la Música, a la Medicina, al Magisterio, al Periodismo, al Derecho e, incluso, a la Política de esta institución docente, que recordemos es la más antigua de Cádiz, si la comparamos con las que en la actualidad siguen funcionando.
No nos debería extrañar esta 'fecundidad profesional si tenemos en cuenta que la amplia formación humanística sirve de cimiento sólido no sólo a los estudios eclesiásticos, sino también de base para la preparación y para el ejercicio de las distintas profesiones y oficios. Tengamos en cuenta que el programa docente incluye, además de las materias propias de la formación sacerdotal, como por ejemplo la Teología, las Sagradas Escrituras, la Historia de la Iglesia, el Derecho Canónico, la Moral y la Liturgia, las diferentes asignaturas filosóficas y diversas materias humanistas como el Latín, el Griego Antiguo, el Hebreo Bíblico, el Francés e Inglés, la Música y el Dibujo. Como documento e incluso como monumento podemos aducir la biblioteca que, aunque especializada en Filosofía y en Teología, en sus lujosos estantes exhibe importantes obras de Historia, Psicología, Sociología, Antropología, Literatura y Retórica.
En mi opinión, es ahí donde reside la explicación de las muestras de gratitud de los exalumnos, el entusiasmo con el que recuerdan los años aquí transcurridos, la alegría con la que se siguen reuniendo, la emoción con la que resaltan las huellas que ese período ha dejado en sus vidas. Estos sentimientos se anclan en los principios, en los valores, en las pautas y en los criterios evangélicos, éticos y sociales hondamente grabados, en la asimilación de las actitudes de unos profesores que plantaron semillas de buen ser y, por lo tanto, de buen hacer, y en el influjo de unos maestros que siguen siendo referentes y modelos de identificación.
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Imagen de http://www.gentedecadiz.com
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