David Romero Pacheco ha publicado este relato en la sección de narrativa del núm. 28 de la revista del Club de Letras de la Universidad de Cádiz SPECULUM, que se publica en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, y dirige José Antonio Hernández Guerrero.
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ARRIÉSGATE
La luz tenue desvela el perfil de los objetos; amanece. Tumbado en la cama de abajo, a un centímetro de su piel, embriagado de su olor, dulce y suave, contento, incrédulo. Observo la cama de arriba de la cucheta y toco el color arrugado de la madera del somier mientras escucho el roce inquieto de mi cuerpo. Es una noche cerrada, estoy en la cama de arriba y ella duerme en la de abajo. El alcohol y mi voz no me dejan dormir. Me giro a la derecha, a la izquierda, boca-arriba, boca-abajo... La siento abajo ajena, dormida, hermosa. Un té que no llegaba, el paseo a tu lado, las vueltas para ir a una cita a la que no me importaba llegar, el toque de jazz... Infinidad de taxis sentada junto a mí, paciente y sonriente y dispuesta a acompañarme, complaciente, y yo, no me daba cuenta. Dormido. ¿Y si bajo los tres peldaños? Pequeña distancia, barrera infinita. Bajo. No, no bajo. Me alegra haber bajado. ¿Y ahora? Estoy boca-arriba y la siento al lado, mirándome. Tanto tiempo sin el abrazo de una mujer, ha tenido que ser duro; nos abrazamos. La sonrisa de sus ojos me acaricia, miro el rojo de sus labios y ella mira los míos; nos besamos. Arriba, el sonido de mi duda roza al silencio, indeciso; títere de un calor que quema, prisionero de una cobardía que atenaza. ¡Arriésgate! Su lengua juega con mis labios, busca y encuentra la mía. El abrazado de nuestros cuerpos conversa sobre el tiempo anhelado. Lo imposible, posible. Deberíamos levantarnos me dice otra vez. No nos movemos. Oscuridad. Bajo el brazo y espero a que la pierna lo siga. Sin saber cómo ni cuando el cansancio y el alcohol me vencen y cierro los ojos y duermo, solo, y ella abajo. La luz enciende la habitación. Los cuerpos de otras cuchetas despiertan. Nos abrazamos con fuerza pero el tiempo avanza. Duermo. Nunca debería haber bajado, pero volvería a bajar.
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ARRIÉSGATE
La luz tenue desvela el perfil de los objetos; amanece. Tumbado en la cama de abajo, a un centímetro de su piel, embriagado de su olor, dulce y suave, contento, incrédulo. Observo la cama de arriba de la cucheta y toco el color arrugado de la madera del somier mientras escucho el roce inquieto de mi cuerpo. Es una noche cerrada, estoy en la cama de arriba y ella duerme en la de abajo. El alcohol y mi voz no me dejan dormir. Me giro a la derecha, a la izquierda, boca-arriba, boca-abajo... La siento abajo ajena, dormida, hermosa. Un té que no llegaba, el paseo a tu lado, las vueltas para ir a una cita a la que no me importaba llegar, el toque de jazz... Infinidad de taxis sentada junto a mí, paciente y sonriente y dispuesta a acompañarme, complaciente, y yo, no me daba cuenta. Dormido. ¿Y si bajo los tres peldaños? Pequeña distancia, barrera infinita. Bajo. No, no bajo. Me alegra haber bajado. ¿Y ahora? Estoy boca-arriba y la siento al lado, mirándome. Tanto tiempo sin el abrazo de una mujer, ha tenido que ser duro; nos abrazamos. La sonrisa de sus ojos me acaricia, miro el rojo de sus labios y ella mira los míos; nos besamos. Arriba, el sonido de mi duda roza al silencio, indeciso; títere de un calor que quema, prisionero de una cobardía que atenaza. ¡Arriésgate! Su lengua juega con mis labios, busca y encuentra la mía. El abrazado de nuestros cuerpos conversa sobre el tiempo anhelado. Lo imposible, posible. Deberíamos levantarnos me dice otra vez. No nos movemos. Oscuridad. Bajo el brazo y espero a que la pierna lo siga. Sin saber cómo ni cuando el cansancio y el alcohol me vencen y cierro los ojos y duermo, solo, y ella abajo. La luz enciende la habitación. Los cuerpos de otras cuchetas despiertan. Nos abrazamos con fuerza pero el tiempo avanza. Duermo. Nunca debería haber bajado, pero volvería a bajar.
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Imagen: Desnudo recostado, 1919, Modigliani
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