sábado, 5 de diciembre de 2015

Claves del bienestar humano: "El riesgo de dejarnos llevar por un consumismo entontecedor", por José Antonio Hernández Guerrero

Aunque es cierto que, para estar bien y para sentirnos mejor, es necesario que tengamos cubiertas algunas necesidades materiales personales como la comida saludable, la bebida sana, unos vestidos limpios, una vivienda digna, un empleo estable, el acceso a la salud y a la educación, también es verdad que, estos bienes imprescindibles no son suficientes para lograr el bienestar humano. Hemos de tener en cuenta también el bienestar familiar, el bienestar laboral, el bienestar social y el bienestar espiritual, esos estados satisfactorios que logramos mediante el contacto interpersonal y a través del establecimiento de relaciones humanas gratificantes gracias a uso de los lenguajes, de los intercambios de bienes y, en resumen, mediante la convivencia en paz y la colaboración productiva.


Pese a que el bienestar es, en su mayor parte, subjetivo, los factores externos son también determinantes y pueden facilitar o impedir las satisfacciones personales. A veces el ambiente que se crea mediante las cordiales relaciones de los miembros de una familia modesta o la atmósfera de la comunicación que se genera en una ciudad con renta per capita relativamente baja, favorece un sentimiento de bienestar más intenso que el de las poblaciones consideradas ricas. La socióloga María Ángeles Durán subraya que las encuestas realizadas en distintos países de la Unión Europea muestran cómo el sentimiento de bienestar en los países con mayor renta per cápita –como Alemania- no es mayor que el de los menor riqueza –como España-.

Pero hemos de tener en cuenta que ese bienestar social a veces es entendido como un consumismo “entontecedor” que, potenciado por la permanente influencia de los medios de comunicación social, nos conduce a la pasividad, al conformismo y a la aceptación de que las apariencias valen más que la realidad, de que tener importa más que ser, que los  valores morales carecen de sentido y que, anulando nuestra capacidad crítica, aceptemos, por ejemplo, que la desigualdad y la acumulación de recursos en escasas manos son los motores indispensables del crecimiento.

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