viernes, 16 de octubre de 2015

"Monaguillos", por Francisco Quirós "Pacurro"

Me he propuesto comparecer ante ustedes por medio de mis modestos escritos, de manera semanal. Debo confesarles que alguna semana que otra me veo apuradillo, ya que la inspiración es caprichosa y no me visita con la asiduidad que quisiera, por otro lado no es ninguna obligación, pero mientras pueda trataré de contarle mis historias al menos una vez cada siete días. 

Esta semana el tema me lo ha facilitado la  foto que aparece, por casualidad, sin buscarlo lo encontré en una de esas cajas olvidadas de cualquier armario.


Una de las estrofas de la canción “Aquellas pequeñas cosas” interpretada por el genial Serrat dice: “Son aquellas pequeñas cosas, que nos dejo un tiempo de rosas, en un rincón, en un papel, o en un cajón “

Precisamente eso es lo que me ha ocurrido, sin buscarlo expresamente apareció la fotografía que ilustra este relato.  Para vuestra información, el que suscribe está situado el primero por la derecha  de la  primera fila.

Fui monaguillo desde los seis hasta los catorce años, con  alguna que otra  particularidad. Desarrolle esa labor  en las dos parroquias de mi localidad natal Tesorillo, la antigua, que databa de 1883, que  en la actualidad es sede de una entidad bancaria y en el templo actual. Las primeras misas en las que participaba como tal, eran en latín y el cura celebraba  de espalda a los feligreses.

El sacerdote que figura en la fotografía, impuso una disciplina casi castrense, todo muy ordenado con mucha disciplina, inclusive existía un cuadrante de servicios, campanero, rosario, incensario, ayudante de primera a misa y ayudante de segunda. En las fiestas con más ceremonial, como Navidad, Semana Santa, Misa y procesión de Corpus, ensayábamos con bastante antelación, todo tenía que salir perfecto. Recuerdo como salíamos entre 15 o 20  acólitos y a un chasquido de los dedos del padre Menchén, perfectamente acompasados realizábamos la genuflexión, cada cual se distribuía en la zona del altar que le correspondiese, nada quedaba a la improvisación.

Corría el dicho popular de “Si quieres un hijo pillo, mételo a monaguillo “, en honor de la verdad, la frase tenía mucho de cierto. El vino de la misa tenía que estar bajo llave, en caso contrario algún que otro  sorbetón caía. En más de una ocasión alguna risa incontenible en plena celebración religiosa aparecía y de manera contagiosa llegaba a todos, a sabiendas que una vez finalizado el acto y en la sacristía la bronca y el coscorrón no te lo libraba nadie.

Era agradable participar en un bautizo, boda, primeras comuniones, pero también había momentos duros. El que más,  cuando el sacerdote acompañado de dos monaguillos se acercaba hasta la casa del difunto, para acompañar al féretro hasta la iglesia para su funeral. Eran un momento delicado,  los familiares al detectar la presencia del sacerdote era la señal clara e inequívoca que su familiar  saldría para siempre del hogar, las escenas de dolor se agravaban, normal cuando se pierde a  un ser querido.
Contaría cien anécdotas, pero les relataré una, al menos peculiar. Se celebrará un bautizo y el cura portaba un cirio muy desgastado. En plena celebración el pabilo del cirio se torció  acercando la llama al sacerdote, este  espontáneamente soltó un “Coño que me quemo”. Pueden imaginar lo que vino después.

Hechos como el relatado  te hacen sentir lo que relata la última estrofa de la canción.  Aquellas pequeñas cosas, anteriormente aludida.

Que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.

Pacurro.-

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno Paco. Pasaré a saludarte pronto como suelo hacer algún viernes

Anónimo dijo...

Bien Pacurro. Agradable lectura siempre de tus artículos. !

Anónimo dijo...

.
Yo también fui por algún tiempo
De profesión... monaguillo
Y además, por partida triple.

Empecé en El Corchado,
Cuando aún no había capilla
Y la misa se celebraba
En la escuela de poblado
Entonces, por mayo venía
a pasar tres días con nosotros
el cura párroco de Buceite
Para que los que allí vivíamos
Pudiéramos celebrar
El Cumplimiento Pascual
Y los recién catequizados
También en esos días tomaban
sus Primeras Comuniones
Cuando nos fuimos de allí
Y a la ciudad llegamos
Simultaneaba por entonces
Lo de ayudar a la misa
Cada día por triplicado:
En una residencia de ancianos
En un colegio de monjas
Y luego en una parroquia
(y más tarde en la catedral)
Comenzaba a las seis de la mañana
En un asilo de ancianos,
Donde diariamente
El desayuno me daban
Y quince duros al mes
Luego corriendo salía
Para nunca llagar tarde
Al internado de chicas
Allí otra misa, otro desayuno
y tres pesetas en la bandeja
Al capellán, el desayuno
y de estipendio, tres duros
Al darles la comunión
solía rozar la barbilla
a las chicas con la bandeja
(y no con la palmatoria)
Alguna que otra chica
Tímidamente sonreía
En terminando el desayuno… bis
Flechado a la parroquia
Y otra misa… también en latín
Dando la espalda a los fieles
Allí mi sueldo mensual
Siempre eran veinte duros.
En termina la misa
Al colegio done dispensa tenía
Para llegar algo más tarde
Luego cambié la parroquia
Por la Iglesia Catedral
Donde ganaba treinta duros
Mis amigos me decían
Que ese era el primer ascenso
Que si tenía paciencia y persistía
A Papa podría llegar, ya que
El escalafón es, el escalafón.
Duros tiempos, duros tiempos.
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10.04.16
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Antonio. –El niño del Corchado-