sábado, 8 de agosto de 2015

"Infidelidades y veleidades en nuestra historia", por Eduardo Navarro "Er Pedagogo Jimenato"

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MARÍA Luisa de Parma recibió una exquisita instrucción de célebres artistas y filósofos. Se casó con su primo Carlos, Príncipe de Asturias y llegó a ser Reina de España. Mujer ambiciosa y autoritaria, mostró más interés por los asuntos de Estado que su propio esposo Carlos IV. María Luisa tuvo 14 hijos en trece embarazos y 10 abortos, llegó a decir a su confesor, el fraile Juan de Almaraz, “Ninguno de mis hijos lo es de Carlos IV, la dinastía Borbón se ha extinguido en España”


Hay quien pensaba, de forma malediciente, que Carlos IV mostraba más interés por su valido, Manuel Godoy, que por la propia Reina o por alguna otra mujer. Además, había quienes tenían el atrevimiento de sugerir la existencia de una apasionada y duradera relación de Godoy con María Luisa, añadiendo que era el motivo que provocó la enemistad de Fernando, su hijo y próximo Rey, con su madre y con el valido.

No obstante, no es todo, hay más comentarios maledicentes en los anales de nuestra historia, ya que cuenta que  Fernando VII, el susodicho enemigo de Godoy, ultraconservador y misógino, tuviera que pasar los últimos años de su vida defendiendo la posibilidad que reinara una mujer en España de la mano de los liberales. De hecho, Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción de 1830, derogando la Ley Sálica, que permitió que su hija Isabel II llegara a reinar. Esta cuestión derivaría en las Guerras Carlistas durante parte del Siglo XIX.

Y no queda ahí, porque también se comenta que Fernando VII sufría una macrosomía genital, hablando en plata, un miembro muy superior a la media, realmente real y valga la redundancia. Que provocó que tuviera repercusión en la política de nuestro país, no obteniendo descendencia con sus tres primeras esposas. Su última esposa era María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, sobrina suya, hija de hermano menor, fue la que le dió descendencia, su hija Isabel.

A los dos meses de la muerte de Fernando, su viuda, la Regente María Cristina, de forma secreta, se casó con el sargento de la guardia de corps, Agustín Fernando Muñoz, que fue conocido en las calles de Madrid, a pesar del secreto de no dar a conocer y valga de nuevo la redundancia, de forma socarrona, como Fernando VIII. Con el que llegó a tener hasta ocho hijos, otro motivo de burla de la plebe, recordando la dificultad de tener descendencia de su esposo, poniendo incluso en entredicho la paternidad de su hija Isabel II.

Como curiosidad resulta el origen de la coplilla  “porque no quiero que diga la gente, María Cristina me quiere gobernar”, aunque se hizo famosa en Cuba en la década de los treinta del Siglo XX, la cantaban los soldados en la primera Guerra Carlistas de la década de los treintas del XIX, de nuevo las malas lenguas… como burla en honor a la pareja del sargento y nuestra regenta.


Y ruego “revitalizarse”, porque aún hay más, a Isabel II la obligaron a casarse el mismo día que cumplía 16 años, con su primo Francisco de Asís, del que se decía que llevaba más puntillas a la boda que su prima Isabel, conocido en la rumorología como “Paquita Natillas”. Además esos mismo rumores que corren, asumido por varios historiadores, que su hijo Alfonso, que reinaría más tarde como Alfonso XII, era hijo de Enrique Puigmoltó, Capitán de Ingenieros, de mis buenas dotes deduzco que de ahí probablemente fuera reconocido por la aristocracia y el pueblo como el “Puigmoltejo”.


Es conocida sus veleidades, sus numerosos amantes, mostrada en caricaturas de su tiempo y más tarde por Valle Inclán, con su esperpento y genial pluma, que la retrata de la siguiente forma: “La Católica Majestad, vestida con una bata de ringorrangos, flamencota, herpética, rubiales, encendidos los ojos del sueño, pintados los labios como las boqueras del chocolate, tenía esa expresión, un poco manflota, de las peponas de ocho cuartos”.

Es interesante el comentario sobre los muchos amantes de Isabel II de la historiadora Isabel Burdiel, no considerándola una ninfómana, simplemente una mujer mal casada, con comportamientos habituales a la realeza y aristocracia de su época. A pesar de ello, el Siglo XIX en España estuvo lleno de vicisitudes y conjuras, guerras, cambios de gobiernos, víctimas inocentes y unas historias muy peculiares de nuestra realeza en ese momento, que aunque en un segundo plano, están, cada cual, supongo, por supuesto con un estudio sistemático y riguroso, tendrá su opinión personal del lugar que debieran ocupar.

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