Recordemos que, si en 1960 la quinta parte de la población mundial que vivía en los países más ricos era 30 veces más rica que el quinto de la población que habitaba en los países pobres, a comienzos de los 90 la proporción había aumentado hasta 60/1 y, en la actualidad, sigue creciendo de manera imparable estas inhumanas distancias. Es un hecho constatado que, en el mundo actual, además de haber aumentado las riqueza y la tecnología, es escasa e insuficiente la conciencia de justicia, de igualdad, de solidaridad y de compasión de comunidad mundial.
Como conclusión podemos afirmar que no faltan recursos sino que escasean decisiones -colectivas e individuales- orientadas en la dirección humana adecuada. Aunque sean asombrosos los progresos de la técnica, los éxitos rotundos de la Biología y de la Medicina, los horizontes abiertos por la revolución informática y la incursión en el ámbito de galaxias remotas, no podemos perder de vista el hecho cierto de que la robotización, si no se orienta hacia el crecimiento verdaderamente humano universal, se traducirá exclusivamente en una deshumanización agostadora de la savia esencial de nuestra cultura humana.
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