Leer: Hacia un nuevo humanismo: "Las raíces de la dignidad humana" - "Binestar"
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SIN necesidad de caer en catastrofismos, hemos de reconocer que, a pesar de los progresos alcanzados, aún quedan fondos tenebrosos de maldad en amplios sectores de nuestro mundo contemporáneo y charcos encenagados en rincones oscuros de nuestra sociedad avanzada. Es cierto que la humanidad ha progresado de manera ininterrumpida en los ámbitos científico, técnico, económico, sociológico, jurídico e, incluso, moral.
SIN necesidad de caer en catastrofismos, hemos de reconocer que, a pesar de los progresos alcanzados, aún quedan fondos tenebrosos de maldad en amplios sectores de nuestro mundo contemporáneo y charcos encenagados en rincones oscuros de nuestra sociedad avanzada. Es cierto que la humanidad ha progresado de manera ininterrumpida en los ámbitos científico, técnico, económico, sociológico, jurídico e, incluso, moral.
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Una consideración histórica desapasionada pone de manifiesto que hemos superado trágicas situaciones de mortandad, de enfermedad, de esclavitud, de injusticias y de guerras. También podemos constatar cómo, en muchas partes de nuestro mundo, gracias al progresivo imperio del Derecho, las relaciones sociales son más justas y más equitativas las reglas económicas. De manera progresiva -y, a veces a costa de sangre y de vidas- se va extendiendo la democracia apoyada en la valoración real de los ideales de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad.
Pero este reconocimiento de los progresos logrados, no debería impedirnos considerar el abandono y el menosprecio de unos valores “espirituales” imprescindibles para una vida individual más digna y de una convivencia social más justa. Nos llama la atención, por ejemplo, la reticencia de muchos intelectuales para abordar los temas relacionados con las virtudes morales y la escasez en los medios de comunicación de unas críticas serias sobre la proliferación de vicios éticos tan mortíferos como el odio, la envidia, la maledicencia, la mentira, la calumnia, la avaricia, la violencia, la corrupción, la vanidad o el orgullo.
Pero este reconocimiento de los progresos logrados, no debería impedirnos considerar el abandono y el menosprecio de unos valores “espirituales” imprescindibles para una vida individual más digna y de una convivencia social más justa. Nos llama la atención, por ejemplo, la reticencia de muchos intelectuales para abordar los temas relacionados con las virtudes morales y la escasez en los medios de comunicación de unas críticas serias sobre la proliferación de vicios éticos tan mortíferos como el odio, la envidia, la maledicencia, la mentira, la calumnia, la avaricia, la violencia, la corrupción, la vanidad o el orgullo.
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*** José Antonio Hernández Guerrero es catedrático
de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club
de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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