EL POEMA QUE NO QUERÍA PUBLICAR
A
todos nos consta que: tras el fallecimiento de un ser querido –también se puede
dar por un conocido o incluso por un enemigo, pero no con todo el mundo- en las
primeras semanas tras su defunción, tenemos la sensación de sentirlo e incluso
verlo en cualquier lado de la casa o en otro lugares de apego. Especialmente de
noche -o en ciertos lugares a cualquier hora-, notamos su presencia
inmediatamente cercana, tan cerca que se nos eriza el pelo y se nos pone la
carne de gallina con su aliento. También somos conscientes de que son malas
pasadas que nos repara nuestro cerebro. O bien, que el espíritu (porque la
mayoría se van de improviso) aún no se quiere marchar al más allá por querer
estar con nosotros, darnos las gracias, despedirse, hacernos pagar algún mal
que le hemos hecho o pedirnos algo en su favor. La cuestión es que está ahí. Yo
lo he notado tantas veces; aún hoy, con mis seres más queridos persiste esa
sensación.
También nos damos cuenta de que lo que ayer tanto amábamos u
odiamos, hoy, tras su fallecimiento, el solo pensar verle como un espectro nos
da miedo; ya no es de este mundo, por tanto, no es que reneguemos de la persona
¡no!, renegamos del espíritu por no pertenecer ya al mundo de los vivos ¡no
podemos con los desconocido!. Para todo esto los sicólogos y psiquiatras
tendrán una explicación y los espiritistas otra. Y a veces ninguna de las dos
razones nos servirán.
¡Pues bien, con respecto a este tema
que hoy toco, ninguna de las dos nos valen y las dos nos sirven!, cada cual que
escoja la que mejor le plazca o convenza.
Muchas personas se preguntarán el
motivo no haber contado todo esto en su momento, y la explicación es bien
sencilla: como era digno de resaltar tan significativo, extraño y emotivo
hecho, el mismo día (como en otras ocasiones ya conocidas) me inspiré en el halo
del momento y casi sin pensar comencé a escribir unos versos, elegía, oda,
historia o como ustedes quieran llamarlo, que prácticamente se escribieron
solos, como si una fuerza invisible dirigiera mis dedos sobre las teclas del
ordenador. Me gustó, pero lo aprecié duro para el momento tan crítico, que como
es natural, padecía especialmente su hija.
Y tras consultarlo con amigos y familiares de los dolientes, así como el
propietario de la página, estuvieron conmigo en que había que dejar pasar el
tiempo, así como pedir autorización a los padres de la niña para su
publicación. Primero lo hice con el padre que me aconsejó dejar correr los días
para enseñárselo a su esposa, hasta que, no hace mucho pude hablarlo con Ana
María y me dio su consentimiento.
Habiendo pasado el tiempo, pero no
el dolor, el que mentalmente cambió de opinión fui yo, y quise guardármelo como
un poema anónimo de actores para sacarlo públicamente cuando yo, el autor, lo
estimase oportuno y donde me viniera en gana. Finalmente he llegado a la
conclusión de que, el día de mañana, para la propia niña y todos sus
descendientes sería muy bonito conocer quiénes fueron los que, con nombres y
apellidos, vivieron en su vida este bonito, extraordinario y entrañable suceso,
digno de evaluación extraterrenal en el mundo de las almas o espíritus, como en
lo social y psicológicamente humano al poder evaluar o no en esta forma la
medida del querer, hasta el punto de salir el alma del cuerpo y ya en espíritu
poder hacer por un vivo algo que no es tangible. Basado en lo inexplicable e imposible, pues
pregunto: una niñita de año y medio podría abrir una puerta cerrada con llave
(primero que no llega a la cerradura), bajar 22 escalones (esto a lo mejor),
volver a abrir la puerta de la calle (pudiera estar abierta) e ir andando
cogida de una mano invisible (imagínense una mano levantada y asida hacia otra
más alta –como normalmente cualquiera llevamos de la mano a un pequeñín-) y
hablando hacia la nada (como si hablara con alguien) diciendo “¡mami…mami…!”
que es como ella llamaba a su abuela. Solo dos cosas son posibles “bajar los 22
escalones y traspasar la puerta de abajo hacia la calle si esta estaba abierta.
Las otras dos entran dentro de lo inexplicable.
Y…, e ahí, el poema, ustedes
juzgarán.
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AÑITO Y MEDIO
En medio de la calle:… una
flor
¡Añito y medio tiene, la
pobrecita!
¡Qué lástima de niña!
Un halo de gloria la rodea
al que sonríe y da la mano.
Ni grita ni llora, balbucea,
“¡Abu..lita, mami…!”
¿Qué hace esta criaturita,
sola en la calle?
-El vecino se preguntó-
Cogiendo la otra blanca
manita,
que la niña le tendió como
para estar entre dos.
¡Pero si es la nieta de
Isabel!
-Asombrado, el vecino
susurró-
Y llamando a la entreabierta
puerta
nadie le contestó.
¡Isabel…Isabel..!
¡Isabel….que la niña ha
bajado sola,
no se como ha podido ser
con añito y medio
y aún sin poderse mantener
…veinte escalones
ha bajado sin caer!
¡Isabel….que tu nieta estaba
en la calle
tras recorrer el salón
abriendo la puerta
y el pestillo descorrer
sonriendo….sin echar a correr
¡¿…estás ahí Isabel?!
-Contestó el eco de un
silencio
y el silbido de la brisa-
¿Qué pasa paco, que tanto
gritas?
-El yerno de Isabel le
preguntó-
¡La niñita…, es muy extraño…,
desde arriba, con añito y
medio,
sola, pobrecita…los escalones
ha bajado,
y la puerta, cerrada, abrió
y en la calle se ha plantado,
hablando…balbuceando…
como si…, como si con alguien
hablara…
y la abuela… no contesta…!!!
¿Le habrá pasado algo?
¡No sé, pues yo no lo he
podido ver!
- Conforme iban subiendo,
una sombra se iba esfumando
y en la sombra.., una
sonrisa…
y un suspiro, en la escalera,
iba quedando -.
¡Mami…, mami…!,
- dijo la niña, extendiendo
los brazos hacia una silla,
donde inerte…, y sin vida - :
¡la
abuela…, a la niña miraba…!
¡¡¡ Por encima de la muerte…, a la que traspasaba !!!
A la memoria de Isabel
Guerrero y en honor de su nieta y de su familia. Hija: Ana Isabel y su yerno Enrique
Cristóbal Moreno Romero 22 de abril de 2013
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Imagen de www.todocoleccion.net
4 comentarios:
¡Extraordinario, impresionante,muy emotivo!. Has hecho bien en publicarlo Cristóbal. Te seguimos día a día por tu maravillosa naturalidad al escribir. Un abrazo muy fuerte para la familia y esa niñita que Dios ha tocado, a través de su abuela, con la vara de la eternidad.
Muchísimas gracias Cristóbal por tus hermosas palabras, por tu sensibilidad y por tu generoso trato. Gracias!!! Me ha encantado compartir la tarde contigo y tu familia, recordando a mi ángel de la guarda, mi Mamá!!
Muchísimas gracias Cristóbal por tus hermosas palabras, por tu gran sensibilidad al escogerlas y por tu maravilloso trato. Gracias!! Me ha encantado compartir la tarde contigo y tu familia, recordando a mi ángel de la guarda, ¡Mi mamá!
Un beso para esa madre coraje,su niñita y su ángel de la guarda de un amigo muy lejano.
Conocía parte de la historia pero me he quedado está noche impresionado.
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