lunes, 9 de septiembre de 2013

"Añito y medio", por Cristóbal Moreno "El Pipeta"

EL POEMA QUE NO QUERÍA PUBLICAR
A todos nos consta que: tras el fallecimiento de un ser querido –también se puede dar por un conocido o incluso por un enemigo, pero no con todo el mundo- en las primeras semanas tras su defunción, tenemos la sensación de sentirlo e incluso verlo en cualquier lado de la casa o en otro lugares de apego. Especialmente de noche -o en ciertos lugares a cualquier hora-, notamos su presencia inmediatamente cercana, tan cerca que se nos eriza el pelo y se nos pone la carne de gallina con su aliento. También somos conscientes de que son malas pasadas que nos repara nuestro cerebro. O bien, que el espíritu (porque la mayoría se van de improviso) aún no se quiere marchar al más allá por querer estar con nosotros, darnos las gracias, despedirse, hacernos pagar algún mal que le hemos hecho o pedirnos algo en su favor. La cuestión es que está ahí. Yo lo he notado tantas veces; aún hoy, con mis seres más queridos persiste esa sensación.

También nos damos cuenta de que lo que ayer tanto amábamos u odiamos, hoy, tras su fallecimiento, el solo pensar verle como un espectro nos da miedo; ya no es de este mundo, por tanto, no es que reneguemos de la persona ¡no!, renegamos del espíritu por no pertenecer ya al mundo de los vivos ¡no podemos con los desconocido!. Para todo esto los sicólogos y psiquiatras tendrán una explicación y los espiritistas otra. Y a veces ninguna de las dos razones nos servirán.
            ¡Pues bien, con respecto a este tema que hoy toco, ninguna de las dos nos valen y las dos nos sirven!, cada cual que escoja la que mejor le plazca o convenza.
            Muchas personas se preguntarán el motivo no haber contado todo esto en su momento, y la explicación es bien sencilla: como era digno de resaltar tan significativo, extraño y emotivo hecho, el mismo día (como en otras ocasiones ya conocidas) me inspiré en el halo del momento y casi sin pensar comencé a escribir unos versos, elegía, oda, historia o como ustedes quieran llamarlo, que prácticamente se escribieron solos, como si una fuerza invisible dirigiera mis dedos sobre las teclas del ordenador. Me gustó, pero lo aprecié duro para el momento tan crítico, que como es natural, padecía especialmente su hija.  Y tras consultarlo con amigos y familiares de los dolientes, así como el propietario de la página, estuvieron conmigo en que había que dejar pasar el tiempo, así como pedir autorización a los padres de la niña para su publicación. Primero lo hice con el padre que me aconsejó dejar correr los días para enseñárselo a su esposa, hasta que, no hace mucho pude hablarlo con Ana María y me dio su consentimiento.
            Habiendo pasado el tiempo, pero no el dolor, el que mentalmente cambió de opinión fui yo, y quise guardármelo como un poema anónimo de actores para sacarlo públicamente cuando yo, el autor, lo estimase oportuno y donde me viniera en gana. Finalmente he llegado a la conclusión de que, el día de mañana, para la propia niña y todos sus descendientes sería muy bonito conocer quiénes fueron los que, con nombres y apellidos, vivieron en su vida este bonito, extraordinario y entrañable suceso, digno de evaluación extraterrenal en el mundo de las almas o espíritus, como en lo social y psicológicamente humano al poder evaluar o no en esta forma la medida del querer, hasta el punto de salir el alma del cuerpo y ya en espíritu poder hacer por un vivo algo que no es tangible.  Basado en lo inexplicable e imposible, pues pregunto: una niñita de año y medio podría abrir una puerta cerrada con llave (primero que no llega a la cerradura), bajar 22 escalones (esto a lo mejor), volver a abrir la puerta de la calle (pudiera estar abierta) e ir andando cogida de una mano invisible (imagínense una mano levantada y asida hacia otra más alta –como normalmente cualquiera llevamos de la mano a un pequeñín-) y hablando hacia la nada (como si hablara con alguien) diciendo “¡mami…mami…!” que es como ella llamaba a su abuela. Solo dos cosas son posibles “bajar los 22 escalones y traspasar la puerta de abajo hacia la calle si esta estaba abierta. Las otras dos entran dentro de lo inexplicable.

            Y…, e ahí, el poema, ustedes juzgarán.
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AÑITO Y MEDIO

En medio de la calle:… una flor
¡Añito y medio tiene, la pobrecita!
¡Qué lástima de niña!
Un halo de gloria la rodea
al que sonríe y da la mano.
Ni grita ni llora, balbucea,
“¡Abu..lita, mami…!”
¿Qué hace esta criaturita, sola en la calle?
-El vecino se preguntó-
Cogiendo la otra blanca manita,
que la niña le tendió como para estar entre dos.
¡Pero si es la nieta de Isabel!
-Asombrado, el vecino susurró-
Y llamando a la entreabierta puerta
nadie le contestó.
¡Isabel…Isabel..!
¡Isabel….que la niña ha bajado sola,
no se como ha podido ser
con añito y medio
y aún sin poderse mantener
…veinte escalones
ha bajado sin caer!
¡Isabel….que tu nieta estaba en la calle
tras recorrer el salón
abriendo la puerta
y el pestillo descorrer
sonriendo….sin echar a correr
¡¿…estás ahí Isabel?!
-Contestó el eco de un silencio
y el silbido de la brisa-
¿Qué pasa paco, que tanto gritas?
-El yerno de Isabel le preguntó-
¡La niñita…, es muy extraño…,
desde arriba, con añito y medio,
sola, pobrecita…los escalones ha bajado,
y la puerta, cerrada, abrió
y en la calle se ha plantado,
hablando…balbuceando…
como si…, como si con alguien hablara…
y la abuela… no contesta…!!!
¿Le habrá pasado algo?
¡No sé, pues yo no lo he podido ver!
- Conforme iban subiendo,
una sombra se iba esfumando
y en la sombra.., una sonrisa…
y un suspiro, en la escalera, iba quedando -.
¡Mami…, mami…!,
- dijo la niña, extendiendo los brazos hacia una silla,
donde inerte…, y sin vida - :
 ¡la abuela…, a la niña miraba…!
¡¡¡ Por encima de la muerte…, a la que traspasaba !!!

A la memoria de Isabel Guerrero y en honor de su nieta y de su familia.  Hija: Ana Isabel y su yerno Enrique
Cristóbal Moreno Romero  22 de abril de 2013
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Extraordinario, impresionante,muy emotivo!. Has hecho bien en publicarlo Cristóbal. Te seguimos día a día por tu maravillosa naturalidad al escribir. Un abrazo muy fuerte para la familia y esa niñita que Dios ha tocado, a través de su abuela, con la vara de la eternidad.

Ana Isabel Gómez Guerrero dijo...

Muchísimas gracias Cristóbal por tus hermosas palabras, por tu sensibilidad y por tu generoso trato. Gracias!!! Me ha encantado compartir la tarde contigo y tu familia, recordando a mi ángel de la guarda, mi Mamá!!

Anónimo dijo...

Muchísimas gracias Cristóbal por tus hermosas palabras, por tu gran sensibilidad al escogerlas y por tu maravilloso trato. Gracias!! Me ha encantado compartir la tarde contigo y tu familia, recordando a mi ángel de la guarda, ¡Mi mamá!

Anónimo dijo...

Un beso para esa madre coraje,su niñita y su ángel de la guarda de un amigo muy lejano.
Conocía parte de la historia pero me he quedado está noche impresionado.