Aunque no podamos afirmar que lo hacen con una intención premeditada -como, por ejemplo, con el noble propósito de evitar que cunda la indignación entre los electores-, hemos de reconocer que el mensaje explícito que lanzan los políticos, y que, a una, nos transmiten todos los medios de comunicación, es que esta crisis económica mundial es un fallo exclusivo del sistema y que, por lo tanto, no podemos señalar a ningún culpable.
Si no avanza el tren, en el que -instalados en diferentes categorías- todos viajamos, y si recula sin que podamos frenarlo, es porque la máquina se ha estropeado y no porque los técnicos sean unos ineptos y los maquinistas unos aprovechados: es porque algunas de las piezas no están bien ajustadas, y no porque, por culpa de los que llevan el volante, la máquina se ha salido de la vía y corre sin rumbo.
Nosotros opinamos que las claves de la crisis –ese profundo agujero del que los economistas, los políticos, los periodistas y ni siquiera los espeleólogos aciertan en divisar el fondo- están encerradas en la caja negra que nadie se atreve a abrir. La razón del despiste tan generalizado que sufren los “especialistas” estriba, en cierta medida al menos, en la decisión de poner parches mientras que renuncian a profundizar en las raíces éticas de la dolencia. Como ocurre con el dolor, con la fiebre y con los demás síntomas patológicos, estos trastornos económicos deberían hacernos conscientes, al menos, de que el motor de la conciencia moral y social ha fallado.
Nosotros opinamos que las claves de la crisis –ese profundo agujero del que los economistas, los políticos, los periodistas y ni siquiera los espeleólogos aciertan en divisar el fondo- están encerradas en la caja negra que nadie se atreve a abrir. La razón del despiste tan generalizado que sufren los “especialistas” estriba, en cierta medida al menos, en la decisión de poner parches mientras que renuncian a profundizar en las raíces éticas de la dolencia. Como ocurre con el dolor, con la fiebre y con los demás síntomas patológicos, estos trastornos económicos deberían hacernos conscientes, al menos, de que el motor de la conciencia moral y social ha fallado.
Esta crisis económica es, además, una llamada de atención para que los responsables se detengan, hagan un diagnóstico acertado y apliquen los remedios eficaces. Pero el cuadro de síntomas se complica gravemente cuando, en vez de interpretar correctamente esas advertencias, los “curanderos” se empeñan en ocultarlas mediante la aplicación de simples calmantes que nos distraen pero que no eliminan el daño: no podemos curar el cáncer que nos corroe las entrañas –la conciencia- con una simple aspirina.
Está bien que los políticos serenen los ánimos de los ciudadanos a condición de que, al mismo tiempo, concentren sus energías en la búsqueda de soluciones eficaces; no es admisible que resten importancia a los problemas ocultando sus datos fundamentales. Si no es suficiente, como ha hecho Obama, denunciar las raíces éticas de unas prácticas perversas, tampoco es válido, como acostumbra algunos de nuestros políticos, generar unas ilusionantes expectativas, sin identificar el origen de los males o, lamentarse sin proponer remedios concretos.
En el fondo de crisis económica actual encontramos una crisis de humanidad que consiste en considerar que la parte más importante del ser humano es el bolsillo. Las raíces hondas de esta crisis que presenciamos todos, que lamentamos muchos y que sufren los de siempre, se ahonda en un egoísmo suicida que anula la cooperación y la solidaridad. Mientras que no orientemos todas las actividades económicas por un concepto integrador del ser humano que considere la dimensión individual-personal y la social-comunitaria, mientras que se concentren todos los esfuerzos en resolver sólo la crisis económico-financiera aplicando la única receta de los despidos baratos y de los recortes de salario, dejando empantanada la crisis de humanidad, los problemas más graves seguirán acuciando a la gran mayoría de ciudadanos.
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*** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero,
catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director
del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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