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Un regalo para interpretar, valorar y seguir disfrutando
Las razones del arte
Barcelona, 2023
Partiendo del hecho de que arte es uno de los lenguajes humanos usados desde la prehistoria, el filósofo francés Michel Onfray analiza los permanentes cambios que sus “significantes” y sus “significados” han experimentado hasta nuestros días. Explica cómo su evolución, determinada por factores psicológicos, sociológicos, ideológicos y económicos, configuran las diferentes culturas, y concluye que, para interpretar sus mensajes presentes y futuros, es indispensable que conozcamos sus pasados aplicando las claves que descubren sus peculiares y cambiantes sentidos.
Se apoya en un principio fundamental: desde las primeras hasta las más actuales obras de arte todas manifiestan la peculiar concepción de la vida humana de cada cultura, de cada tiempo y de cada autor. Concluye que la interpretación, la valoración y el disfrute de los sonidos, volúmenes, colores o dibujos exigen que identifiquemos sus mensajes sobre la vida y la muerte, sobre el bienestar y el dolor, sobre la risa y el llanto. ¿Por qué? Porque los artistas expresan lo que ellos sienten y lo que desean transmitir, pero somos nosotros, los espectadores, quienes, después, percibimos, interpretamos y valoramos sus obras como verdaderas creaciones artísticas.
En su recorrido histórico explica con claridad y con detalle cómo las escultoras griegas, por ejemplo, más que crear belleza se proponen mantener una imagen, -una idea- en el tiempo, detenerla con la pretensión de luchar para alcanzar la eternidad, los romanos, por el contrario, celebran el tiempo presente y lo retratan para detenerlo como es, real y concreto. En la Edad Media los Santos Padres, los teólogos escolásticos y los escultores, los arquitectos, los músicos y los pintores proporcionan cuerpo y visibilidad al Jesús del Evangelio. En el Renacimiento se refieren al mundo anterior al cristianismo mediante alegorías, símbolos y metáforas.
Después es cuando los paisajes pasan a ser los actores principales, el personaje desaparece, el fondo ocupa la parte delantera de la escena y los objetos triviales recobran su nobleza. Desde este momento el talento reside en la proximidad a la realidad y, después, paradójicamente aparece la abstracción que ensalza, más que los colores, el gesto y la energía. Señala cómo cuando Marcel Duchamp (1887 – 1968) abrió el arte a las dimensiones “icónicas” –dotándolas de valores simbólicos- es cuando se descubrieron nuevas posibilidades generando diferentes ámbitos y distintas actividades como, por ejemplo, las instalaciones y las perfomances sin que se anularan las pinturas vanguardistas que proponían unos nuevos caminos imaginarios como, por ejemplo, el sueño o, incluso, la alucinación voluntaria.
A mi juicio, esta detallada, profunda e importante obra, a pesar de su brevedad, es un regalo que nos proporciona unos principios válidos, unos criterios concretos y unas pautas prácticas para interpretar, valorar y disfrutar de las obras artísticas de las diferentes épocas y, de manera especial, de las creadas en nuestros días. El punto de partida de sus análisis nos sirve, al mismo tiempo, para extraer una conclusión: La interpretación y la valoración del arte contemporáneo exigen que, igual que las de cualquier época, conozcamos los criterios y las pautas adecuados para “leerlas”, para que, disfrutando, identifiquemos sus mensajes actuales.
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