jueves, 1 de octubre de 2020

"El difícil arte de la conversación", por José Antonio Hernández Guerrero

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El difícil arte de la conversación                   

Tras comentar el último artículo sobre la imprescindible necesidad de aprender a escuchar para establecer una buena comunicación, Agustín nos propone que conversemos sobre el difícil e importante arte de la “conversación”.

Nos recuerda que aprendemos a hablar de manera natural en nuestros hogares. Después -nos dice-, en los diferentes niveles de la enseñanza, mejoramos la pronunciación y la gramática, enriquecemos el vocabulario y la escritura. Pero, sin embargo, “no le damos importancia ni dedicamos tiempo a aprender a conversar”. Aunque al principio nos sorprende su propuesta, pronto coincidimos en que conocemos a personas que hablan en público de manera brillante y escriben apasionantes novelas, pero son unos aburridísimos conversadores.

En mi opinión, una de las razones de esta “incompetencia” para conversar reside en la dificultad que tienen algunos profesionales -profesores, médicos, políticos, sacerdotes o abogados-,  para escuchar atentamente a los demás. No han aprendido que la conversación es un encuentro en el que damos y recibimos, escuchamos y hablamos. Para que sea una verdadera conversación es imprescindible que intercambiemos experiencias en un plano de igualdad y situados todos en el mismo nivel. Es imposible conversar con quien está encaramado encima de una tarima, de una cátedra o de un púlpito. Antonio nos explica que conversar no consiste, como algunos afirman, en emitir y en recibir informaciones, sino en intercambiar experiencias sobre diferentes maneras de percibir y de vivir unos hechos compartidos. Es ahí donde reside la importancia de la conversación como senda para conocernos a nosotros mismos y como ocasión para contrastar nuestra visión de la realidad con las personas próximas, en un clima de cordialidad.

Para conversar necesitamos, efectivamente, activar todos los sentidos porque, para comprender el significado de las palabras de nuestros interlocutores necesitamos no sólo escucharlos sino también ver los movimientos de sus brazos y de sus manos y, sobre todo, advertir las expresiones de sus caras, de sus ojos y de sus labios. Me atrevo a decir algo más: es imprescindible “escuchar” pero también, en cierta medida, ver, oír, oler, gustar y tocar porque nuestras palabras no cumplen plenamente su función hasta que logramos captar las resonancias que han producido en la persona con las que conversamos. Por eso los especialistas coinciden en que, en los mensajes por teléfono, WhatsApp o chats, perdemos una elevada cantidad de matices que son necesarios para establecer una verdadera conversación.

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Imagen de Flickr

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Increíblemente cierto para el pueblo llano que se maneja en ello a diario, aunque hablar no sea solo emitir unos ordenados sonidos y hacerlo con la boca, pues hay muchas formas de comunicarse aunque tengan otros nombres distintos al de hablar, por ejemplo: escribir o el lenguaje de sordomudos, pues también están los visuales, morse etc...
Y el WhatsApp es una simplicidad apabullante de exterminar a la palabra hablada o escrita, además de un arma muchísimas veces inconsciente pues el destinatario llega hasta a hacerse una idea muy distinta del entrecortado o inalfabetizado mensaje y, sin darte ni siquiera cuenta has perdido a un amigo o amiga que lo mal interpretó. La gramática aquí es otra muy distinta a la real e inclusive hasta los vídeos se mal interpretan mandados con doble intención a un receptor que no comulga con su sentido, y más si son politicos y te encuadran con esa política contraria al que lo recibe.
Pero todo, mal o bien escrito, dicho o expuesto con señales es comunicación.
Hasta que los de arriba no sepan bajar escalones no sabrán comunicar universalmente lo que quieran decir.
Lo de ellos y entre ellos, está estudiado...
Muy buen artículo, señor, como la totalidad de sus comedidos mensajes.
Gracias por asomarse por estas ventanas, demuestra ser de y para todos...
¡Usted sí que sabe!
Encantada de leerle.

E. Alonso dijo...

Este artículo, como su comentario, podía haber salido de la pluma de un defensor del siglo XII a XIII del mester de clerecía contra el profesor del Monasterio de San Millán de la Cogolla, Gonzalo de Berceo.

"Berceo fue el más importante representante del mester de clerecía. Depuró el idioma castellano, en su variedad dialectal riojana, para lo cual trasvasó numeroso vocabulario desde el latín (cultismos) y recurrió a fórmulas de la literatura oral tradicional y del mester de juglaría"

"Las personas de cultura en la baja Edad Media escribían en latín, sin embargo, las obras del Mester de Clerecía están en romance. Esto es porque los eclesiásticos comprendieron que en un determinado momento la mayoría de la población no entendía ya el latín y decidieron que la única forma de ejercer su influencia didáctica era escribir en romance".

La evolución de la lengua se asemeja a un río que, tras brotar puro, termina ramificándose en varios afluentes y contaminándose en su trayecto. Vivo ejemplo de ello fue lo que le ocurrió al latín culto delos legionarios romanos que llegaron a nuestra España. Gracias al paso del tiempo, el pueblo llano, transformó el latín culto en las distintas lenguas que usamos. Gallego, catalán, valenciano y como no, el castellano. Fue parecido a lo que está ocurriendo actualmente. Por eso, no debemos de poner el grito en el cielo porque se va cambiando el idioma por el uso cotidiano de muchas palabras.

Si por las causas que sean, España y el mundo van cambiando su formas de comunicarse, esto no hay nadie que lo pare, lo mejor que se puede hacer es aprender a conversar como lo hacen las personas en la calle.

E. Alonso dijo...

Nos guste o no, la realidad es que cada vez hablamos más con robot y aparatos electrónicos que con las personas y esto nos conducirá que las formas actuales de mantener una conversación, con sus periodos de escucha y respuesta desaparecerán.
Los métodos tradicionales de comunicación, tanto oral como escrito irán transformándose en lenguaje robótico.

Tanto la palabra como la escritura, desde su nacimiento, se acomoda a formatos y contextos sociales. La “hipnosis de las pantallas de los cacharritos que antes se llamaban teléfonos” generan que los mensajes deban ser instantáneos y fugaces, como una norma donde se persigue la rapidez. Esa será la forma de entablar nuestras conversaciones, también entre los humanos.

Campuscrea dijo...

Estoy sorprendido -gratamente sorprendido- por los comentarios que ha suscitado el tema de la conversación. Todos ellos me estimulan para que siga conversando con vosotros -mis amigas y mis amigos- para que os siga escuchando y aprendiendo. Un abrazo agradecido. José Antonio

E. Alonso dijo...

El maestro es usted. Me agrada de leer sus artículos sobre todo en su forma. En el fondo, aunque sean interesantes, no comparto la espiritualidad que en muchos de ellos están impregnados.
Podemos ver las cosas, los problemas humanos, sin que la paloma esté presente. Los humanos podemos resolver nuestras cuestiones y problemas sin necesidad de acudir y rezar a la nada para que resuelva nuestros problemas, por muy sencillos o graves que sean.
Quitando ese pequeñito asunto, sus artículos manan sabiduría y ejemplaridad muy necesaria en la sociedad actual. Seguiré atentos a sus artículos y daré mi opinión sobre ellos de forma respetuosa y sincera.

Anónimo dijo...

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Dicen que la mejor conversación
puede que sea el silencio
o la de muy pocas palabras
y que sin duda si lo es
la que con los ojos se habla.
Los ojos no saben mentir,
tampoco disimular,
los ojos expresan tu estado
dicen, aunque no lo pretenda
lo que se siente y piensa.
Y eso no es telepatía
eso es y así lo creo
hablar con el corazón.

Antonio. -

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Cristóbal Moreno dijo...

PARA ANTONIO "EL NIÑO DEL CORCHADO"

No, Antonio...,
no y si,
y no solo eso,
las conversaciones son
como tus poemas:
tus poemas son
la propia vida;
los escribes con el alma,
se leen con los ojos
y los ojos hablan,
y como dices,
se sienten con el corazón.

Tanto que...,
hasta tú mismo eres
un sabio poema
porque estás lleno
llenito lleno
y rebosante
de encarcelada
y mundóloga poesía;
copiosa poesía,
poesia libre,
libre y popular.

CMR