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Combatir el aburrimiento
Aunque estoy de acuerdo con el sociólogo Salvador Giner en que las dos formas más frecuentes de estupidez son el optimismo y el pesimismo, pienso que hay otra tercera, probablemente más extendida en la actualidad: el excesivo realismo.
Para lograrlo hemos de intentar integrar los objetos y las acciones en un proyecto global y personal que nos proporcione unidad y coherencia, que nos trascienda, que nos descubra lo maravilloso en lo cotidiano. Pero la verdad profunda es -querida María del Carmen- que, como tú me repites, cuando sólo experimentamos con los sentidos, sin añadir unas gotas de imaginación, de ilusiones, de confianzas, de esperanzas y sobre todo, de amores, no podemos disimular el aburrimiento y el hastío.
Empujados por cierta vocación de esclavitud, nos sometemos a las dictaduras de una realidad que nos aburre y nos abruma, nos esclaviza y nos debilita, nos coacciona, nos hastía y nos infunde miedos porque, paradójicamente, con frecuencia otorgamos a la realidad unos poderes tiránicos que nos mantienen en permanente angustia. Si pretendemos que la realidad no abuse de nosotros y que disminuya su hiriente y cruel dureza, hemos de fortalecer nuestra subjetividad; hemos de relativizar los hechos, jerarquizar los valores, pensar, imaginar, confiar, esperar y, sobre todo, amar. Un abrazo.
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