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La habilidad para sacar “beneficios” del “oficio” político
Las ideas de este texto me las sugiere la nueva lectura de Las aves, aquella comedia en la que Aristófanes nos cuenta cómo Evélpides y Pistetero, hartos de desórdenes, de pleitos, de cávalas y de intrigas de los políticos profesionales, huyen de Atenas y se encaminan al país de las aves con la ingenua pretensión de integrarse en una comunidad de animales voladores.
Huye así de los “mesías” aprovechados, de aquellos que, tienen singular habilidad para sacar “beneficios” económicos del “oficio” político. Se lamenta del vacío ético ciudadano producido por el alejamiento de pensamiento y pautas de comportamiento y, más concretamente de la ausencia de códigos de símbolos imprescindibles para fundamentar y para orientar las conductas individuales y las relaciones sociales.Las ideas de este texto me las sugiere la nueva lectura de Las aves, aquella comedia en la que Aristófanes nos cuenta cómo Evélpides y Pistetero, hartos de desórdenes, de pleitos, de cávalas y de intrigas de los políticos profesionales, huyen de Atenas y se encaminan al país de las aves con la ingenua pretensión de integrarse en una comunidad de animales voladores.
Pienso que quien ha explicado de una manera más clara y detallada las diferentes propuestas para rellenar estos huecos “ideológicos” ha sido el ensayista George Steiner, en su libro titulado Nostalgia del absoluto. Resulta sorprendente la facilidad con la que muchos autodenominados intelectuales, al mismo tiempo que olvidan o niegan los contenidos de la religión tradicional -esas sustancias que han alimentado nuestros pensamientos, nuestras convicciones y nuestros comportamientos- tratan de sustituirlos con unas creencias y con unos ritos muy semejantes. Este autor parisino nos muestra cómo dichas teorías filosóficas, políticas y antropológicas son construcciones alegóricas copiadas casi literalmente de los principios religiosos que ellas tratan de reemplazar.
En esta ocasión, por lo tanto, no me refiero a los ritos, a las ceremonias, a los emblemas o al vocabulario, sino que pienso en ese mesianismo visionario con el que algunas doctrinas laicas predicen el futuro dibujando un cielo terrenal, y en la renuncia ascética que impone compromisos perpetuos y absolutos. Recordemos cómo, no sólo el marxismo, sino también los partidos actuales de derecha, de centro o de izquierda, exigen a sus militantes una implicación total de sus conciencias y de sus personas y una dedicación plena a sus actividades. Es posible que aquí se sitúen las raíces de esas prácticas tan extendidas como, por ejemplo, las listas cerradas o la disciplina de votos en el Congreso de Diputados.
Pero, en mi opinión, mucho más peligrosos que los creyentes radicales e integristas de la política son los “vivos” que, aprovechándose de la credulidad de sus fieles y de la inmunidad parlamentaria, se dan la buena vida: los que, predicando la igualdad, la libertad y la solidaridad, no reparan en medios para situarse por encima de sus correligionarios y para lograr que su patrimonio personal aumente desmesuradamente.
Estoy de acuerdo en que la gran mayoría de los políticos son honrados, pero también reconozco que, quizás por no existir una política global, organizada y programada contra la corrupción, esas manchas tan notorias contaminan toda la acción política porque, al restar credibilidad, socavan directamente los pilares del sistema democrático. ¿Cómo -me pregunto- esos dirigentes, que tan rápidamente descubren la podredumbre de los adversarios, no advierten el hedor que desprenden esos colegas ostentosos y horteras que, sentados a su verita, alardean de riqueza y nos demuestran a los demás que son unos aprovechados de la política?
1 comentario:
Cuando las hienas huelen la carne (los políticos huelen las cajas llenas), se reúnen en piaras y vencen cualquier resistencia por muy fuerte que sea y les quitan los restos del animal muerto a tigres, guepardos y leones. Los políticos corruptos (ya sentenciados por sus corruptas acciones) en vez de la fuerza bruta utilizan el poder, a otros politicos confiados y a la inteligencia y se quedan con el dinero que las tontas e inofensivas ovejas y sus corderos han reunido para subsistir en los prados sedientos de la finca donde pastan y viven.
Ninguna de las dos especies tienen escrúpulos y se hacen políticos porque es la mejor forma de acercarse a las "perras". ¿Veis la genética perruna entre las hienas y esos escasos pero temibles buscavidas que son algunos politicos sin conciencia? Pues así limpian las arcas del Estado, tal como las hienas limpian hasta los huesos de los muertos sin haberlos cazado ellas. Menos mal que existen en toda la selva más politicos honrados que hienas.
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