jueves, 11 de octubre de 2018

"58 segundos" (Relato verídico), por Manuel Mata

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58  segundos
( Relato verídico)
A lo largo de nuestra existencia hay un día -sólo un día- en que se produce una coincidencia sublime, un salto cuántico, una intervención divina, y el Destino nos pone delante de nuestras narices al Gran Amor de Nuestra Vida.  Otra cosa es que lo identifiquemos.
Nos puede pillar mirando para otro lado, atentos al sorteo de la  Champions League, o durmiendo (que todo puede ser). También podría ocurrir que la otra parte contratante no esté -en ese momento- disponible, y no acepte, siquiera, el primer intercambio de señales sensoriales previas a todo lance amoroso.

Debo confesar que soy un afortunado, pues, en mí caso, concurrieron todas las fases del proceso para ser calificado como tal. A saber: detectado, reconocido, aceptado, correspondido, desarrollado y disfrutado.

Duró, exactamente, cincuenta y ocho segundos.
CAPÍTULO I
Tengo treinta y seis años, ejerzo de profesor de Historia Contemporánea en la Complutense, y vivo en un piso pequeño pero acogedor en una calle secundaria del barrio de Chamberí. Para mis desplazamientos laborales utilizo el metro desde Iglesia hasta Cuatro Caminos y allí trasbordo a línea 6 que me deja a las puertas de la Ciudad Universitaria.
Los hechos que aquí se narran acaecieron en la estación intermedia de Guzmán el Bueno: Dos trenes que se cruzan, un minuto de pausa para que los viajeros entren y salgan, pitido, cierre de puertas, y en marcha otra vez. En ese minuto -bueno, perdí dos segundos en salir del ensalmo-  ocurrió todo: Dos ventanas que quedan frente a frente, dos miradas que se encuentran, conexión límbica, atracción sexual y el amor floreciendo en todo su esplendor.

Ella, pendientes de oro con cierre de tuerca, jersey de cachemir blanco, pantalón fluido rojo annato, bolso clutch de Parfois, fular de seda con dibujos estampados y pelo recogido en la nuca con pasador de concha, apoya su mano abierta sobre el cristal. Yo, el alma y todos mis poemas  escritos y por escribir.  Sonreímos  -nos sonreímos- al tiempo que los convoyes reinician la ruta.

Y después el vacío.  Cual espejo sin azogue, el policarbonato me devuelve, en primer plano, el rostro difuso de un personaje homodiegético, y detrás, a modo de claque silenciosa, figurantes con pinganillos en las orejas, observando las telarañas del techo, o leyendo el último best-seller de Ken Follett.

CAPITULO II

Los siguientes dos meses los pasé viajando, ida y vuelta, en ese mismo tren, a esa misma hora, y a esa misma estación. Resultado: Negativo.

Durante una semana contraté un anuncio en los cuatro periódicos gratuitos que diariamente se reparten en las bocas de metro de todo Madrid. Resultado: Negativo.

Pedí excedencia en la facultad y permanecí, durante otros dos meses, sentado, desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde, en un banco del andén, bajo el anuncio de la segunda temporada de “Las Chicas del cable”,  observando, al detalle, cada tren, cada vagón, cada mujer. Resultado: Negativo.

Aprovechando que una de mis alumnas es hija del concejal de Transportes y Movilidad,  y que los exámenes finales están a la vuelta de la esquina, le sugerí -al padre- la posibilidad de visionar la grabación de la cámara de seguridad de ese día, de ese tren, de esa hora. Resultado: Sólo con autorización judicial y, exclusivamente, para casos de agresión, robo o delito de xenofobia, se puede acceder a la cinta.

En el apeadero de Guzmán el  Bueno colgué una pancarta de tres metros por uno y medio con la lectura: “Chica de la ventana, te amo”, y al pie los nueve dígitos de mi teléfono. Resultado: Hasta el día que solicité la baja -absoluta y para siempre- de ese móvil, recibí seis mil doscientas cuarenta y ocho llamadas; ninguna de ellas del amor de mi vida.

Por último entré en antena en uno de esos programas nocturnos de locutora con voz dulce y sensual, al que acuden noctámbulos, frustrados y desesperados a contar sus tristes vidas, sus desencuentros afectivos y lo mal que lo están pasando. Resultado: al día siguiente me llama Juan José Millás, ofreciéndose a escribir una novela sobre el particular siempre que le cediese los derechos de autor. Le dije que sí.

CAPITULO III

Y ahora, mi última oportunidad. He plasmado en estos tres folios mi historia y la he enviado a todos los blogs, páginas web, prensa digital, revistas on-line y webzines de España con la esperanza de que algún lector, o lectora, me facilite alguna pista que dé lugar al reencuentro, esta vez sin barreras artificiales por medio.

Por favor, en caso positivo envíe correo electrónico a: eulogchicaventana@hotmail.com

Espero tener suerte.

Eulogio Pérez de la Rosa.

Madrid.

P.D.- Muchas gracias a D. Bernardo Medina, administrador de Buceite, por publicar mi carta.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Una verdadera historia que demuestra que el amor existe, quiero que la lea mi marido, pero antes como no me fio de Manolo Mata quisiera que Bernardo que es un hombre serio me diga si es verdad o no.
Gracias.

Anónimo dijo...

Entre tanta independencia de Tesorillo viene bien una cosa simpática y entretenida.

Anónimo dijo...

Bonita a la vez que triste historia,
Cupido esta vez estuvo muy rápido
te dio muy pocas oportunidades,
después de que hizo la mejor diana
de que sus tiros, nadie haya contado.
Ya que dio en el lugar y punto justo
donde se agolpan todas las células
que dan vida y realidad al gran amor,
a ese amor que es la vez platónico,
y también amor carnal, amor con sexo,
cosa que es muy difícil sentir
y todos aquellos que lo sienten,
que en verdad, que son muy pocos
raramente y difícilmente, son felices,
si no consiguen que ese amor llegue,
se realice, se realice y consuma
aunque sea solo un momento.
El que después de mucho buscarlo,
y por fortuna consigue reencontrarlo,
sin duda es el súmmum de la felicidad.
Búscalo, sin descanso, no desesperes,
búscalo hasta que lo encuentres
y disfrútalo, aunque solo un instante fuese,
podrás vivir, aunque parezca mentira
de ese fugaz reencuentro, aunque fugaz,
la maravillosa felicidad, de aquel recuero.
Búscala, si la encuentras y la unión perdura,
será la felicidad completa aderezada con locura.

Buena suerte en el empeño
y San Antonio Bendito
patrón del que amor busca,
te eche un cablecito o una cuerda
y que, en otro extremo, esté ella,
aquella chica que en el cristal
posaba su mano abierta,
que a ti, te tiene quitado el sueño,
y que te trae de cabeza.

Anónimo dijo...

Preciosa narración, me ha encantado.... como siempre!!!.
Espero que haya un próximo capítulo y por supuesto con final feliz. Me he quedado con un nudo en la garganta. Eulogio si hubieras puesto el cartel en el andén de San Pablo tus plegarias hubieran tenido éxito....

Guía de la narración

El narrador que se encuentra fuera del relato o diégesis, se llama narrador heterodiegético. Hetero, palabra de origen griego que significa: “otro”, “diferente”. Diégesis, palabra de origen griego que significa: “narración”, “relato”. El narrador que se encuentra dentro del relato se llama narrador homodiegético.

Anónimo dijo...

Nada, otra vez a tener que echar mano del diccionario del Google:
Límbico, claque, clutch, y ya para nota homodiegetico.
Hombre por favor

Pacurro dijo...

Sublime Manolo, por cierto cuanta cultura por estos lares

Anónimo dijo...

https://www.rockandpop.cl/2017/04/recuerdas-al-joven-buscaba-la-chica-del-metro-la-joven-respondio-no-esta-nada-feliz/

Anónimo dijo...

En un tren, en un autobús, en un barco o en avión puede pasar lo mejor y lo peor que los humanos pueden dar de si mismos.
La historia de Mata ficticia 100% diga lo que diga él no tiene nada que ver con lo que pone el comentario de 5.20.
La chica sí acepta el juego de la seducción.