lunes, 13 de agosto de 2018

El "Banquete de los Herennios" en las próximas Jornadas de Historia y Arqueología de Jimena

La Asociación Tanit ha publicado este relato en el libreto de Feria de Agosto de Jimena 2018 celebrada este fin de semana. Un adelanto del teatro histórico que se representará en la primavera de 2019 en las XXVI Jornadas de Historia y Arqueología de Jimena de la Frontera, y que nos acercará a la Oba romana.
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Con este relato os animamos a compartir un nuevo viaje en el tiempo bajo los augurios de la Diosa Tanit. La apasionante ciudad de Oba aguarda nuestra visita ¡Esperamos vuestra
participación! 

BANQUETE DE LOS HERENNIOS

En tiempos del emperador Tiberio, la familia Herenniana tenía el honor de recibir en su Domus a Livia, rica heredera de Corduba y prima retirada de Agripina, la nieta favorita del primer emperador Augusto. Livia, ligera de casco y adicta a los buenos banquetes, gozaba del prestigio del “Cesar”, aunque curiosamente nunca hubiese conocido a su prima lejana

Fabiano consideraba que sería una de las mejores oportunidades de su vida, por ello invocaba a los dioses del cielo y del inframundo en el templo de la ciudad. No era un esclavo cualquiera, era un gran cocinero, el mejor coquus, apoyado en la reputación que le otorgaba su origen griego. Soñaba con un gran festín y lograr la libertad ocupando un lugar importante en la cocina de la misma Roma.

Tras las plegarias en el templo de la ciudad de Oba, el mercado bullía con agitación. Los ediles evitaban los fraudes de los comerciantes, vigilando los pesos y medidas. El mercado ubicado en el foro en la colina, cercano al templo, simulaba un microcosmo del imperio, con vinos de Grecia, grano del Norte de África o el mejor garum de la cercana ciudad de Baelo.

Pronto regresaría a casa con un ánfora del mejor aceite de oliva de la serranía de Acinipo. En el vestibulum, sentado en uno de los escalones que daba acceso a dos pilastras con capiteles ornamentados, se encontraba su amo, que tenía en sus rodillas a su nieto, Lucio Herennio Herenniano, al que los augures le habían previsto un futuro brillante.

Tras el regocijo de su amo, al ver las expectativas y excitación de su cocinero, ordenó a todo el servicio que obedeciera a Fabiano y que el vino se sirviera con vasos de cristal, al alcance de pocos y de un enorme valor. Tenía que ser una cena perfecta.

El locus consularis, o invitado de honor, lo ocupaba Livia, con las mejores vistas, a su derecha el anfitrión de la domus. Reclinados sobre el triclinium, los comensales comían con los dedos, los platos debían llegar a las mesas trinchados y preparados para ser comidos. Entre plato y plato, los más jóvenes y bellos esclavos traían aguamaniles y palanganas de plata para enjuagarse.

Para el Gustatio o los aperitivos, además de aceitunas y verduras aliñadas, Fabiano preparó una receta de su gran maestro, Apicio, conformada por lirones asados rellenos de carne picada de cerdo, pimienta y nueces. Asimismo arregló unos caracoles, con una receta del lugar. Los caracoles eran recogidos de los “cardus borriquerus” y hervidos con poleo, pimienta y especias de la zona, que hacía que sacarán sus cuernos y eso en una banquete romano, había que decirlo, daba prestigio.

Para la Prima mensa se preparó un chivo asado al humo del romero, embadurnado con aceite de oliva, sal de Iptuci y orégano negro de los montes cercanos. Acompañado de atún rojo del Estrecho escabechado, preparado con laurel, pimienta, cebolla, sal y vinagre.

En la Secunda o Mensa Postre, se ofrecían manzanas, dulces y frutos secos, aunque Fabiano tenía una sorpresa para la Comissatio, donde los comensales bebían vino, amenizado con maravillosas bailarinas de Gades y recitales de poesía.

Había adaptado una receta de Apicio, con saberes de esta extraña tierra que adoraba, con un dulce muy laborioso que contenía una masa de harina, huevos, aceite y vino dulce de la zona. La masa se freía con aceite de oliva y se mezclaba con piñones, almendras y aliños molido de canela, ajonjolí y matalauva, todo ello, a su vez, mezclado con miel a punto de bola. El resultado obtenido se prensaba en moldes y se adornaba con piñones. ¡Sería una "merienda" que le llevaría a la misma Roma!

Aunque los excesos, vicios y la gula no estaba exentos de ciertas "notas" de crueldad. El pater familia de los Herennio había preparado una extravagante actividad para la Comissatio. En un lado del Atrium se encontraba un estanque, para un sórdido festín como fin de fiesta. El estanque se encontraba repleto de unos peces parecidos a las anguilas, llamadas lampreas, entrenadas para comer carne humana. El más inocentes de los esclavos caería en tal despiadada sepultura de agua.

Fabiano, que llevaba en sus manos una bandeja con los carísimos vasos de cristal, estaba tan emocionado por triunfar, que cuando acercaron el dulce de miel y piñones, sin darse cuenta cayeron de sus manos y se hicieron añicos los valiosísimos objetos de cristal. Todo fue un silencio retorcido.

Livia miró al anfitrión, de una forma tan burlona como seria, que asintió con la cabeza amargamente. Acaba de perder una fortuna con los vasos de cristal e iba a perder el más valioso de sus esclavos. Dos sirvientes se acercaron a Fabiano que fue empujado hasta el estanque de las bestias devoradoras, ¡quería triunfar con la mejor merienda y “el pobre” acabó siendo merendado!

FIN DEL RELATO
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Dibujo de uso libre del  ilustrador José A. Bermúdez (CC)

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