Bueno, se acerca san Valentín…
Qué bonito es todo! Cuanto derroche de amor y de regalos! Faltan restaurantes para una cena “romántica” y llena de entusiasmo!
Bajo mi modestia, y pidiendo perdón a quien se sienta ofendido, creo que esa noche no se reivindica con unos entrantes, un vino y un plato redecorado con una cocina moderna y transgresora.
Yo creo que este tipo de eventos en general, y este en particular, debe contener pinceladas de pasión, devoción, complicidad y agradecimiento.
Pienso que puede ser el momento justo para que se puedan fusionar, aún si cabe, con más énfasis dos almas, que necesitan solidificar sentimientos que atraen las mejoras necesarias para vivir con el principal ingrediente de la felicidad, y ese, es el amor.
Evidentemente, existen signos inequívocos de atracción entre las personas; un detalle, un regalo o unas flores, pueden atestiguar la interacción humana correspondida. Por cierto, yo respeto todos los prólogos ensimismados de dulzura que aderezan este montaje comercial. Es más, en ocasiones hasta me veo obligado a ser partícipe de ello.
Pero ahora, en estos momentos, hay algo que me corroe y necesito esputar, empapando a la sociedad.
¿A qué puedo llamar amor? ¿Poseo todos los componentes necesarios para disfrutar de la famosa cena de San Valentín?
Lo primero es olvidar la masculinidad y la feminidad de los actores principales, da igual quien es el acompañante que se sienta frente a ti. Ya está bien!!! El amor no tiene ideologías, ni género, ni fronteras, ni restricciones, porque es imposible parar este sentimiento, que es tan poderoso, que es lo único que da sentido a nuestras vidas en todo su abanico espectral.
Indescriptible y algunas veces irracional.
Así que cuando la miras o la recuerdas y algo se altera en tu interior; cuando pronunciar su nombre es motivo de satisfacción; cuando si tocas su piel te produce la más incontrolable urticaria emocional; cuando al ver sus ojos, contemplas el sosiego de tu espíritu; cuando las discrepancias verbales culminan en abrazos de reconciliación; cuando sus besos controlan y manejan tus biorritmos; cuando se mira al espejo y sientes envidia por no poseer el reflejo de su belleza; cuando quedas hipnotizado mezclando su sonrisa con su mirada…
Y cuando esas seguro que es ella, y sólo ella, la que cogida de la mano, avanzáis juntos, paso a paso, buscando horizontes por descubrir, aunando fuerzas para mitigar los sinsabores, emocionándose con lo bello y magnificando lo esencial; delirando cuando os abrazáis y poniendo al límite la sístole y la diástole cuando hacéis el amor; y vociferar en plena noche que os amáis sin control preestablecido y que el silencio de vuestras palabras pregonen la complicidad y el entendimiento; y cuando la amargura de algunos días la endulces con su beso discreto, solidario y apaciguador,; y que cuando pasen los años, sigas agradeciendo con humildad, la concesión que la vida te ofreció…
Y cuando veas mariposas donde no las hay; cuando el aire que compartes con ella sea reconfortante; cuando tus miedos y dudas se transformen en una combinación pura y sensata de equilibrio y cordura; y cuando lo irracional estimule tus hormonas sin orden establecido; y cuando la timidez por abrirle tu corazón desaparezca ; y cuando sientas que tu vida posee sentido y sensatez junto a ella; y cuando la invasión de las arrugas de tu rostro denoten residuos de felicidad compartida durante la vida; y cuando bebamos del mismo vaso del deseo fluctuando y devaluando nuestras neuronas en el tiempo, entonces y sólo entonces, podrás ir a cenar y hablar del amor con propiedad. Sólo así, tendréis algún motivo con la suficiente fuerza, para celebrar algo.
No olvides jamás saber el valor de los verbos compartir, aunar, amar, respetar, comprender y vivir. Muchas veces nos dirigimos hacia nuestra pareja como “mi vida”. Pero qué vida??? Cuando te enamoras hasta las trancas, ya no tienes vida… porque lo que de verdad interesa es “su vida”, esa que vas a enriquecer con propósitos, que algunas veces, parecerían estar hermanados con la locura y siendo la antítesis de la cordura. También hay un amor que se puede olvidar, ese amor mudo, oculto, silencioso, imposibilitado para ser disfrutado y que siempre permanecerá callado hasta el fin de los tiempos, para no poner en peligro la lógica y el desenfreno de los irremediables deseos.
Lo siento, os tengo que dejar. Me voy a cenar… una cena romántica sólo. Bueno, sólo no. Estamos yo y mi circunstancia…
Buen provecho!!!
Fdo. Salvador Delgado Moya
2 comentarios:
Ves, amigo Salvador, como escribiendo, hablando del amor, por muchas palabras e ideas que se te vengan a la cabeza jamás se dice o escribe la última; es una literatura que nunca tiene fin, ni incluso cuando desaparecen los actores principales: la pareja legal o ilegal, presente o encubierta. A mi me gusta separarlo del cariño que se tiene a otra persona, bien por familiaridad o por amistad, debido precisamente a lo infinito y a la intensidad del amor... Al amor hay que alimentarlo segundo a segundo, día a día y año tras años para que no se transfiera por ley natural a otra persona. Es de color rojo o negro. El amor puede desaparecer en un momento sin dejar ni una esquirla de lo que fue, e incluso se puede convertir en el más intenso de los odios; también se llega a confundir con la posesión.
El cariño es más llevadero, más suave, suele no llegar tan lejos y rompe el alma de otra forma; tiene más de dama y de caballero. Posee todos los colores del arco iris y su alma es blanca. El amor es realmente como las flechas que hiriendo cruzan un corazón, o son besos que hay que alcanzar en el aire y que después se te meten en el alma para ser mártires o criar colmillos; el cariño está lleno de fraternidad y de besos que suavemente se lanzan al aire evolucionando hacia la sinceridad y la amistad.
Ambos son pinceles impregnados de pintura diferente para pintar cuadros muy parecidos, pero para cada cuadro se necesita unas/os o más artistas de la misma cultura. El cariño es igual en todos lados, el amor difiere en más o menos permisividad. El tipo de cultura hace más o menos mella en el amor, mientras que el cariño hace la misma mella en la cultura.
Pero, ambos siguen sin tener una última frase ni una última palabra. Hasta diferirán en lo tuyo y en lo mio, o en lo de cualquiera.
Desde aquí hago con modestia pero con convicción. La siguiente propuesta: Tanto Cristóbal "El Pipeta" como Salvador Delgado. Sean reconocidos como sampableños distinguidos.
Puede que no sea la persona más indicada para ello, no obstante mantego mi petición
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