Y allá, en todo lo alto, han hecho sus nidos los cucos. ¿Pero como va a ser eso -exclama el cuco, viejo y zorro cuervo- si el cuco es el más flojo y pillo de todas las aves, inclusive más flojo que yo, que ya es bastante?!: el cuco es cuco, pero ni siquiera sabe hacer su nido, pues nunca ha querido aprender por pillo, pícaro y aprovechado.
(¡Esto va sonando a politiqueo...!).
El cuco, como todo el mundo sabe: es un “pájaro” llamado cuco, que nos visita en primavera para... ¡Anidar no! Pues pone pone un huevo en el nido de otros pájaros y se marcha a otros nidos para repetir lo mismo.
Cuando en el nido ajeno, la cría rompe el cascarón -después de haber sido engorado por unos engañados e inocentes pajarillos- esta cría se pone inmediatamente manos a la obra, con el conocimiento genético y asesino que lleva en su sangre -aprendido en millones de años-, y comienza a tirar fuera del nido a tantos huevos como pueda. Si no logra tirarlos todos, hará lo mismo con los hermanastros que hayan tenido la desgracia de nacer, logrando casi siempre quedarse solo y comer, como un tragón ladrón, toda la comida que traen sus pequeños y sufridos padrastros.
Cuando, el pequeño cuco, aún pelón, se ha hecho dueño del nido y de los dos exhaustos esclavos (los que hacen de padre), comienza a engordar y, llegado a ser adulto y aprendido a volar, olvidándose para siempre de esos forzados padres, se marcha a recorrer volando el reloj de su facilona vida, perfeccionada e incrustada en su ADN, como si no hubiera matado ni a un mosquito, para, llegado su momento, con todo lo cuco que es, al igual que sus padres de sangre, volver a aprovecharse de sus incautos semejantes, sin dar ni poner nada a cambio.
(¿Lo vais cogiendo...?.
Sus criadores: la agotada pareja, fiel matrimonio pajaril, durante el resto del año quedan libres y sin ataduras de hijos volantones, ya que éstos fueron vilmente aniquilados por un cuco bribón que ahora, por fin, se ha marchado con su sinvergoncerío a otra parte. Éstos ingenuos padres, han criado a un futuro cuco infanticida a imagen y semejanza del verdadero progenitor/a. A los pajarillos les ha costado su descendencia, que fueron arrojados y muertos alevosamente por el infamen ocupa para hacerse dueño del nido y de la comida. Éstos, creyéndole hijo natural, han criado sin saberlo a un nuevo monstruo para que siga ejecutando vilmente, sin piedad, a miembros de su propia especie y para que continúe haciendo de las suyas y viviendo a costa de otros incautos pajarillos como ellos, a los que, en el tiempo de anidada, mediante engaño, por genética costumbre, los convierte en sus esclavos padrastros. Así sucesivamente, con muy poco esfuerzo de sus padres reales, por no decir ninguno, se crían esos monstruítos cucos irracionales con las mismas ideas de sus verdaderos padres, tan malos que aún siendo huevo, les abandonan a su suerte en el primer nido ajeno que les viene bien. De estas malas costumbres solo se salvan los cucos del reloj. (¿Pero quién salva al humano -humano solo para su familia, y a veces ni eso- que normalmente, pese a ser racional, supera con creces al inconsciente cuco?)
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(¡Esto va sonando a politiqueo...!).
El cuco, como todo el mundo sabe: es un “pájaro” llamado cuco, que nos visita en primavera para... ¡Anidar no! Pues pone pone un huevo en el nido de otros pájaros y se marcha a otros nidos para repetir lo mismo.
Cuando en el nido ajeno, la cría rompe el cascarón -después de haber sido engorado por unos engañados e inocentes pajarillos- esta cría se pone inmediatamente manos a la obra, con el conocimiento genético y asesino que lleva en su sangre -aprendido en millones de años-, y comienza a tirar fuera del nido a tantos huevos como pueda. Si no logra tirarlos todos, hará lo mismo con los hermanastros que hayan tenido la desgracia de nacer, logrando casi siempre quedarse solo y comer, como un tragón ladrón, toda la comida que traen sus pequeños y sufridos padrastros.
Cuando, el pequeño cuco, aún pelón, se ha hecho dueño del nido y de los dos exhaustos esclavos (los que hacen de padre), comienza a engordar y, llegado a ser adulto y aprendido a volar, olvidándose para siempre de esos forzados padres, se marcha a recorrer volando el reloj de su facilona vida, perfeccionada e incrustada en su ADN, como si no hubiera matado ni a un mosquito, para, llegado su momento, con todo lo cuco que es, al igual que sus padres de sangre, volver a aprovecharse de sus incautos semejantes, sin dar ni poner nada a cambio.
(¿Lo vais cogiendo...?.
Sus criadores: la agotada pareja, fiel matrimonio pajaril, durante el resto del año quedan libres y sin ataduras de hijos volantones, ya que éstos fueron vilmente aniquilados por un cuco bribón que ahora, por fin, se ha marchado con su sinvergoncerío a otra parte. Éstos ingenuos padres, han criado a un futuro cuco infanticida a imagen y semejanza del verdadero progenitor/a. A los pajarillos les ha costado su descendencia, que fueron arrojados y muertos alevosamente por el infamen ocupa para hacerse dueño del nido y de la comida. Éstos, creyéndole hijo natural, han criado sin saberlo a un nuevo monstruo para que siga ejecutando vilmente, sin piedad, a miembros de su propia especie y para que continúe haciendo de las suyas y viviendo a costa de otros incautos pajarillos como ellos, a los que, en el tiempo de anidada, mediante engaño, por genética costumbre, los convierte en sus esclavos padrastros. Así sucesivamente, con muy poco esfuerzo de sus padres reales, por no decir ninguno, se crían esos monstruítos cucos irracionales con las mismas ideas de sus verdaderos padres, tan malos que aún siendo huevo, les abandonan a su suerte en el primer nido ajeno que les viene bien. De estas malas costumbres solo se salvan los cucos del reloj. (¿Pero quién salva al humano -humano solo para su familia, y a veces ni eso- que normalmente, pese a ser racional, supera con creces al inconsciente cuco?)
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Y leyendo esta peculiaridad animal, se da uno cuenta de la cualidad intrínseca de esta naturaleza tan bonita y tan cruel, tan inteligente y tan variada, tan deseada y exasperante. Se observa con los años, que la supervivencia del humano no siempre es leal con su semejante, que la cadena alimenticia no sólo lo es a la hora de comer, lo es también a la hora de vivir. El hombre hace de la vida una cadena para el propio hombre, atados a unos principios de poder y de maldad que, pese a tu inteligencia ha de pasar por encima del resto de la humanidad como si no lo fueran, una lucha animal dentro de las categorías y de las especies, como animal que es: “El animal más cruel, inteligente y poderoso de la Tierra”. ¿Serán todos los mundos iguales?
Al igual que los cucos, se aprecia como el ser humano (con excepciones) está creado en una inteligencia que, hasta ahora y por el momento, se basa en el poder sin escrúpulo de los más cucos. Notamos como, la verdadera inteligencia no solo la posee el que sabe lograr el poder a costa de lo que sea. La verdadera inteligencia humana está en la excepción: en esos hombres y mujeres que, como Jesucristo en el desierto con el demonio, desechan el poder maléfico; repudian y se alejan del mal, basándo todos sus objetivos en buscar el bien, hacerlo e intentar implantarlo -convenciendo- en el corazón de sus semejantes, sin buscar ni pedir nada a cambio. En esas personas que realmente si tienen conciencia del bien y del mal, y por ello, por temer a su propia conciencia, siempre, o al menos lo intentan, evitan todos aquellos pensamientos y actos que puedan dañar lo que de bueno -aún- tiene el hombre.
El mal -como el de los cucos- el hombre lo trae ya implícito en sus genes – no solo el pecado de Adán y Eva- sino el genético propio de la especie animal humana, y, como humano, hay que aprender a dominarlo. Poco logramos conseguirlo. El cuco no puede, pero el hombre sí. Y esos pocos también son muchos. El humano por muy malo que sea, siempre tiene un alma con conciencia dividida. El cuco solo tiene, genética sin alma. Dios lo hizo así, como al resto de los animales que matan a otros para alimentarse. Por tanto está perdonado porque no tienen ni alma ni conciencia. Salvo el hombre que también mata para alimentarse según la ley de la naturaleza, porque el hombre sano al menos es consciente de sus actos y se le supone tener un alma.
¡¿Perdonamos al cuco, pero quién perdona al hombre, Dios...?!
El hombre comete errores porque no es perfecto; pero los más peligrosos e imperdonables son aquellos que, a sabiendas del mal que van a causar, lo causan, dejan a un lado su conciencia para conseguir sus objetivos, y por cualquier cosa que les haga superior a los demás, e incluso enmascarando el mal con el bien o justificando sus acciones con lo injustificable. Estamos acostumbrados a convivir con ellos en la sociedad donde nos movemos. Son los cucos más peligrosos del mundo conocido -Cucos Hombres-. A algunos los solemos conocer, pero otros, la mayoría, nos engañan con sus disfraces. Incluso llegamos a votarlos. Nos mandan y nos dirigen. La virtud de la democracia está en poder bajarlos del poder con nuestros votos, pero aparecen otros enmascarados -con las mismas u otras siglas- que nos comen el coco de tal forma para poner el huevo en nuestra mente, que, a veces, seguimos votando a los mismos cucos con distintos plumajes. Llega el momento en que (como está pasando con algunos pájaros con respecto al cuco que han aprendido a proteger de ellos a sus nidos) ya no nos fiamos de nadie, por muy bien que nos puedan convencer con sus trinos o con su ¡Cuco..., cuco...!
Ahí estamos ahora. Cuando nos damos cuenta de quienes son los cucos ya es tarde y encima, poco podemos contra ellos, pues el mismo cuco, rodeado de muchos cucos, se ha blindado también de sus víctimas (muchos pajaritos de sus propios montes) que poco han aprendido y lo que saben, poco vale contra esos pájaros tan cucos y tan grandotes criados en los mejores nidos. Y así es la naturaleza: perfectamente imperfecta y en contínua evolución a la imagen y semejanza del CUCO.
¡Qué cucos!
¿Veremos alguna vez a un cuco (español) poniendo los huevos en su nido, engorando y sacando a sus “cuquitos” en un nido que con el trabajo de sus patas y de su pico ellos mismos han construído? ¿Los veremos cambiando, sin engañarnos, el trino por el cuco, cuco...(que teniendo su estatus social de clase alta, revierta parte de sus altísimas ganancias en su país y no se las lleve a paraísos fiscales, para que sus compatriotas vivan desahogada y equitativamente como ciudadanos de una clase media independientemente del trabajo que realiza para la grandeza de su Patria..., logrando que desaparezcan esas grandísimas desigualdades creada últimamente -aunque esto viene de antiguo- entre los españoles etc.) y que nos alegremos de su presencia sin el temor de que acaben con la vida (las guerras, los atentados, la violencia física...) y el bienestar de nuestras pobres crías?.
¿Lograrán algún día dejar de ser tan cicateramente cucos?
--
*** Collages del Pipeta.
Al igual que los cucos, se aprecia como el ser humano (con excepciones) está creado en una inteligencia que, hasta ahora y por el momento, se basa en el poder sin escrúpulo de los más cucos. Notamos como, la verdadera inteligencia no solo la posee el que sabe lograr el poder a costa de lo que sea. La verdadera inteligencia humana está en la excepción: en esos hombres y mujeres que, como Jesucristo en el desierto con el demonio, desechan el poder maléfico; repudian y se alejan del mal, basándo todos sus objetivos en buscar el bien, hacerlo e intentar implantarlo -convenciendo- en el corazón de sus semejantes, sin buscar ni pedir nada a cambio. En esas personas que realmente si tienen conciencia del bien y del mal, y por ello, por temer a su propia conciencia, siempre, o al menos lo intentan, evitan todos aquellos pensamientos y actos que puedan dañar lo que de bueno -aún- tiene el hombre.
El mal -como el de los cucos- el hombre lo trae ya implícito en sus genes – no solo el pecado de Adán y Eva- sino el genético propio de la especie animal humana, y, como humano, hay que aprender a dominarlo. Poco logramos conseguirlo. El cuco no puede, pero el hombre sí. Y esos pocos también son muchos. El humano por muy malo que sea, siempre tiene un alma con conciencia dividida. El cuco solo tiene, genética sin alma. Dios lo hizo así, como al resto de los animales que matan a otros para alimentarse. Por tanto está perdonado porque no tienen ni alma ni conciencia. Salvo el hombre que también mata para alimentarse según la ley de la naturaleza, porque el hombre sano al menos es consciente de sus actos y se le supone tener un alma.
¡¿Perdonamos al cuco, pero quién perdona al hombre, Dios...?!
El hombre comete errores porque no es perfecto; pero los más peligrosos e imperdonables son aquellos que, a sabiendas del mal que van a causar, lo causan, dejan a un lado su conciencia para conseguir sus objetivos, y por cualquier cosa que les haga superior a los demás, e incluso enmascarando el mal con el bien o justificando sus acciones con lo injustificable. Estamos acostumbrados a convivir con ellos en la sociedad donde nos movemos. Son los cucos más peligrosos del mundo conocido -Cucos Hombres-. A algunos los solemos conocer, pero otros, la mayoría, nos engañan con sus disfraces. Incluso llegamos a votarlos. Nos mandan y nos dirigen. La virtud de la democracia está en poder bajarlos del poder con nuestros votos, pero aparecen otros enmascarados -con las mismas u otras siglas- que nos comen el coco de tal forma para poner el huevo en nuestra mente, que, a veces, seguimos votando a los mismos cucos con distintos plumajes. Llega el momento en que (como está pasando con algunos pájaros con respecto al cuco que han aprendido a proteger de ellos a sus nidos) ya no nos fiamos de nadie, por muy bien que nos puedan convencer con sus trinos o con su ¡Cuco..., cuco...!
Ahí estamos ahora. Cuando nos damos cuenta de quienes son los cucos ya es tarde y encima, poco podemos contra ellos, pues el mismo cuco, rodeado de muchos cucos, se ha blindado también de sus víctimas (muchos pajaritos de sus propios montes) que poco han aprendido y lo que saben, poco vale contra esos pájaros tan cucos y tan grandotes criados en los mejores nidos. Y así es la naturaleza: perfectamente imperfecta y en contínua evolución a la imagen y semejanza del CUCO.
¡Qué cucos!
¿Veremos alguna vez a un cuco (español) poniendo los huevos en su nido, engorando y sacando a sus “cuquitos” en un nido que con el trabajo de sus patas y de su pico ellos mismos han construído? ¿Los veremos cambiando, sin engañarnos, el trino por el cuco, cuco...(que teniendo su estatus social de clase alta, revierta parte de sus altísimas ganancias en su país y no se las lleve a paraísos fiscales, para que sus compatriotas vivan desahogada y equitativamente como ciudadanos de una clase media independientemente del trabajo que realiza para la grandeza de su Patria..., logrando que desaparezcan esas grandísimas desigualdades creada últimamente -aunque esto viene de antiguo- entre los españoles etc.) y que nos alegremos de su presencia sin el temor de que acaben con la vida (las guerras, los atentados, la violencia física...) y el bienestar de nuestras pobres crías?.
¿Lograrán algún día dejar de ser tan cicateramente cucos?
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*** Collages del Pipeta.
1 comentario:
El cuco nunca cambiará
lo lleva impreso en los genes
y no es instinto de conservación,
tampoco será maldad,
ya que siendo aún bebé
mata por no compartir
sólo mata, por glotón.
Luego de adulto será
un aprovechado, un vago
un ocupa con el regalo
de dejar a su prole engorar,
de criar y hasta cebar
sin ningún tipo de pago.
El hombre, el humano,
(no todos, pero si muchos)
esos que imitan al cuco,
no es que abandonen a su prole
para que otros se las críen,
lo que hacen es impedir
que los que no son tan cucos
ya no puedan ni engendrar,
por no poder mantener,
por no poder bien criar
a los que al mundo traerán.
Impiden que los no cucos
ganen al menos lo suficiente
para poder mantener
a la hembra y a su prole.
Lo que roban o sustraen,
y lo que no contribuyen
lo poner a buen recaudo
(eso es lo que ellos dicen)
en la opaca seguridad
de paraísos fiscales.
El cuco, el que plumas tiene,
ese no tiene remedio,
ese ya no tiene arreglo,
tampoco el que al cuco imita
ya que sus genes han mutado
y de padres a hijos se trasmite
vean los casos de familias enteras
que dicen que han heredado
lo que en paraísos fiscales
guardan sin pagar tributos
y dicen que el patrimonio
que es un legado heredado.
La única solución sería
que el cuco humano, no crie,
pero eso no estaría bien,
vivimos en un mundo libre
y a nadie hay que impedir,
incluso a los cucos humanos
de que engendren y de que críen.
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20.06.16
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Antonio. -El niño del Corchado-
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