De su blog Andalucía y la Educación.
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IBN JALDÚN fue uno de los más importantes pensadores musulmanes, incansable viajero, un historiador de prestigio de herencia andalusí, con un indudable reconocimiento universal, del que llega a decir Ortega “un africano genial, de mente tan clara y tan pulidoras, como las ideas de un griego”.
Aunque su nacimiento fue en Túnez, proviene de una vieja familia árabe ligada a las luchas orientales de los omeyas, arraigada en Al-Andalus durante casi quinientos años, sobre todo en Sevilla. Su familia huye cuando es tomada por el Rey Fernando III el Santo, afincándose al final en la ciudad norteafricana. Su padre era funcionario con buena formación, educó a su hijo de forma esmerada en disciplinas como historia, derecho, filosofía, teología o mística.
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IBN JALDÚN fue uno de los más importantes pensadores musulmanes, incansable viajero, un historiador de prestigio de herencia andalusí, con un indudable reconocimiento universal, del que llega a decir Ortega “un africano genial, de mente tan clara y tan pulidoras, como las ideas de un griego”.
Aunque su nacimiento fue en Túnez, proviene de una vieja familia árabe ligada a las luchas orientales de los omeyas, arraigada en Al-Andalus durante casi quinientos años, sobre todo en Sevilla. Su familia huye cuando es tomada por el Rey Fernando III el Santo, afincándose al final en la ciudad norteafricana. Su padre era funcionario con buena formación, educó a su hijo de forma esmerada en disciplinas como historia, derecho, filosofía, teología o mística.
Con una vida política e intelectual muy intensa, llegó a cruzar el estrecho y vivió en la Granada nazarí en dos ocasiones, cuando ya contaba con una rica formación, heredada de la floreciente tradición de la vasta cultura andalusí, que le sirvió para ocupar el puesto de embajador en la corte nazarí con los reinos cristianos. Llegando a negociar el Tratado de Paz, en Sevilla, tierra de sus ancestros, con Pedro I el Cruel.
A tener en cuenta, en las peripecias de su primera visita a Granada, realizada a finales de 1362, después de una calurosa acogida en Ceuta y su paso por Gibraltar, entonces en dominio merinida de Marruecos. Es previsible que su paso se realizara a través de la Serranía de Ronda, pasando por Xemina, por aquel entonces un importante enclave en la zona defensiva del Estrecho, aunque no hay constancia de su ruta, si es sabido que uno de los lugares que conoció este pertinaz viajero fue parte de la comarca del Campo de Gibraltar.
Tras su estancia en Granada, intervino intensamente en la política en el Norte de África, realizó la peregrinación a la Meca, fue Cadí (Juez Supremo) en El Cairo, visitó, entre otras ciudades, Alejandría, viajó a Damasco y muere al final en El Cairo, a principio del Siglo XV, con setenta y cuatro años de edad.
Para muchos autores sus viajes a al-Andalus y sobretodo su formación andalusí, influye decisivamente en su concepción socio-histórica. Ibn Jaldún era consciente que el Islam andalusí estaba debilitado, así como por el poderío cristiano y que por ello estaba condenado a su desaparición, para nuestro historiador era manifiesto la falta de espíritu guerrero en los campesinos y en el artesano andalusí.
Para los historiadores occidentales, en el caso de Ibn Jaldún, es que su concepción no parece ser fruto de una escuela predecesora, sino en una concepción crítica de la historia, con un determinismo riguroso basado en los hechos, más admiración incluso, si tenemos en cuenta que se obra la desarrolla en el Siglo XIV. Sin llegar a crear escuela, pareciera que su obra acaba con su muerte, no sacaron provecho de ella sus contemporáneos. Su obra no es recuperada por los eruditos hasta el XVIII en Oriente y en el XIX en Occidente.
Escribe una monumental obra, la Historia de Bereberes o Historia Universal, en el primer tomo: “Al-Muqaddima o Prolegómenos”, traducida a todos los idiomas, es una introducción a los restantes, en ese libro primero nos dice sobre la historia algunos fragmentos como los siguientes:
“la historia tiene por verdadera finalidad hacernos conocer el estado social del hombre en su dimensión humana, o sea la urbanización y la civilización, y darnos a entender los fenómenos concomitantes naturalmente a su índole…”
Para Ibn Jaldún “la historia no es una ciencia narrativa, sino social, que pretende contar los hechos”, en general, algunas de su definiciones, supone un anuncio de las preocupaciones epistemológicas modernas. Para Martos Quesada, este autor tunecino de origen andalusí, nos indica los errores que no deben incurrir el historiador, entre otros, depender del poder, ya sea éste político o ideológico, pues es un impedimento a la objetividad en el análisis del hecho histórico. O Miguel Cruz Hernández, que afirmaba que es algo más que necesario volver a leer a este historiador magrebí.
Interesante y actual estudio hace el musulmán Mahdi Rashid, donde nos presenta en conflicto entre dos sociedades, la nómada y la sedentaria, así como el fracaso en la unidad del Islam, tanto por la división entre chiitas y sunitas, como por el fracaso del Califato, o la caída del Imperio Otomano, para crear estados débiles y separados.
Analiza el colapso de la sociedad musulmana, con la identificación Estado y Religión, “En realidad la relación Estado-religión puede hace peligrar la situación de los derechos del hombre porque el Estado o un gobernador tirano puede interpretar los fundamentos de la legislación islámica según sus intereses o según el discurso histórico árabe musulmán tradicional dejando a un lado los principios de la libertad, justicia e igualdad islámica, tal como ha sucedido a lo largo de la historia árabe y musulman
Desde una perspectiva antropológica, los seres humanos están condicionados por su ámbito geográfico y sus costumbres, Ibn Jaldún nos muestra que los verdaderos protagonistas de la historia son las personas, hace falta indagar en el conocimiento de las sociedades vecinas y hacerlo desde la comprensión del “vecino”, para entendernos unos a otros. Estamos sobrado de la crítica a nuestros vecinos y nos ha faltado la crítica en nuestra sociedad occidental, concretamente en esta sociedad española, una valoración crítica de nuestra clase dominante, embebida en todo lo que le pueda dar continuidad a seguir en el poder, carente de valores éticos que la sustente.
Por otra parte, Jaldún fue el primer historiador que indagó en las sociedades de las dos orillas del Mediterráneo, difundida en su exquisita educación y su periplo viajero, para llevarnos a observar que son más los elementos que nos unen que los que nos separan a lo largo de la historia. Parece acertado examinar nuestro pasado con un historiador por encima del tiempo que vivió, con su penetrante visión, como una buena receta para saber llevar el presente, con sociedades tan cercanas y, a su vez, tan desconocidas, que nos permita construir un futuro de convivencia más prometedor y necesario que el que tenemos en la actualidad.
En Ibn Jaldún nos encontramos un sabio, que pide alejarse de la corrupción en la política, que solicita no existan excesivo rigor en el maestro a la hora de educar al niño o que insta a que no exista coacción en la religión, es por ello que considero más honesto concluir este reconocimiento a un gran filósofo e historiador, que es en parte también nuestro, uno de nuestros andaluces universales, con sus propias palabras, con el último párrafo del prefacio de su gran obra, que resulta, a todas luces, toda una declaración de sus intenciones:
“En cuanto a mí, repito, eso fue una inspiración celestial que me condujo a esta empresa, haciéndome topar con una ciencia de cuyo secreto hízome depositario, así como de su fidelísima interpretación. Si he logrado tratar a fondo las materias relacionadas con ella, si supe discernir y reconocer los diversos aspectos y las tendencias de esta ciencia, distinguiéndolas así de las otras, ello sería el efecto del favor y de la dirección divinos. Si, de lo contrario, algún punto se me ha escapado en la enumeración de los caracteres distintivos, si alguna se cuestión se halla confundida con otra, el lector crítico sabrá rectificar mi error, pero yo tendré siempre el mérito de haberle abierto la ruta e indicado el camino; y “Dios dirige con su luz a quien quisiere” (Corán, sura XXIV,vers. 35) (pp.141-149)”
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