martes, 9 de junio de 2015

"Rubia de bote", por Salvador Delgado Moya

Te deseo.
    Hace ya bastante tiempo que nos conocimos. Al principio se que fui un poco reacio a abrirte mi corazón, pero me cautivaste. Todos estaban pendientes de ti, impertérrita, perfecta, idolatrada y deseada.

    Te miraba y te anhelaba. Hasta que un día el azar intervino como mediador y me lo diste todo; me ofreciste todo tu ser, tu porte, tu cuerpo, tu esencia, abriste los brazos y los convertiste en una sumisión de placeres. Me recree en todas tus virtudes, una y otra vez, hasta que quedé exhausto de ti. Tú estabas dispuesta siempre, yo era tu amo y tu, mi sierva.


    Debo reconocer que en ocasiones me hiciste rozar la locura, porque después de ratos apasionados derrochando risas y halagos, llegué a comprender lo que significabas para mi.

    Tú  eras la otra. La que siempre me esperaba, ocultando tu presencia y que explotaba de pasión cuando coincidíamos. Hiciste que mis labios fuesen tuyos, que investigaras todo mi ser, descubriste mi interior y el gozo fue mutuo…

    Pero un día todo cambió. Tonto de mí. Creía que te poseería siempre, pero tu desenfreno con los demás se hizo insoportable, daba igual que fuese de día o de noche, necesitabas más y lo lograste. Has probado otros labios, otros cuerpos y ya sólo te sirvo esporádicamente, pero aún así, cuando estoy contigo, sé que me lo das todo, me incitas a más, y cuanto más me das, mayor es mi locura.

    No me dejes, te lo pido por favor. Ya me da igual que estés con otros y ver cómo te disfrutan, aunque me duela. Sólo quiero que cada vez que estés  frente a mí, sepas valorar los momentos vividos…

    Ahora, te toco y estás gélida, y yo,  sin embargo, emano calor por todos los poros de mi piel.
    Quiero sentirte en mis labios, atragantarme  con tus atributos y saciar mis deseos.

    Sólo con mirarte haces que emanen lágrimas en los ojos, sólo con poseerte me haces sucumbir en la esquizofrenia de la felicidad. Siempre estaré dispuesto para ti.

    Por ti y para ti, dedicado con toda mi alma a todas esas rubias que deambulan por las diferentes barras de los bares.

Amo a la cerveza. Quiero a la cerveza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

.
En mi juventud había una rubia
que cada vez que la veía,
siempre en la pantalla grande
y cuando veía sus películas,
más abajo del esternón
como un pellizco me daba,
ya que esfínter pilórico
bruscamente se cerraba
(hoy mariposas le laman)
Rubia, exuberante, hermosa
sueño de jóvenes y no tan jóvenes
que al cabo de algún tiempo
llegué a la conclusión
que era un producto de márquetin,
un producto prefabricado
de consumo para un mercado
extendido por todo el orbe.
Y poco a poco cambié,
no de gusto por las rubias,
pero sí por el producto.
La cambié por la cerveza
y en lugar de ir al cine
me tomaba una bien fresca,
que me sentaba muy bien,
que no me cerraba el píloro
y refrescaba mi boca.
No es que yo tomara mucha
pero, también la olvidé,
la cambié por el café,
a pesar de que yo vivía,
en el país de la rubia
y también, en de la negra,
donde la sirven en tanque,
en grande y espumosos tanques
haya o no haya fiesta.
.
12.04.16
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Antonio. –El niño del Corchado-