domingo, 15 de febrero de 2015

Elegía a “Pepe el Jhertaó”, por Cristóbal Moreno El Pipeta

Hoy me atrevo, Pepe, a leerte desde aquí;
porque mi amistad por ti, amigo, me obliga.
Porque yo se que a él, en espíritu, le hace ilusión
Lo sé…, porque conmigo no tenía secretos
Se había criado con mi familia materna
allá en Casares y aquí en San Pablo.
De niño, había comido y dormido en casa de mis abuelos,
como un hijo más, decía.
Conozco más, por él, a mis abuelos maternos, que por mi familia misma; pues yo era pequeño cuando murieron.
Y a él le he conocido desde que tengo uso de razón
Sé, cuanto ha querido, trabajado y sufrido por su familia
Cuánto ha querido a sus hijos y, muy especialmente,
cuánto ha querido a su esposa, por la que ahora, más que nunca vivía.
Ha sido una persona normal, buena, con sus defectos
y sus virtudes.
No beato, pero tampoco infiel.
A él le gustaba hablar conmigo y tomarnos el cafelito en cualquier bar;
nunca me dejaba pagar, se me imponía y enfadaba si lo hacía.
Y por él sé, que este homenaje ante su cuerpo muerto lo agradece, pues me lo dio a entender; como me agradeció el de otros.
Así que, por mí, no va a ser menos.
Él ha sido el padre podador e injertador de casi todas las vegas de San Pablo.
Su profesión, en este pueblo y en otros, le dio el sobrenombre andaluz de “Pepe el Jhertaó”
y hoy…, los naranjos, también lloran por él.
“¡Pepe, esta elegía va por ti y que Dios te tenga en su Santa Gloria!”

ELEGÍA a “El JHERTAÓ”     
         

Despidiéndose de los naranjos,           
en la vereda cayó
desorientado e impotente
“Pepe el injertador”
ese, que en su juventud,
─de cortadas ramas− hacía florecer
el perfume del azahar y de las damas.

Afligido por la enfermedad de su mujer,
e impotente por no poderla defender
−José Zarza Quiñones “El Jhertaó”−
hasta con la muerte luchó
y ésta  −más fuerte− un rayo
a su cerebro lanzó
y al suelo herido,
lo arrojó.

¡Casi muerto de repente, su gorra…,
al suelo tiró
y más lejos…, su bastón!
─mellada espada, con filo de muerte−
¡Adiós esposa mía!
¡Adiós hijos de mi alma!
¡Adiós nietos de mi sangre!

¡¡Cuidadla por Dios; que con él…, me voy yo!!
¡Adiós familia!
¡Adiós amigos…!

Guerrero herido, que al destino se resistió:
una semana duró
peleando ya, sin su gorra…, ni su bastón,
viejo y cansado de luchas
con ochenta y seis años
al Todopoderoso se entregó;
y en el camino cuenta se dió:
“que en el infinito universo, hecho divinidad
todo se vuelve claridad,
cuando la muerte se apaga”.
-
Con cariño de su esposa, hijos y familiares.
Por mi parte: Pepe amigo, descansa en paz.
-                              
Cristóbal Moreno “El Pipeta”  13.0.2015

1 comentario:

Anónimo dijo...

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En todos los pueblos hubo
y seguro que aún quedan
algún que otro Pepe el Jhertaó,
hombres íntegros y buenos.
Hombre cabal, se decía
de todos ellos, antaño.
Yo conocí a muchísimos
uno de ellos era el herrero
¿Amigos de los amigos?
Él, decía que eso era lo fácil,
que también había que serlo
de todos los enemigos.
Y muchos, amigos tuvo,
del padre cura, del alcalde
del boticario y del médico
y de todos los vecinos
que vivían en su pueblo,
incluidos los mendigos,
y de aquel nómada latero
gitano de piel morena,
pero con corazón de oro
que jarrillos de lata hacía
y cuando no había dinero
decía: -El año que viene me lo paga
si es que te viene un año bueno.
También era amigo, cómo no,
del sillero que con aneas
a las sillas ya gastadas
le ponía asiento nuevo,
del el alañaó y sombrillero
que cada año venía
dando voces por el pueblo,
En todos los pueblos había,
hombres como el Jhertaó
y como el bueno del herrero.
Yo creo que en estos tiempos
aún los siguen habiendo
y los habrá por muchos siglos.
.
19.04.16
.
Antonio. –El niño del Corchado-