Nada más comenzar el nuevo año, apareció en la redes sociales un mensaje que venia a decir.”El Simulacro de paz y amor ha terminado, ya pueden volver a ser los mismos”.
¿Que tiene de verdad dicha proclama? ¿Fingimos en Navidad ser mejores?, ¿damos una tregua a nuestros rencores, envidias en definitiva a nuestras miserias como seres humanos?
Cabe la posibilidad, cuando llegan las vísperas de esas entrañables fiestas, cuando visualizamos los alumbrados propios de la festividad, los anuncios en televisión, oímos los primeros villancicos, meditamos con quien celebrar la cena de Nochebuena o donde recibiremos el año nuevo, nos ablandemos sin percatarnos de ello, que ese ambiente navideño nos envuelve y nos hace ser mejores, o simple y llanamente hacemos un acto de hipocresía aparentado ser lo que realmente no somos.
El supuesto cambio de actitud no llega de súbito, sino que va tomando cuerpo poco a poco. El inicio lo fijaría inmediatamente después del puente de la Constitución o de la Inmaculada como mejor les plazca llamarle.
Pasado el puente empieza a respirarse Navidad, a partir de esas fechas, irrumpen los motivos navideños más comerciales que otra cosa. Cuando realmente entramos de lleno en la Navidad es el día 22 de diciembre con el canto cansino de los niños de San Idelfonso, día de alegría para muy pocos y un tanto o muy desilusionante para la gran mayoría.
Cena de Noche Buena, no importa aguantar a la cuñada impertinente o a su marido fanfarrón, al primo, vecino que durante el año agradeces no encontrarte con él y sin embargo esa noche compartes mesa y mantel.
El punto culminante se alcanza en la salida y entrada de año. ¡Amigo!, cuanto nos queremos, que buenos deseos para todos. Alguna vez por no decir muchas, me he preguntado ¿de veras el fulano/a este me desea felicidad? Con un poco de más calma al siguiente y puede que un par de días más continuamos ambicionando para nuestro prójimo los mejores augurios, la intensidad va bajando lenta pero continuamente, como esperando que llegue el seis de enero, con los Reyes se marchan todas las buenas intenciones para con los demás.
A partir del siete de enero, a juzgar, organizar, dirigir, fiscalizar, administrar, cuestionar, la vida del vecino, compañero de trabajo, familiar etc., cuando no somos capaces de soportar nuestra propia carga.
No voy a caer en tópico facilón de expresar, ¡ojala! fuese Navidad todo el año. Como dijo el castizo “Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”.
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