Detalle del "Guernica" de Pablo Picaso. |
- "Bondad"
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¿Qué está pasando –me preguntan algunos lectores amigos- para que la crueldad alcance una extensión tan amplia y unos niveles tan elevados? En mi opinión –les respondo-, ya no es sólo que, en la actualidad, se estén disolviendo los principios éticos más esenciales sino que, además, se está aboliendo la visión de los otros, de los diferentes, como seres humanos, como verdaderos hermanos. Creo que deberíamos escarbar en el fondo de nuestras conciencias tranquilas para descubrir esas raíces profundas que, sin ser plenamente conscientes, quizás también nosotros estemos cultivando.
Para evitar llegar a tales extremos de ferocidad, como el que me comentan dichos amigos- deberíamos empezar por ponernos en guardia cuando al extranjero, al vecino, a las personas con discapacidad, al adversario o, incluso, al enemigo, los miramos como unos seres desprovistos de su condición humana, cuando no reconocemos, de una manera explícita, que todos poseen idéntica dignidad que nosotros y que los nuestros. Cuando, desde una determinada ideología, religión, cultura, pueblo o clase social, adoptamos posturas de suficiencia o de desprecio frente a los integrantes de otros grupos, estamos anidando los gérmenes de un distanciamiento -de una “antipatía”- que, si sigue creciendo, puede llegar al aborrecimiento, al resentimiento, al rechazo, a la furia, a la inquina, a la saña, al rencor y al odio, esos sentimientos que desembocan en el alejamiento, en el ninguneo y, finalmente, en la aniquilación del otro. No afirmo que hemos de ser indulgentes ante determinadas conductas perversas, porque estoy convencido de que hemos de tomar posiciones críticas, denunciarlas e, incluso, indignarnos, pero a condición de que evitemos ese odio indiferenciado, esa grave enfermedad del alma.
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*** José Antonio Hernández Guerrero es catedrático
de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club
de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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