miércoles, 25 de septiembre de 2013

Txani Rodríguez publica "Agosto", un viaje desde el País Vasco de su vida a la Estación de Gaucín de sus raíces

Leído en El Mundo. Por su interés reproducmos esta noticia.
Txani Rodríguez viaja en '‘Agosto'’ desde el norte de su vida al sur de sus raíces, una novela publicada por Lengua de Trapo.
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Sus páginas evocan las inundaciones del País Vasco del 83 en contraste con un pacífico río Guadiaro de la Estación de Gaucín
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Cristóbal G. Montilla
Desde los griegos, o quizás desde antes, la vida es un viaje a la Ítaca de cada uno, y un río que siempre vuelve. Precisamente, esa brújula incansable que anhela las raíces a pesar del largo periplo, y ese reloj que no quiere retrasarse con una pérdida de la memoria, le marcan el pulso a la novela Agosto.
A ese libro con el que continúa la travesía literaria de Txani Rodríguez, curtida en otra narración y un libro de relato anteriores, y que ahora ve como el espejo de la ficción se apodera otra vez de sus adentros, al reflejar en sus páginas más recientes una especie de autorretrato sincero.

Porque en Agosto se abrazan los momentos y los lugares sin los que no se entendería el paso por el mundo de esta periodista de Llodio, que jamás ha dejado de izar con orgullo su bandera de hija de emigrantes andaluces
. Es más, en su segunda novela hay un norte y un sur muy claros. Fluyen, al mismo tiempo, un río alborotado, aquel de las dramáticas inundaciones del País Vasco de las que se acaban de cumplir 30 años, y un río pacífico, el de la Serranía de Ronda en el que sigue bañándose cada verano. Esa porción del Guadiaro, a su paso por la Estación de Gaucín, a la que emprende un eterno retorno para rebuscar entre todo lo que ha ido perdiendo, para reencontrarse con lo que aún queda de la infancia y de los seres queridos que ya no están.
Ese ritual, que tanto ha guiado su biografía, es el mismo al que se entregan los personajes de una novela en la que hay un claro homenaje a los emigrantes andaluces que se cruzaron el mapa entero en los años 60 y los 70. Por eso, en algunos rincones de estas páginas editadas por Lengua de Trapo se cuelan aquella niña que bailaba flamenco en los centros andaluces de Euskadi, o aquellas mujeres del sur que criaron a los hijos de familias acomodadas del norte. Además, está omnipresente, a partir del escaparate sugerente de su propia portada, aquel viaje por las antiguas carreteras nacionales hacia las raíces que, según recuerda Txani Rodríguez, «hacían en agosto las familias andaluzas, extremeñas o gallegas y dejaban vacíos los pueblos obreros».
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Leído en la Voz de Ronda. Por su interés reproducimos esta noticia.
ENTREVISTA A TXANI RODRÍGUEZ
Txani Rodríguez, escritora: «No creo que haya rechazo desde el Pais Vasco hacia Andalucía» 
Nacho Garay Fernández
La novela de Txani Rodríguez ha recibido elogios en los ambientes culturales.
La periodista y escritora Txani Rodríguez (Llodio, 1977), ha publicado su segunda novela, “Agosto” (editorial “La Lengua de Trapo”), en la que narra la relación de Berta e Ignacio, dos personajes a los que la vida no ha tratado bien y que se ha convertido en una auténtica revelación en el más que complicado mercado literario actual. Es hija de emigrantes, padre gaditano y madre malagueña, concretamente de la Estación de Gaucín, donde Txani acude cada mes de agosto. Esa es, precisamente, la excusa que nos da pie a realizar la primera pregunta.

¿Nos podría explicar que es “Agosto”?
Pues es una novela que habla de la migración de andaluces al País Vasco y nos cuenta un poco como es esa vuelta anual a las raíces que generalmente se realiza en ese mes de esas personas, no sólo los padres sino también de los hijos que ya han nacido en el País Vasco, como es mi caso. Y a partir de ahí nace un argumento que tiene como protagonistas  a dos personajes, una emigrante andaluza y un ejecutivo vasco.

¿En su caso esa vuelta se sigue realizando cada año?
Sí, me siento muy vinculada a la Estación de Gaucín, a ese río Guadiaro que forma parte  de mi vida y a esos amigos que tengo en la Serranía de Ronda. Y creo que no he fallado ningún año. Se podría decir que es una necesidad vital.

¿Como surgió la idea de mezclar en la novela las dos culturas, la vasca y la andaluza?
Creo que se había tratado poco la integración de los emigrantes andaluces que vinieron aquí y era casi inevitable el tratarlo. De hecho, los protagonistas de la novela se sienten muy ligados a ambos lugares y esa es una situación que también he vivido yo, que me siento vasca y andaluza. Es algo que afecta a miles de personas en Euskadi.

¿Presume de ser tan flamenca como euskalduna?
A mi me encanta el flamenco y lo bailo en la casa de Andalucía de Llodio siempre que puedo. Pero me he criado casi en la primera generación que estudió íntegramente en Euskera, así que me siento igual de cómoda bailando flamenco que hablando en ese idioma. Es un proceso que creo que se ha llevado a cabo sin ningún trauma, me parece lo más natural del mundo.

¿Cree que hay un cierto rechazo de Andalucía hacia el País Vasco o en el sentido contrario?
Desde Andalucía hacia Euskadi creo que no hay ningún rechazo y tampoco creo que en estos momentos lo haya en sentido contrario. Cuando se produjo el “boom” de la emigración puede que sí hubiera un cierto recelo hacia esa nueva situación y sobre todo existía ETA, que de alguna forma no permitía esa integración natural que va dando el paso del tiempo y fueron los momentos más complicados. Para darte un ejemplo del seguimiento que desde aquí se hace de la cultura andaluza, te puedo comentar que el otro día hubo un concierto de Estrella Morente y no pude lograr una entrada. Hay interés por la cultura andaluza y creo que la integración de culturas siempre suma más de lo que puede restar.

Volviendo a su libro, tiene un poco de novela negra,  una complicada historia de amor  y ese cruce de culturas norte-sur. ¿Está satisfecha con el resultado?
La verdad es que si. Con su pequeña parte autobiográfica he querido destacar el importante esfuerzo de esas mujeres que se vieron obligadas a emigrar y que han sido parte fundamental del desarrollo de nuestro país en los últimos años.

Dos ríos son en parte protagonistas de la novela, que se ambienta en 1983. Por un lado, el Nervión, que ese año vivió una crecida que provocó una impresionante inundación, y por otro el Guadiaro, donde usted vuelve en busca de paz y serenidad  en ese mes de agosto.
Son una parte fundamental de la novela. El desborde del rió Nervión en 1983 es uno de los hilos conductores de la novela, y la búsqueda de la tranquilidad que da el Guadiaro, por lo menos en verano, es también la idea de esa unión que es posible entre las distintas culturas. Creo que la novela es suficientemente explicativa en ese aspecto y en otros muchos de esa conexión inevitable entre norte y sur.

Esa riada sirvió para dar un ejemplo de solidaridad que dio la vuelta al mundo y en el que de alguna manera se apoyan esas culturas que parecen tan diferentes.
En la novela se hace referencia a ello y a partir de ese desgraciado acontecimiento los protagonistas, que parecen un poco desorientados, encuentran ese camino norte-sur tan necesario para ellos. Ese intento por salir del “barrizal” en el que se convierte la zona creo que es un momento muy intenso.

En su novela se habla de la pérdida de la inocencia.
Se deja entrever el resentimiento de la protagonista, una hija de emigrantes que vive una historia de amor con un miembro de la burguesía vizcaína. Creo que es una parte importante de la novela.

Es usted también periodista y creadora de comics. ¿Qué nos puede decir sobre esas facetas?
Soy una dibujante regular pero el mundo del comic me atrae de una manera extraordinaria. Parece que sólo atrae a gente joven, pero lo cierto es que muchas personas adultas se sienten atraídos por este género. En cuanto a mi trabajo periodístico estoy muy satisfecha con mis colaboraciones en distintos medios de Euskadi y me siento contenta con el trabajo que realizo en la profesión que elegí en su momento.

¿Algún mensaje que quiera lanzar a  la Serranía de Ronda?
Que espero seguir acudiendo cada año a ella, porque es impresionante la diversidad y la estructura de sus pueblos. Y deseo que ese proyecto para que Ronda sea declarada Patrimonio de la Humanidad sea una realidad en breve. La verdad  es que lo merece, es una ciudad por la que me encanta pasear y visitar la Carrera Espinel. Espero que se cumpla ese anhelo y que tenga un reconocimiento que se merece sobradamente.

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