viernes, 8 de febrero de 2013

"María González Alamillos", por José Antonio Hernández Guerrero

Perfil de la sampableña María González Alamillos quien, dentro de unos días, cumplirá noventa años.
José Antonio Hernández.
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El rostro de esta mujer bondadosa, conciliadora, alegre y coqueta, irradia serenidad y confianza
María es uno de esos seres excepcionales que, cuando los tratamos, aunque haya sido sólo durante un breve lapso de tiempo, nos dejan unas intensas, gratas y duraderas resonancias afectivas. Es una de esas personas que nos caen bien y cuyos recuerdos siempre son agradables porque nos infunden un profundo respeto, una permanente admiración y, sobre todo, un intenso cariño. Ésta es, posiblemente, la razón que explica mi reconfortante impresión de que, aunque ya hayan pasado cincuenta años de nuestra última conversación, sigo conservando su imagen como si la hubiera visto hace escasamente unas semanas. Tengo muy presente, por ejemplo, la intensa luz que desprende su mirada tan atenta siempre, no sólo a los múltiples quehaceres de su marido y a las diversas ocupaciones de sus seis hijos, sino también a las tareas de sus nietos y de todos los que, a su paso, le manifiestan alguna preocupación.
Y es que, efectivamente, en sus ojos se concentran todas sus experiencias pasadas y todas sus ganas de vivir y de repartir vida. Su hija Maruja me ha contado cómo el calor que ella irradia hace que su casa sea un cálido hogar en el que, no sólo los miembros de la familia, sino también todos los que lo visitan se sientan acogidos y reconfortados.
María es, sencillamente, una mujer bondadosa que, con sus actitudes, sin necesidad de aspavientos y sin tener que emplear palabras raras, nos muestra una manera válida para interpretar –para vivir con intensidad- la vida humana. Su clave reside en la fidelidad con la que ha sido coherente con sus hondas convicciones. Por eso toda su familia y sus muchos amigos recibimos su mensaje con respeto y con agradecimiento, y, por eso, si tuviéramos que definir con una sola palabra su perfil humano, posiblemente la más adecuada sería “bondad”. Éste es, a nuestro juicio, el término que mejor le cuadra y el que más hemos pronunciado y escuchado a sus hijos, a sus nietos y a sus amigos. Bondad, que ella traduce en esa gran comprensión, que es consecuencia de su respeto a todos, en una actitud de servicio, que nace de su atención y de su interés por los problemas de todos a los que trata, y en una capacidad de sufrimiento, aumentada por el delicado cuidado que pone en evitar o suavizar el dolor de los que le rodean.
Conciliadora, alegre, alegre y coqueta, María irradia tal serenidad y confianza que hasta sentimos el aletear de sus conversaciones, de sus charlas e, incluso, los paréntesis de sus silencios abiertos en los que resuena el eco de sus profundos sentimientos de esperanza. Su profunda piedad dota de sentido a la lucha por la vida y su sentida oración -pan y lenguaje- es la expresión de su amor a Jesús de Nazaret. Aprovecho la ocasión de su próximo cumpleaños que expresarle mis sentimientos de gratitud, de respeto y de cariño. Muchísimas felicidades.
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*** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista. Fue el Padre Hernández" en su juventud, el primer cura de San Pablo de Buceite.

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