El repaso de las noticias que nos proporcionan los medios comunicación pone de manifiesto el aumento imparable de conflictos graves que, en la actualidad, amenazan nuestro bienestar personal, familiar, social y político. Es cierto que, por ejemplo, el cambio de los cuestionarios de las oposiciones de Enseñanza Secundaria, los juicios al juez Garzón, los desfalcos de los ERE en Andalucía, la imputación de Iñaki Urdangarín, el déficit de Grecia o la guerra civil en Siria, constituyen serios problemas que, por afectarnos a todos, aunque sea en diferentes grados, nos inquietan y nos indignan. Es también verdad que sus soluciones exigen que todos los conciudadanos reflexionemos serenamente y que nos preguntemos permanentemente sobre la medida en la que hemos de colaborar solidariamente para lograr las adecuadas soluciones.
Pero, a mi juicio, también deberíamos esforzarnos para establecer un orden de prioridades aplicando como criterios la urgencia, la gravedad y la importancia de cada uno de estos asuntos. No dudo que todos estos temas, que reclaman la atención de los líderes de opinión y que llenan hasta la saturación los espacios y los tiempos de los medios de comunicación, poseen un notable interés periodístico, pero pienso que, en su tratamiento, deberíamos distinguir entre “los problemas” y “el problema”, ese que ocupa el desgraciado liderato y que, día a día, adquiere caracteres más dramáticos. Me refiero al aumento imparable del hambre en el mundo y de la pobreza en España.
Según se desprende del Barómetro Social de España, el número españoles en situación o riesgo de pobreza ya asciende a más de 10 millones en la actualidad. Acabo de recibir un mensaje en el que un amigo me pregunta por qué hay hambre en el mundo si, como todos sabemos, en la actualidad, a pesar de la crisis, hay superabundancia de alimentos y que, por lo tanto, el hambre es remediable. “¿No crees tú que si, además de las teorías económicas, de los adelantos científicos y de los inventos tecnológicos, aplicáramos las elementales normas de la moral, se paliarían de manera notable muchos de esos problemas que claman al cielo? Me permito responderle que, si algunas de las cuestiones anteriormente mencionadas como problemas de actualidad escapan a nuestras competencias profesionales y ciudadanas, otras, por el contrario, como es la solución o la atenuación de los niveles de la pobreza, exigen que todos arrimemos el hombro. Estoy seguro de que, si miramos a nuestro alrededor, advertiremos que algunas personas próximas necesitan de nuestra ayuda.
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*** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático
de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club
de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
- Imagen de http://devarlogos.blogspot.com
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