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Jorge de Arco
Con “Fantasmas de mi infancia” (Huerga y Fierro. Madrid, 2011) suma Ángela Reyes (Jimena de la Frontera, agosto 1946) su décimotercer libro -Ver en wikipedia-
De ayeres y remembranzas se pueblan también sus páginas. “He escrito este poemario desde la nostalgia positiva (…) Gratos recuerdos vividos con mi amplia familia andaluza”, anota la autora en sus “Palabras previas”.
Y de todos esos rostros, voces y rincones de su amado Sur, sobresale la figura materna, con la que dialoga y a la que va confesando su mañana y su ayer:
“Me fui y ahora he vuelto sin las moras/ ni tantas otras cosas que pensaba traerte de la mano (…) Yo sé que he llegado tarde/ porque te miro y no crepitas,/ tu cuerpo ya no cruje”.
La casa que fue hogar encendido y ahora es silencio, ruina, los soleados paisajes de la niñez que se han tornado melancólico invierno, las campanadas de la dicha que ya son ecos lastimados, van sucediéndose a modo de verdad antigua, pero dichosa.
Un verbo cómplice, tallado con modélico lirismo, acompaña el bordón de infancia, de vida y de muerte, que se anuda a este desván de versos muy bien dichos, “cuyos ojos relucen/ como los fósforos prendidos”.
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Ángela Reyes dedica el libro a su madre:
Todo entra por nuestra piel crujiente.
Hasta las barcas solitarias se adentran en la arena,
soñando con el cuerpo tendido bajo el sol.
Hasta las barcas solitarias se adentran en la arena,
soñando con el cuerpo tendido bajo el sol.
Madre, te encuentro tan cansada
que tu piel no crepita por mucho que la bese.
Poco a poco tu cuerpo va haciéndose de aldea;
tu cuerpo es un pueblito
dormido tras la bruma de los amaneceres.
que tu piel no crepita por mucho que la bese.
Poco a poco tu cuerpo va haciéndose de aldea;
tu cuerpo es un pueblito
dormido tras la bruma de los amaneceres.
Ángela Reyes
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