DÍA DEL TRABAJO
En esto momentos en los que la automatización está “liberando muchas manos de obra” y en los que el teletrabajo obligado por la pandemia nos está demostrando que somos más adaptables de lo que pensábamos, me pregunto si cambiarán de manera importante nuestras maneras de trabajar, si mejorarán las condiciones de la vida familiar y de la convivencia social, si abrirán la posibilidad para que, teniendo en cuenta que es un bien necesario, se reparta de una manera más justa y más equitativa.
Lo ignoro pero deseo con “fervor” que estos cambios mejoren las condiciones sociales. La vida laboral debe constituir uno de los asuntos prioritarios de las reflexiones de los filósofos, de educadores, de los periodistas y, por supuesto, de los políticos. ¿Por qué? Porque el trabajo forma nuestro cuerpo y nuestra mente, determina la vida familiar y organiza la convivencia social. Es necesario y urgente que repensemos nuestra cultura del trabajo.
De la misma manera que existe una grave desigualdad en la distribución de las riquezas, el reparto del trabajo, uno de los bienes indispensables para la supervivencia humana, es abusivo, escandaloso y peligroso. No perdamos de vista, por favor, que el trabajo, además del medio necesario para la economía del individuo y de la familia, define lo que somos, determina nuestras perspectivas de futuro, dicta dónde y con quiénes pasamos el tiempo e inspira nuestros valores.
Termino mi reflexión con una pregunta: ¿Por qué algunos trabajan tanto para adquirir más dinero del que pueden gastar y mayores riquezas de las pueden disfrutar?
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5 comentarios:
Para llevarse el dinero y el resto sus posesiones al cielo o al infierno y seguir disfrutándolas allí: al cielo las posesiones, y al infierno el dinero, para gastarlo eternamente en todos los placeres que han organizado allí los demonios de la tierra que, como él, se dedicaron a atesorarlos a costa de los desgraciados que pensaban en ser buenos y repartir lo poco que ganaban para ir al cielo.
Firmado: yo y siempre yo, el mismo tonto, currante y buena persona de siempre; orgulloso de no tener un un Euro pero sí un corazón de oro.
Atentamente, su seguro y chiflado servidor Picaso Pentecostés Tarumbo.
La respuesta a su pregunta reflexiva es: La manzana. Me refiero a la manzana del paraíso que obligó a las personas a trabajar.
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El trabajo es un deber,
es una obligación,
es el pago de una sentencia,
de una sentencia y castigo
que un día nos impuso Dios
incluso, a los no nacidos.
Pero también y sobre todo
es uno de los principales derechos
que tiene todo individuo,
ya que es el alimento del hombre
la cohesión y la paz
de la sociedad y familia.
Trabajo, cada día hay menos,
debido a la automatización,
a la robótica y sobre todo
a los nuevos métodos de producción
y a las jornadas interminables
a las hoy día someten
a la mayoría de los trabajadores.
Humanos, cada día somos más
el número de inactivos forzosos
aumenta vergonzosamente.
Dicen que esto es la era del ocio,
¿Del ocio? ¿Para quién?
Para que vivamos en paz,
ya que el trabajo hay el que hay,
no queda otra solución
que repartirlo entre todos
toquemos a lo que toquemos
es, necesario y de justicia,
mejor que sea antes, que después.
Habrá que ponerlo en práctica,
lo que deseo es que sea
sin que a la humanidad le cueste
como siempre, mucho dolor,
sacrificios y muchas vidas.
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El trabaji hay que repartirlo ¿Y el dinero? ¡El dinero solo para los ricos!, eso está muy bien, verdad?
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Si se reparte el trabajo
sobrarían muchos impuestos,
no habría que redistribuir
el dinero que recaudan
mermando al trabajador su sueldo.
Cada cual y cada “cuala”
se ganaría su pan
con el sudor de su frente,
como el buen Dios lo dispuso
y no como lo ganan muchos
con el sudor de, el enfrente.
Si reparten el trabajo,
se acabarían las colas
en los bancos de alimentos,
sobrarían la ONG´S,
la mendicidad y por supuesto
todos lo que viven de esto.
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