jueves, 5 de noviembre de 2020

"La naranja entera", por José Antonio Hernández Guerrero

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La naranja entera

Los seres humanos somos proyectos completos

“La media naranja”, esa imagen metafórica tan tópica que muchos usamos para referirnos al cónyuge, constituye, en mi opinión, un error de interpretación y, lo que es más grave, una concepción de la pareja seriamente peligrosa.

Aunque es cierto que algunas mujeres y muchos hombres buscan y encuentran un consorte que complete sus carencias, compense sus deficiencias, corrija sus defectos y solucione sus problemas; aunque es frecuente que se explique la unión matrimonial como una fórmula para nivelar los desequilibrios psicológicos, culturales y hasta económicos, también es verdad que la experiencia nos demuestra que esta receta compensatoria aboca, en muchas ocasiones, a la frustración personal y al fracaso familiar.

No pongo en duda que el ser humano es esencialmente imperfecto, indigente, incompleto, defectuoso y necesitado. Estoy de acuerdo en que, para “realizarnos”, para llegar a ser nosotros mismos, requerimos la ayuda de los demás, pero opino que esta colaboración, más que a remediar nuestras carencias o a aliviar nuestras dolencias, ha de contribuir a que cada uno despliegue todas sus facultades, supere por sí solo sus dificultades, alcance sus metas y logre su peculiar plenitud. Como suele repetir María del Carmen, “los seres humanos -cada ser humano- hombre o mujer, joven o anciano, soltero o casado, no somos seres mutilados, sino que somos o debemos llegar a ser unos proyectos completos y unas obras acabadas”. Cada uno de nosotros encierra en lo más profundo de sus entrañas un diseño propio y un plan diferente que, con la ayuda de todos los demás acompañantes y compañeros, ha de desarrollar y cumplir. El proyecto común de cualquier grupo de personas -sobre todo de las que integran la unidad familiar- vale sólo en la medida en la que sirve para facilitar que cada uno de sus miembros identifique y construya su modelo singular; para que viva su vida y para que logre su bienestar. Los cónyuges no somos medias naranjas, somos... naranjas enteras.

2 comentarios:

E. Alonso dijo...

D. José Antonio, me ha agradado leer su artículo. Cuando leí el título, pensé ¡Vamos a ver, que epístola canónica nos toca hoy!

Le escribo este comentario porque cuando por circunstancias se rompe el estereotipo que tengo sobre una persona, dentro de mí, se produce un espalmo, algunas veces de dolor y otras, como en este caso, de placer y alegría. Quiero decirle que con su escrito, muy sencillo, pero filosóficamente profundo, evitaré juzgar de antemano sus artículos.

Perdone mi ignorancia, pero no se quién es y a qué se refiere "Como suele repetir María del Carmen"

Anónimo dijo...

.
Una pareja yo creo
que al igual y semejanza
con un conocido misterio,
son dos personas distintas
pero que las dos, dos no son,
para pasar a ser uno.
Y nada de dos mitades
de naranja, ni de yin yan,
aunque entre mis amigos,
hay más de uno que dice
que hay algunas parejas formadas
para desgracias de ellas
no por dos medias naranjas
y sí por un medio limón, “agrio”
u otras por un medio pomelo “amargo”
o “amargas” por ser medias cachorreñas.
Y por muy dulces que sean,
sus respectivas mitades
la mezcla, no liga bien
ya que el dulzor lo solapa
el amargor o la acidez.
Pero dos que sean iguales
o al menos muy parecidos
forman un uno misterioso
como los tres que no son tres
porque los tres, son solo uno.

Antonio.

Don José Antonio, con mi saludo, mi respeto.