Leído en el Diario de Cádiz. Por su interés reproducimos este artículo.
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AUNQUE los profesores de las Ciencias Humanas tratemos de evitar la tentación de creer que sólo son científicas las conclusiones a las que llegan las Ciencias Exactas, deberíamos estar permanentemente atentos a los diversos e importantes avances científicos y a las propuestas filosóficas que nos sirvan para fundamentar las raíces de los comportamientos humanos. Hemos de reconocer que las explicaciones de todas nuestras Ciencias Humanas se apoyan -se han de apoyar- en los principios que nos proporcionan la Ciencia y la Filosofía.
AUNQUE los profesores de las Ciencias Humanas tratemos de evitar la tentación de creer que sólo son científicas las conclusiones a las que llegan las Ciencias Exactas, deberíamos estar permanentemente atentos a los diversos e importantes avances científicos y a las propuestas filosóficas que nos sirvan para fundamentar las raíces de los comportamientos humanos. Hemos de reconocer que las explicaciones de todas nuestras Ciencias Humanas se apoyan -se han de apoyar- en los principios que nos proporcionan la Ciencia y la Filosofía.
Algunos compañeros indican, con razón, el riesgo de caer en el "cientifismo" al que me referí en uno de los primeros artículos. En mi opinión, una fórmula eficaz para evitar la tentación del cientificismo podría ser la integración de las enseñanzas de cada asignatura en un proyecto unitario en el que se conecten de manera equilibrada las ciencias empíricas con los saberes humanísticos. El carácter universitario -"universal"- de la investigación, de la docencia y de la divulgación de esta institución exige que cada una de las disciplinas forme parte de un plan coherente, equilibrado y unitario apoyado en la unidad del ser humano y en su integración física y vital con la naturaleza. Sobre todo en la situación actual en la que se exige una creciente especialización, todas las asignaturas universitarias son inter- y pluri- disciplinares. Cada una requiere un diálogo permanente no sólo con las que comparten una titulación o se enseñan en la misma Facultad, sino también con otras que se estudian en carreras diferentes.
Por esta misma razón deberíamos poner freno a esas divisiones y subdivisiones de asignaturas que, en algunos casos, no responden a criterios científicos o pedagógicos sino que son las consecuencias de las luchas que se libran en los departamentos y en las áreas de conocimiento, con el fin de lograr o de mantener "parcelitas" de poder.
Pero con la misma claridad con la que admitimos que la especulación física, por ejemplo, se apoya en la investigación química y biológica y en los cálculos matemáticos, el estudio de todas estas disciplinas debería tener en cuenta el pensamiento filosófico y los mecanismos del lenguaje. Ya he indicado cómo, por ejemplo, la Medicina actual exige conocimientos actualizados de Física, de Química, de Biología, de Informática, pero también de las destrezas y de las técnicas de la Comunicación cómo ya se admite que la Economía requiere conocimientos de Sociología, de Matemáticas, de Psicología, de Ética y de Política. En resumen, los laboratorios necesitan de las bibliotecas y de los ordenadores, y el análisis, por ejemplo, de los comportamientos de las bacterias, además de las probetas, requiere los conocimientos de Hermenéutica. Hemos de seguir el ejemplo de aquellos especialistas de ciencias tan humanas como la Estética, la Ética o la Política, que piden ayuda a la Neurología para interpretar los datos que recibimos del mundo, para explicar el funcionamiento de los fonemas, de las sílabas y de las palabras, para potenciar la intensidad expresiva de las metáforas y la fuerza persuasiva de los procedimientos retóricos.
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