¡Qué alegría, después de tanto tiempo ausente pude asistir a la boda de mi nieta!
Me fui un día a un lugar muy lejano que no conocía; tuve que volar cuando nunca me había gustado, no me quedó más remedio, así es la vida, se presentan problemas sin esperarlo y hay que apechugar. No podía arrepentirme ni volver atrás, tuve que irme y me fui. Sin embargo, he de confesarlo: partí a donde no quería y solo pensaba en volver.
En todo momento estuve informado de la situación de mis familiares, pues allí los medios son más sofisticados, es otro mundo. Si no lo hice antes es porque no pude, me fue imposible, no encontraba el hueco oportuno. Lo encontré cuando mi nieta, con treinta años ya, por fin se casaba. Estuve en la boda y lo pasé también que, cuando volví al cielo, tuve que regresar, porque allí en la tierra mi aura se había quedado.
4 comentarios:
Cristóbal muy bien y muy original. Bonito
Precioso cristoba
Gracias. Una foto muy bonita, Bernardo.
Antonio, el niño del Corchado
Accidente Laboral en El Corchado año 1955
Día once del mes de junio
a las once y diez de la mañana
Maruja, oyó sonar la sirena,
también el agua que bramaba
por el aliviadero
de la cámara de carga
de la fábrica de la luz,
donde Pepe su marido, trabajaba
su corazón, casi se para.
¿A esas horas la sirena?
¡Algo muy grave pasaba!
Ella a la fábrica llegó
corriendo, casi asfixiada.
No la dejaban de entrar,
comprendió que sucedía,
lo que ella presentía.
Alguien le dijo: -Maruja,
Pepe ha tenido un accidente,
pero usted, no puede verlo.
Ella buscó la manera,
lo intentó por otra entrada,
penetro en la fábrica
su marido electrocutado, agonizaba,
y en sus brazos se murió
escuchando de sus labios:
-Para criar a los niños
que muy sola, se quedaba.
Y bien sola se quedó
viuda, con cinco niños.
La mayor de trece años
y de sólo tres el más pequeño,
sin dinero, sin trabajo, sin salario,
ni pensión de viudedad
(en concederla tardaban entonces
dos años y a veces más)
La casa donde vivían
en el poblado de El Corchado
era, de la compañía,
debía de abandonarla
porque tenía que ocuparla
el empleado que le sustituiría.
El pequeño muy enfermo
con una enfermedad penosa,
necesitaba noche y día
cuidados de una persona
y medicinas, muy costosas.
Se fue a vivir a la cuidad,
pensando que más fácil sería,
con su trabajo para su prole,
ganar el pan de cada día.
En una camionetilla
cargada de enseres y niños
que miraban sollozado
aquel mosaico amarillo
que en azul está rotulado
(que aún hay a la entrada
de la fábrica del Corchado)
del que se iban alejando
sin padre, porque se quedaba
en Jimena de la Frontera
en el Castillo, enterrado.
.
Él, también se fue y muy joven,
se casaron todos sus hijos,
luego lo hicieron sus nietos
que por cierto son muchísimos,
y a ninguna boda… vino.
Será, que por el accidente
su cuerpo quedó,
además de carbonizado
por la caída, destrozado.
Y que a pesar de los adelantos
y lo sofisticado de los medios
que debe de haber por allí,
después de sesenta y un año
aún no se habrá restablecido
o tuvo oportunidad de hacerlo.
29.02.16
Continu…
Antonio. –El niño del Corchado-
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