Artículo relacionado: "El futuro educativo/ 1", por José Antonio Hernández Guerrero
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Leído en Diario de Cádiz. Por su interés lo reproducimos.
LA CRISIS universitaria constituye un tema reiterado insistentemente en todos los medios de comunicación, sobre todo, desde aquel mayo de 1968 que estuvo a punto de causar la caída del régimen francés. La preocupación por la necesaria adaptación de los contenidos científicos y de los métodos pedagógicos a los continuos cambios de las diferentes sociedades ha sido común a todos los sistemas educativos del mundo.
Hemos de reconocer, sin embargo, que las llamadas turbulentas de profesores y de estudiantes, a veces, sólo han generado medidas atenuantes, en vez de impulsar a la búsqueda de soluciones eficaces. En la actualidad, la necesidad de cambios, debido a la globalización científica y a la revolución producida por la tecnología electrónica, cuyos efectos repercuten en las crisis de valores, culturales, sociales y económicas, hace que las reformas deban adquirir unas características singulares.
Estoy de acuerdo en que, efectivamente, uno de los problemas es el económico debido a la necesidad de elevadas inversiones para la actualización de unos estudios y de unas investigaciones que exigen la permanente renovación de los laboratorios y de las instalaciones, al compás acelerado de la revolución científica y técnica. Tengo en cuenta, además, el incremento de titulaciones, la progresiva preparación de los profesores y la atención personal a los estudiantes. Pero, a mi juicio, el mayor desafío reside en la obligación de adaptar su organización y sus contenidos a las necesidades de una sociedad que, en permanente cambio, exige que la Universidad prepare a los ciudadanos para que ejerzan nuevas profesiones y que estén dispuestos a seguir aprendiendo durante toda la vida.
Hemos de ser conscientes, además, de que la sociedad actual demanda un nuevo modelo de Universidad que supere la tentación de creerse un fin en sí misma. La nueva organización académica, además de cuidar el rico tesoro del patrimonio filosófico, científico, histórico, artístico y cultural, deberá permanecer atenta a las nuevas concepciones científicas y filosóficas, y abierta a las cambiantes demandas. Es hasta probable que se vea obligada a cambiar la organización geográfica de las áreas, de los departamentos, de las facultades, de las bibliotecas y de los laboratorios para facilitar la conexión y el engarce entre las diferentes asignaturas y la comunicación permanente entre los profesores e, incluso, entre los alumnos. Tendrá que intensificar, además, las relaciones con los diferentes colectivos, teniendo en cuenta los problemas -a veces tragedias- de hoy y de mañana, y, por supuesto, deberá colaborar solidariamente con las demás instituciones proponiendo soluciones atinadas, serias y efectivas.
Estoy de acuerdo en que, efectivamente, uno de los problemas es el económico debido a la necesidad de elevadas inversiones para la actualización de unos estudios y de unas investigaciones que exigen la permanente renovación de los laboratorios y de las instalaciones, al compás acelerado de la revolución científica y técnica. Tengo en cuenta, además, el incremento de titulaciones, la progresiva preparación de los profesores y la atención personal a los estudiantes. Pero, a mi juicio, el mayor desafío reside en la obligación de adaptar su organización y sus contenidos a las necesidades de una sociedad que, en permanente cambio, exige que la Universidad prepare a los ciudadanos para que ejerzan nuevas profesiones y que estén dispuestos a seguir aprendiendo durante toda la vida.
Hemos de ser conscientes, además, de que la sociedad actual demanda un nuevo modelo de Universidad que supere la tentación de creerse un fin en sí misma. La nueva organización académica, además de cuidar el rico tesoro del patrimonio filosófico, científico, histórico, artístico y cultural, deberá permanecer atenta a las nuevas concepciones científicas y filosóficas, y abierta a las cambiantes demandas. Es hasta probable que se vea obligada a cambiar la organización geográfica de las áreas, de los departamentos, de las facultades, de las bibliotecas y de los laboratorios para facilitar la conexión y el engarce entre las diferentes asignaturas y la comunicación permanente entre los profesores e, incluso, entre los alumnos. Tendrá que intensificar, además, las relaciones con los diferentes colectivos, teniendo en cuenta los problemas -a veces tragedias- de hoy y de mañana, y, por supuesto, deberá colaborar solidariamente con las demás instituciones proponiendo soluciones atinadas, serias y efectivas.
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