miércoles, 10 de febrero de 2016

Cuentos locales, historias y leyendas: " Juan Pipeta, Jesucristo y los dos apóstoles", por Cristóbal Moreno El Pipeta

María González y su esposo Cristóbal Moreno.
 CUENTOS LOCALES, HISTORIAS Y LEYENDAS

    Me propongo escribir, si Bernardo en Buceite.com, me lo permite -para los niños y mayores- una recopilación de historias, leyendas y cuentos antiquísimos de esta zona y término municipal, que, mi jimenata abuela paterna MARÍA (1.898/1.997) - a la que muchísimos sampableños habéis conocido-, desde pequeño me contaba y de las que, de algunas pocas, oportunamente tomé nota. (Por lo que se ve era un legado de sus progenitores a las seis hermanas GONZÁLEZ NAVARRO -María, Juana, Francisca, Antonia, Manuela y Lucía; solo vive Antonia). 


MARÍA, que como todas sus hermanas, siendo aún niñas, quedaron pronto huérfanas, y pese a no saber leer ni escribir, sobresalió y llegó, en privado, a ser una narradora excepcional, recitar de maravilla y una cantante no profesional muy buena. Lástima de no haber podido recopilar de su memoria, su amplísimo legado, solo unos pocos entre canciones, cuentos, historias y leyendas.

     ANTONIA, tía abuela mía, con sus ya  101 años de edad (1.914- 2015) cercanos los 102 en el iniciado 2016, con algunas lagunas mentales debido a tan avanzada edad, las sigue contando. Reside con sus hijos en Algeciras (Cádiz). De su saber (sobre algunos cuentos) se hicieron eco Juan Ignacio Pérez y  Ana María Martínez, en su libro “LEYENDAS Y CUENTOS DE ENCANTAMIENTOS, recogidos juntos al Estrecho de Gibraltar” 2ª edición de la Asociación Litoral. 

    Comenzaré esta saga con el cuento de “JUAN PIPETA” que por contarlo muy a menudo un predecesor lejano de mis tías abuela, por tanto mio, natural también de Jimena de la Frontera, le apodaron a él “PIPETA” (mi apodo), también él se llamaba Juan como el del cuento. Este cuento, según en que parte de España, es una derivación del de “Juan el soldado”, puede tener varias versiones y otros títulos, sin embargo aquí se cuenta tal como era conocido en aquellos tiempos, cuando el referido familiar cambió lo de “el Soldado” por lo de “el Pipeta”, pues al contarlo decía que Jesucristo medía el vino con una “pipeta” (utensilio para medir líquidos). De cualquier forma, con sus evoluciones a través de los tiempos, este cuento resulta muy antiguo.


 “JUAN PIPETA, JESUCRISTO Y LOS DOS APÓSTOLES”

   Érase una vez un hombre que lo tuvieron que llevar al cuartel porque no quería hacer la soldada (milicia). Como llegó de noche lo metieron en una tienda de campaña vigilada por dos soldados hasta que al día siguiente lo juzgaran. En un descuido cortó la tela de la tienda por la parte trasera y se escapó a través del campo. Motivo por el que los soldados fueron castigados por sus jefes. Se tiró toda la noche andando para alejarse lo más posible de sus posibles perseguidores. Al día siguiente yendo caminando por una vereda adelantó a tres hombres a los que preguntó:
   -¿Dónde van señores?
   -Vamos buscándonos la vida por ahí.
   -Pues yo me voy con ustedes.
  -No, para qué, si nosotros nos vamos a quedar muy poco tiempo por aquí.
  -Es igual, yo me quedo con ustedes el tiempo que sea y después ya veremos.
  Accedieron y, por esos caminos, se fueron los cuatro. Por una vereda iban cuando vieron una casa vacía y las puertas abiertas y allí los cuatros se metieron. Ya dentro, mientras que descansaban, los tres le preguntaron al prófugo:
   -¿Tú cómo te llamas?
   -Yo me llamo, Juan Pipeta, y ustedes?.
   -Pues yo Pedro, este se llama Jesús y éste Juan.
  Al día siguiente, el llamado Jesús le dijo: Mira, Juan Pipeta, ¿tú ves aquellas ovejas?, pues dile al pastor que te dé una.
   -¡Sí, hombre, yo le voy a decir que me dé una oveja y él me la va a dar!. ¿Cómo va a ser eso si yo no lo conozco de nada?
   -Tú vas y se la pides- le dijo Jesús.
   -Bueno, y una vez que me la dé, ¿cómo la traigo si no tengo cuerda para amarrarla? -preguntó Juan Pipeta-
    -Tú la llamas: ¡ovejita, ovejita!, y ella se vendrá detrás de ti.
   -Sí, hombre, detrás de mí se va a venir la oveja.
   -Anda, Juan Pipeta, ve y lo haces. Y tú, Pedro, ve a aquel cortijo de allí y que te den pan. Y tú, Juan, tráete la leña para hacer de comer.

   Fue Juan Pipeta donde estaban las ovejas y le dice al pastor:  -Mire, que aquel que está allí me ha dicho que coja una oveja. -Sí, hombre, coge la que quieras. Cogió una oveja y se la llevó adonde estaba Jesús. Luego vino Pedro con el pan y Juan con la leña. Y dice Juan: -¿Quién va a guisar la oveja? -¡Yo, yo! –gritó Juan Pipeta-, yo que he sido cocinero. -Bueno, pues tú haces la caldereta. Nosotros nos vamos a dar una vuelta por ahí y cuando vengamos comeremos contigo.
   Juan Pipeta encendió la candela, partió la carne, las asaduras, el corazón y los riñones; los sazonó y echando agua en el caldero metió allí todos los trozos.

   Al poco vio que la asadura de la oveja estaba muy doradita. Cogió un pedazo y se lo comió y al ratito dice: “Yo me voy a comer otro trozo”, y después se comió otro y otro. Así, casi sin enterarse, se la comió toda. Cuando llegaron Jesús, Juan y Pedro, preguntaron: -¿Ya has guisado? Pues vamos a comer. Se pusieron los cuatro a comer y Jesús dijo a los apóstoles, y por último a Juan Pipeta:
   -Oye, Juan, ¿tú te has comido alguna tajada de asadura? -Yo no. -¿Y tú, Pedro? -Yo no. -¿Y tú, Juan Pipeta?:
   -Mira éste -dice Juan Pipeta- ¿Tú te crees que yo voy a mirar lo que como? ¡Yo qué sé si me he comido la asadura o si era un trozo de carne!
   Al rato dice Jesús otra vez: -Juan, ¿tú has cogido una tajada de asadura? -Yo no. -¿Y tú, Pedro? -Yo tampoco. -¿Y tú, Juan Pipeta?:
   -¿Otra vez me vas a calentar tú la cabeza con la asadura? -contesta Juan Pipeta- ¡Te he dicho que yo como y no sé lo que como!.

   Cuando terminaron de comer, se entera Jesús de que cerca de allí se estaba muriendo un hombre muy rico. Por lo visto, todos los médicos lo habían examinado ya y, al no poder salvarlo, habían acudido a algún curandero a ver si lo podía curar, entre ellos a Jesús, del que tanto habían oído hablar.
   Dijo Jesús entonces: -Voy a ir a curarlo.

  Y Juan Pipeta: -Yo voy contigo.
     -Y Jesús le responde: ¡no, yo tengo que ir solo, vosotros os quedáis aquí!.
   -¡No, no, no, de eso ni hablar, yo voy contigo pues seguro que tú le pides muy poco dinero! Dice medio enfadado Juan Pipeta-.
   Y le responde Jesús: -Bueno hombre..., le pediré una cantidad más grande pero tú te quedas aquí.
    -¡Que no, que yo voy contigo!.
    -Bueno..., venga, vente conmigo.
   Llegaron a la casa y Jesús dijo: -Vengo a curar al enfermo. -¿Y qué necesita usted? –preguntaron los de la familia. -Miren, en la habitación del enfermo me ponen una candela grande y comida para poder comer yo.

   Pusieron pescado, pan, fruta y una candela muy grande. Entonces dijo Jesús: -Juan Pipeta, tú te quedas aquí y por este boquete miras todo lo que yo esté haciendo. Mientras que Juan Pipeta miraba, Jesús cogió al enfermo, lo puso en la candela y lo quemó hasta hacerlo cenizas. Cogió la ceniza del enfermo, la puso en el suelo haciendo un montoncito y apagó la candela. Después sopló al montón de cenizas y de ellas resurgió vivo, muy hermoso y muy colorado el hombre antes muerto y quemado. Todo esto lo vio Juan Pipeta mientras miraba por el agujerito.

   -Bueno, aquí está el enfermo –dijo Jesús a la familia.
   Juan Pipeta se encaró con Jesús y le dijo: -Ahora no vayas a pedir una porquería, pide una buena cantidad de dinero. Jesús pidió una cantidad y a Juan Pipeta no le pareció bien.
   -¿Ves qué poco has pedido? Se atrevió a decirle Juan Pipeta a Jesús
   Llegaron a la casa y Jesús y sus dos amigos se despidieron:
   -Bueno, Juan Pipeta, nosotros nos vamos para el pueblo.
   -¡Pues yo me voy con vosotros!.

  -¡No, con nosotros no! Dijo Jesús. Voy a hacer las particiones del dinero que me han dado: este montoncito para Juan, este para Pedro, este para Juan Pipeta, este para mí... Y sacó un montoncito más. Entonces saltó Juan Pipeta y dijo: -Pero... ¿no somos cuatro? ¿Por qué haces cinco montones? -¡Calla, Juan Pipeta!. Toma, Juan. Toma, Pedro. Este para ti y este para mí.

   Y otra vez Juan Pipeta: -¿Y este para quién, eh? Y le contesta Jesús: -Este para el que se comió la asadura de la oveja. -Ah, pues entonces para mi, me la comí yo. -Jesús le dijo: bueno, ansioso, pues quédate con todo el dinero, que nosotros nos vamos. Se fueron y se quedó Juan Pipeta solo y pensativo. No entendía nada...

   Al poco tiempo, hablando con unos aldeanos, escuchó Juan Pipeta que había un hombre en el pueblo que estaba enfermo y que daban mucho dinero al que lo curara. “Pues yo lo voy a curar, que ya he visto cómo lo hacía Jesús”, pensó Juan Pipeta.

  -Vengo a curarlo –le dijo a los familiares. -¿Qué necesita usted? -Pues sólo una candela y comida, mucha comida. Juan Pipeta se metió en el cuarto del enfermo, lo echó en la candela y lo hizo un chicharrón. Después cogió la ceniza, la puso en el suelo, la sopló y de allí no salía nada. -¡Ay, madre mía! ¿Ahora cómo salgo de ésta...?

   Jesús, que lo había estado viendo, fue a ayudarle. Se presentó en la habitación y sopló hasta que salió el hombre ya curado. Juan Pipeta no paraba de decirle: -¿Y tú para qué has venido si no hacías falta, podía haberlo hecho yo sin tu ayuda? Ahora voy a pedir mucho dinero por el trabajo que he hecho. Salió Juan Pipeta y pidió una cantidad grande de dinero que recibió de los familiares. Entonces Jesús le dijo: -Juan Pipeta, esto no lo hagas más que ya no vendré más a salvarte.

    Jesús, San Juan y San Pedro, se marcharon por los caminos para ayudar a los necesitados; quedando Juan Pipeta en el pueblo donde se compró con el dinero ganado una huerta de naranjos, haciéndose agricultor, y a todo aquél enfermo o familia de enfermo que venía pidiendo su ayuda como curandero éste se negaba diciendo: “que Jesucristo hijo de Dios, por envidia,  le había quitado sus poderes de curación”. De esta forma, la gente, creyéndole loco le dejaban en paz, pero nadie compraba sus naranjas ni nada que criara en la huerta, por lo que se arruinó, volviéndose a echar a los caminos para volver a unirse, cuando les encontrara, con Jesucristo y los apóstoles, pero fue imposible encontrarles, dándose cuenta que, por avaricioso, ya en este mundo no volvería a encontrarles nunca más, y que la única gracia y poder que una vez tuvo, su oportunidad de ser una buena persona, la había perdido para siempre. Juró, que cuando viniera el fin del mundo y el hombre resucitara, según prometió Jesús, él no volvería jamás a defraudar a Dios ni a la palabra de su Hijo, por lo que pudiera ocurrir. Mientras tanto no pararía de contar esta historia,  que a él le ocurrió, -como si fuera un cuento-, para que su familia lo aprendiera y jamás dejaran de ser Cristianos.


Pronto seguirán otros cuentos, historias o leyendas, prácticamente olvidados/as, de Jimena de la Frontera y de San  Pablo de Buceite.

2 comentarios:

Antonio. el niño del Corchado dijo...

Bonito cuento, leyenda
o posiblemente historia
que se contaba en Buceite,
donde yo vivía de niño
hace ya, más de seis décadas,
en el Corchado exactamente.
Aquel bello paraíso
done nos criábamos libres.

Continuará

10.02.16.

Antonio. El niño del corcado

SPB noticias dijo...

Antonio por que no te animas y me envias tus poemas a mi correo. Asi lo publicariamos adecuadamente.
buceite.com@gmail.com

Saludos.
Bernardo