Los seres humanos, para llegar a ser nosotros mismos, necesitamos que un amigo nos explique, con claridad y con tacto, quiénes y cómo somos
Parto del supuesto de que la amistad es un sentimiento, un estímulo, un compromiso y, sobre todo, un ámbito de comunicación más que una obligación de colaboración. Es una relación interpersonal que, basada en una afinidad espiritual, tiende a un acompañamiento vital.
Parto del supuesto de que la amistad es un sentimiento, un estímulo, un compromiso y, sobre todo, un ámbito de comunicación más que una obligación de colaboración. Es una relación interpersonal que, basada en una afinidad espiritual, tiende a un acompañamiento vital.
El amigo es otro ser próximo y semejante que nos comprende, aunque no le expliquemos todas las razones de nuestros comportamientos; es el intérprete que identifica las claves de nuestra peculiar manera de ser, aunque no analice psicológicamente nuestro temperamento; es el exégeta que descifra el sentido profundo de nuestros pensamientos, aunque no se lo formulemos con palabras; es el experto que alcanza la razón última de nuestros deseos íntimos y llega hasta las raíces ocultas de nuestros temores secretos, aunque no haya vivido nuestras propias experiencias.
Los seres humanos, para llegar a ser nosotros mismos -sea cual sea el escalón temporal o social en el que nos encontremos- necesitamos que alguien nos explique, con claridad y con tacto, quiénes y cómo somos; necesitamos que nos diga cómo suena nuestra voz, cómo cae nuestra figura y cómo se interpretan nuestras palabras.
La amistad, como todos hemos podido experimentar, constituye uno de los factores más eficientes para fortalecer los mecanismos de defensa de la salud mental y biológica. Estudios recientes como, por ejemplo, los de la profesora Julianne Holt-Lunstad, de la Universidad Brigham Young de Utah, en Estados Unidos, han demostrado cómo las personas que cultivan la amistad mantienen la tensión más baja, sufren menos estrés, sus defensas son más robustas y viven más tiempo. Sus análisis ponen de manifiesto que “aumenta en un 50% las probabilidades de vivir más si confeccionamos una sólida red de relaciones sociales”. No es extraño, por lo tanto, que el Papa Francisco nos anime para que establezcamos permanentes relaciones de amistad, con las cosas y, sobre todo, con las personas, y que estemos dispuestos a descubrir en ellas su sentido, sus valores y su trascendencia.
1 comentario:
”” ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras? ””
La amistad es un sentimiento
muy parecido al amor,
diría que es casi tan grande
como el amor de una madre
que lo da todo sin reservas
cuantas veces sea necesario
y sin pedir nada a cambio.
Sin amor es harto difícil
de vivir en este mundo,
sin amistad creo yo
que el vivir es imposible
y el que sin amistad dice
que vivir o poder vivir
no lo creo, no es verdad
eso sería mentir
ya que el vivir sin amistad,
eso no sería vida,
eso no sería vivir.
Incluso sin merecerlo,
siempre hay quien nos quiere,
aunque lo ignoremos
hay alguien que pretende
ser y es nuestro amigo
que paciente espera y espera
bajo el frío en el invierno
y el calor en el estío.
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10.05.16
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Antonio. – El niño del Corchado-
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