lunes, 1 de septiembre de 2014

47 años no es moco de pavo >>> "Cómo éramos: adolescencia, scout y música", por Ignacio Trillo

Pinchar para verla con detalle.
El jimenato Ignacio Trillo Huertas nos visitó en la pasada fiesta del III Encuentro Sampableños 2014 "tras compartir con los sampableños la mágica noche y previamente durante el día, la fiesta de agosto a lo largo del pasado sábado día 23, con la culminación de la actuación del sonido fenomenal que emite el grupo musical OBA y que hunde sus raíces en nuestro municipio jimenato de hace décadas".  

"También contarte que ese viaje entrañable al entorno que me vio nacer y crecer y del cual guardo imborrables recuerdos todos ellos enormemente gratos, me sirvió para provocar un encuentro entre los fundadores de los dos clubes juveniles que se crearon en la década de los sesenta en Jimena de la Frontera y que no nos veíamos desde entonces".
A la izda. las fotos de 1966 y la del otro día en San Pablo "entre las que han trascurrido 47 años de diferencia, que no es moco de pavo".
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CÓMO ÉRAMOS: ADOLESCENCIA, SCOUT Y MÚSICA. 
De su blog http://ignaciotrillo.wordpress.com/

INTRODUCCIÓN

Tras el relato que escribí sobre mi primer contacto en la infancia con el cine, a través del rodaje de la película que se rodó en el gaditano pueblo que me vio nacer, Jimena de la Frontera, y que se contiene en este blog  (Ver: CUANDO DE NIÑO ME HICE ACTOR DE CINE http://ignaciotrillo.wordpress.com/2012/10/02/11624/), lectores y sobre todo paisanos del pueblo, me animaron a publicar otras pinceladas autobiográficas de esa infancia-adolescencia que transcurrió en tan bello lugar enclavado en el Parque Natural de Los Alcornocales. Sirva aquí una segunda entrega, cuya primera parte escribí en la revista digital “Tio Jimeno”  con la promesa de llegar a la trilogía con la siguiente que relaté referida al hundimiento de la plaza de toros de Jimena, allá en el año 1961, que ya realicé posteriormente: LA TRAGEDIA TAURINA DE JIMENA EN 1961http://ignaciotrillo.wordpress.com/2013/02/05/14892/

En esta entrada, acontecen los primeros pinitos asociativos que emprendí, en aquel entonces pasado, ligado al senderismo, la música y los primeros encuentros con el sexo femenino.

“LOS BOYS SCOUTS” Y “LOS SOÑADORES” DE JIMENA

por J Ignacio Trillo Huertas

Transcurría el otoño de 1965. Un núcleo de adolescentes y otros, aún niños, constituimos el primer grupo de boys scouts en Jimena de la Frontera.

Ramón Vargas-Machuca, inspirador en la creación de los Boys Scouts en Jimena.

La formación de esta organización me fue inspirada por un joven, Ramón Vargas-Machuca Ortega, del municipio, también gaditano, de Medina Sidonia, tres años mayor que yo, que unos meses antes vino a veranear a la jimenata casa de sus tíos: Ramón Vargas-Machuca y Mercedes García, además tía segunda mía, del que su hijo Javier, mi primo por excelencia en Jimena, era el nexo de unión entre Ramón y yo.

El domicilio, de tan prolífera y entrañable familia, estaba situada en El Paseo, en una linda casa que hoy sirve para acoger a una entidad financiera. Un lateral de la fachada daba al bar de Becina –en aquella época era con B-, y el otro a la posada de Ramón, que en un cuartito de su bajo acogía el kiosco de Ortiz, de la pensa y los chuches.

A la sombra del corredor del patio de la morada de estos parientes, aprovechábamos a Ramón, tanto Javier como yo, en las tórridas horas de la siesta estival de los demás familiares, para hacer nuestros pinitos con la guitarra.

Ignacio Trillo, detrás Javier Vargas-Machuca y José María Macías, figuran entre los primeros fundadores de “los boys scouts de Jimena”, dos años después en el bar de Cuenca (Foto de I.T.)

Ramón, era el que sabía de notas musicales. No era ajena la impronta que da ser un estudiante seminarista. Con él aprendimos a tocar las variopintas canciones de Salvatore Adamo, empezando, cómo no, por “Mis manos en tu cintura”, pasando por sus precursoras a “Perdóname” del Dúo Dinámico, para a continuación persistir con la eurovisiva “Non ho l’etá” de Gigliola Cinquetti, o con las del último festival de San Remo.

Y entre una y otra, las cantilenas diferentes que al aire libre por rutas de sendero entonaban los boys scouts en sus marchas excursionistas (“guardas tus penas en el fondo del morral…”), incluso en lengua hindú (“chinganguli”)

Vista del Castillo de Jimena desde la puerta de salida del Camposanto. Foto de Ignacio Trillo

Cuando llegó el final de las vacaciones, Javier y Ramón abandonaban el pueblo camino de sus estudios. Por mi parte, proseguía en el pueblo para la inmediata incorporación de nuevo a la Academia “Calasanz”. Aquí se preparaba por libre hasta cuarto de bachiller para acabar haciendo los exámenes, que  eran los únicos válidos, a final de curso en el instituto de Algeciras, donde te jugabas, en una prueba escrita por cada disciplina, el esfuerzo realizado durante el curso escolar.

De esta forma, ausentes ya Ramón y Javier, me propuse crear los Boys Scouts de Jimena. Para fundarlo, nos reunimos el grupo de amigos, la mayoría del barrio Abajo y algunos del de Arriba.

Comenzamos transmitiéndoles el sonido con tatareos de las mismas canciones que Ramón me había enseñado. Estos sones de marcha, nos acompañaban en las caminatas, cuesta abajo hacia la Pasada de Alcalá por la calle donde la última casa era la del “Potaje”; a La Estación de Tren, por la cantarería y “La Tosca”; rumbo a las “roaeras”, aledañas al “Paseo Cristina”; alrededor de “El Risco” por la calle Llana o en dirección al Castillo para después bajar al “Tajo de la Reina Mora” e ir más al fondo hasta serpentear el río Hozgarganta.

Vista de aquella Jimena de la Frontera sin barreras arquitectónicas que luego se edificaron delante, sobre su falda.(Foto Miguel Trillo)

No nos planteamos conectar con ninguna otra agrupación del mismo nombre, allende los límites municipales, ni tan siquiera sabíamos si existía. Tampoco formalizarla en un registro asociativo, que además ignorábamos que existiera. Nos bastábamos con nuestra autosuficiencia.

El Hozgarganta, río por excelencia de Jimena a su paso por El Quiñónez (Foto cedida por Francisco Tocón)

Irrumpimos públicamente, aprovechando una de esas presencias extraordinarias que hacían un conjunto de predicadores del oficial catolicismo. Se personaban en los pueblos para reforzarnos en la fe cristiana o para convertir a los no creyentes al cristianismo y así evitarles el sufrimiento de la condena al infierno en llamas.

Jimena, mar verde de alcornocales: Foto cedida por Fco. Tocón

Se llamaban evangelizadores, más comúnmente misioneros. Para nuestra imaginación vendrían de África o de América del Sur, a los que ayudábamos con la recaudación que hucha en mano hacíamos cada tercer domingo del mes de octubre, día de la cuestación del Domund.

La venida de estos peculiares presbíteros era una jornada especial en el pueblo. Para su recibimiento, se congregaron varias decenas de vecinos en la entrada de El Paseo, bajo el portal del comercio-tasca- panadería de Luis Luque, junto a las “Cuatro Esquinas del barrio de Abajo”, exactamente a espaldas del bar que allí tenía Ernesto Cuenca, y en la esquina, la bodega de su hermano Antonio. Ernesto con cinco hijos varones, y Antonio con cinco hijas, que a cuenta de esa dispar procreación motivaran más de un chiste.

El pueblo de Jimena visto desde el Castillo. Foto de Miguel Trillo

A la llegada de tan misericordiosa expedición, sorprendimos al vecindario abriendo una pancarta que con mucho celo habíamos preparado: dos palos y un trozo de tela de sábana, grapada a sus extremos con la leyenda: “LOS BOYS SCOUTS DE JIMENA SALUDAMOS A LOS PADRES MISIONEROS”.

Tras oír el vibrante agradecimiento que desde el balcón de Luis Luque nos hizo el jerarca de la expedición religiosa, nos sentimos inmensamente reconfortados, en nuestra fe en la divinidad, de la proeza y piadosa obra realizada.

No ocurrió así con el que se consideraba en Jimena responsable de la Falange Española, también de su rama juvenil, la OJE, y por tanto vigilante para conservar en su total pureza las esencias patrias del Régimen de Franco.

El castillo contemplado desde calle Larga. Foto de Miguel Trillo

Me preguntó con retintín qué de dónde habíamos sacado ese nombrecito extranjero y si no sabíamos que para establecer una entidad organizada era necesario contar con autorización. Me encogí de hombros y le dije que un seminarista de Medina Sidonia había sido el que me lo había sugerido. Menos mal que era hijo del médico y de lo que el oficialismo patrotero llamaba “de buena familia; si no, me hubiese entregado de inmediato a la Guardia Civil.

Más inocente y generosa no podía ser la frase de la pancarta, para nada subversiva contra el “orden” establecido.

Después, al comentarlo con los amigos, ignorantes e inconsciente de la carga de profundidad de la amenaza y la amarga historia reciente que arrastraba

Picú o tocadisco que nos proveimos para dar un salto en nuestra organización

tal advertencia, la respuesta fue unánime: “ése es un “paniaguao chupatinta” que se cree que por hablar finolis nos va a jiñá; ni puto caso”.

Poco tiempo más adelante, imbuidos de la música moderna que comenzábamos a oír en la radio y por esa televisión que al fin había llegado a nuestro pueblo, que con tantas dificultades técnicas se podía visualizar, compramos un picú, antiguo tocadiscos, en la tienda de “Los Huérfanos” de la Estación del pueblo.

Para ello, a mi tío Juan Gómez que tenía una tienda en la Estación donde había de casi todo le firmamos unas letras donde nos comprometíamos en plazos a pagarle religiosamente. Nada sabíamos que siendo menores de edad lo rubricado era papel mojado, que luego se encargaría que fueran nuestros padres quienes al final lo avalaron, pero no llegando a saberlo hasta unos años más tarde, nos tomamos los pagos muy en serio; cumplimos religiosamente.

Actuación de “Los Beatles de Jimena” en la Estación de Jimena con el objeto de recaudar dinero para pagar las letras del picú. En plena carretera de Algeciras a Ronda, entre el paso a nivel con barreras del tren y el barrio de Michigán. En columna de derecha a izquierda y de delante hacia atrás por línea: Juan Carlos Gómez, Antonio Sabau, Miguel Ángel Trillo en pantalones cortos. Detrás: Teodoro Zar, José María Macías, Juan Ignacio Trillo con un laud y Pascual Ríos más a la izquierda que se encargaba de pasar el platillo para la recaudación. Más detrás: Juan Parra, José Antonio Esquivel, y José Luis Luque, y al final: Fernando Carrión (el del bombo) y Gerardo Esquivel (primos hermanos junto a José Antonio del ya célebre cantante granadino, Miguel Ríos) y más atrás junto a un niño espectador el policía municipal de la Estación (Foto de J. I. Trillo)

Así, gracias a los ingresos que obtuvimos con las actuaciones del grupo musical de chirigotas que constituimos, “Los Beatles

Primer disco que aquirismo, regalo del tío del cantante Miguel Ríos, que era el jefe de Correos en Jimena.

de Jimena”, que para tal objetivo recaudatorio habíamos formado; más, los acarreos de leñas que llevábamos a las panaderías procedentes del monte al que íbamos a rapiñar cada vez que salíamos de la escuela; unido a los ingresos por bebidas y venta de pipas de los guateques que montábamos los domingos y demás fiestas de guardar; pudimos, no sólo atender el vencimiento de las letras sino, del mismo modo, adquirir una completísima colección de discos de los conjuntos punteros del momento: The Beatles, The Rolling Stones, Los Bravos, Los Brincos, Los Canarios, Los Sírex… y otros de cantantes solitarios: Raphael, Karina, Elvis Presley, Frank Sinatra…

A tal fin, establecimos la primera sede de esos boys scouts; transfigurados ya en versión “sui géneris” jimenata: las excursiones al campo las habíamos sustituidos por oír música y bailar con nuestras coleguitas femeninas de la misma edad con las que tan bien nos sentíamos, a pesar de las estrecheces nada eróticas de la coyuntura..

Miguel e Ignacio Trillo, hermanos, tras una actuación de “Los Beatles de Jimena”, con pelucas hechas de un ovillo de lana. Foto: J.I.Trillo

Esa especie de discoteca se instaló en una sala vacía de la primera planta de la iglesia Santa María La Coronada del barrio de “Abajo”, cuya fachada da al empinado callejón que, cuesta abajo, desemboca en las “Cuatro Esquinas”.

Nuestra petición, cuando la hicimos, fue atendida magnánimamente por el sacerdote. Más tarde, por exigencia del mismo párroco, tuvimos que mudarnos al templo de Nuestra Señora de la Victoria o Misericordia, sita en el barrio de “Arriba”. Allí nos instalamos en una habitación que da a los corredores del bello claustro que bordea el patio en cuyo centro hay un pozo y al fondo se situaba la sacristía. En la primera planta estaba la residencia privada del sacerdote adonde algunas mañanas a primera hora el padre Mariano, ya en otro forzado destino terrenal, nos impartía a los bachilleres clases de latín. Todas las tardes cuando salíamos de la Academia Calasanz del querido y austero maestro, Antonio Puchán, nos íbamos a nuestro local de ocio.

Gran parte de los fundadores del club de los Boys Scouts con el padre Martín Bueno y Francisco Gutiérrez. De derecha a izquierda: Sebastián Jiménez, Juan Carlos Gómez, Juan Ignacio Trillo, José Antonio Riquelme, Padre Martín Bueno, Juan Parra, Ernesto Meléndez, Francisco Gutiérrez, José Luis Luque, Antonio Sabau y Miguel Ángel Trillo. (Foto de I Trillo)

Así, emprendíamos calle Sevilla cuesta arriba y bajada hacía el club por la calle Calzada para tomar la de Santa Ana hasta el Llano de la Victoria.

Lo decoramos a base de un estético diseño rústico, basada en cañas y cañizos, proporcionándole un tono de cabaña rural pero en moderno. También, dándole una modulación de penumbra a la luz con las bombillas cubiertas de papel de tonos de colores apastelados y lo más suave en su iluminación. Teníamos barra y un kiosquillo, especie de plató del discyokey desde donde cualquier voluntario ponía la música. Del mismo modo, sirvió como excusa para algún que otro escarceo con la pareja de turno cuando el calentón en la pista de baile había adquirido un altísimo grado de intensidad mutua.

De las guerrillas a piedras limpias entre el barrio de “Arriba” contra el barrio “Abajo”, pasamos a rivalizar por los Rolling o por The Beatles, y por las chicas.

Aunque, en ese instante, de gran sensualidad, como alternativa más íntima, se prefería la salida a la oscuridad de los pasillos; eso, si las monjas del colegio de al lado no estaban vigilantes tras los ventanales que daban al patio.

Esa irrupción de los niñatos, considerados pudientes del barrio de “Abajo”, si bien en esa amalgama había chaveas, asimismo del de “Arriba” y algunos otros, sin asociarse a espacios territoriales concretos, de familias humildes, independientemente de su ubicación vecinal, motivó varios meses más tarde, como reacción, el inmediato agrupamiento de un núcleo de muchachos, exclusivamente pertenecientes al barrio de “Arriba”, dispuestos a constituir otro club de ocio y musical por separado.

Juan Ignacio Trillo y Felipe Pajares de espaldas, observan a Miguel Ángel Trillo abriendo una lata de atún sobre la barra del club “Los Boys Scouts”, ya en el claustro de la iglesia del barrio de Arriba. (Foto J.Í. Trillo)

Para ello, solicitaron al clérigo un espacio distinto en ese mismo lugar. Todavía continuaba viva esa barrera de separación entre los dos barrios producto de múltiples historias, fundamentalmente de carácter social. También, de un trágico pasado político aún reciente que nuestros mayores nos ocultaban por miedo. Hasta llegó a mis oídos que alguno de los chavales había considerado nuestra presencia en dicho entorno como una invasión de su territorio.

Al final, la sangre no llegó al río, y una vez superados los primeros recelos, representó un paso de gigante para la convivencia entre ambas partes, estrechando lazos de conocimiento mutuo y de amistad. Dejamos de rivalizar, como había sido tradicional hasta entonces, a pedrada limpia, ¿quién de mi generación, aún más en las anteriores, no tiene una pitera en la cabeza, en la frente o en la pierna, producto de esas rudimentarias y salvajes contiendas en las que nos enzarzábamos? En aquellas peleas, las hondas hechas de sogas, desde donde se lanzaban las chinas o los pedruscos, no podían faltar o las patadas en las espinillas. Por el contrario, esta vez empezamos a competir cada uno por su lado de forma pacífica en la organización de comidas, fiestas y bailes.

Felipe Pajares, Gabriel Menéndez, Paco Ordoñez y José Luis Luque, unos del club de "Los Scouts" y otros de "Los Soñadores".
Felipe Pajares, Gabriel Meléndez, Paco Ordoñez y José Luis Luque, unos del club de “Los Scouts” y otros de “Los Soñadores”.

Justo, por tanto, al lateral de nuestro espacio lúdico, y separado por la escalera que daba acceso a la primera planta del recinto eclesial, se asentó finalmente el nuevo club. Sus patrocinadores le pusieron de nombre “Los Soñadores”.

Poco tiempo después, en una feria de agosto, amenizó la caseta municipal un grupo musical llamado asimismo “Los Soñadores”. Nos cayó muy bien y no eran nada divos sino muy cercanos. Le invitamos al día siguiente a visitar nuestro club y que comprobaran la música tan avanzada y moderna que oíamos. Así que se presentaron por la mañana el bateria, Juan José Palacios, de apelativo “Tele”, y el que tocaba el órgano, que era el más joven del grupo y se había quedado prendado la noche anterior de una jimenata de nuestro club.

Cuando llegaron y vieron en la puerta de al lado que había otro club que se llamaba “Los Soñadores”, alucinaron creyendo que el nombre respondía al de un club de fans de su grupo musical y que ignoraban que existiera. Aclarado el asunto por Gabriel Menéndez, su presidente, de que era pura coincidencia, “Tele” despertó de su especulación.

“Tele”, al que después acompañaríamos para enseñarle el Castillo, tras la disolución tiempos después del grupo “Los Soñadores”, pasó a formar parte desde su constitución del trío “Los Payos”, que triunfaran con la veraniega canción “Maria Isabel”, y luego pasaría a unirse al legendario grupo del rock sinfónico progresivo por excelencia de Andalucía, “Triana”, cuya `alma mater´ fue Jesús de la Rosa, prematuramente fallecido en 1983 un accidente de tráfico cuando la banda ya había triunfado.

Juan José Palacios “Tele” , que se hiciera famoso con el grupo “Triana” con la pasión de su vida; la batería.

Pues aquel “Tele”, ya en nuestro club en aquel tiempo, quedó fascinado por lo que unos chavales, de pueblo y serranos, habían montado en el salón parroquial, así como del nivel de conocimiento musical del momento que poseíamos, fundamentalmente del sonido pop y soul.

Le mostramos el último “single” recién comprado. Hacía muy poco tiempo que se había estrenado en EEUU. En aquel entonces, una canción para que pegara en España debía haber transcurrido hasta más de un año desde que saliera al mercado internacional. Era el postrero disco de James Brown: “It’s A Man’s Man’n Man’s World”.

Portada del single, “Its a man´s man´ns man´s world” de James Brown.

Nos manifestó que lo había oído una vez y le había encantado, aparte de la desgarradora voz del autor, el especial retumbo de sonido extraño que emitía. A petición suya, se lo pusimos unas diez veces seguidas. Averiguado el instrumento que emitía el raro sonido, nada común, que se repiqueteaba como dominante, nos emplazó a que lo adivináramos.

A un tiempo, le respondimos que se originaba por el bajo de una guitarra eléctrica. Para nada; procedía, a juzgar acertadamente por él, de un violín. En vez de tocar, con el arco y la cinta, la cuerda de sonoridad más grave (o “baja”), la sol2, eran dos dedos los que pellizcaban la cuerda estirándola hacia arriba para dejarlas caer, en tanto que los de la otra mano marcaba el compás con arreglo a la partitura. Esa mañana, de la boca de “Tele”, aprendimos ungüevo.

Comida de confraternización de los dos clubes. De izquierda a derecha: Ángel Quirós, Juan Ignacio Trillo partiendo un filete de carne, Gabriel Meléndez, también sentado, habla con José Luis Jiménez que está de pie, y Manuel Gavilán que se encuentra de espalda. (Foto de I. Trillo)

No hizo falta que el cura nos advirtiera de la armonía que debía de reinar entre uno y otro club para que las relaciones fueran de total normalidad. No recuerdo incidente alguno. Es más, tuvieron lugar varias comidas, una de ellas se puede apreciar en imagen que acompaña a este post en el que confraternizábamos ambas entidades, y cuyas presidencias ostentábamos Gabriel Meléndez y el que escribe este relato.

Hoy esta historia, protagonizada por menores de edad, para los que no la vivieron, puede resultarles simple y fuera de cualquier excepcionalidad, típica de la época.

47 años después, citados en la felia de San Pablo (23.08.2014), Gabriel Menéndez, Gavilán, Quirós y Trillo.
47 años después, citados ex profeso en la feria de San Pablo (23.08.2014), Gabriel Menéndez, Manuel Gavilán, Ángel Quirós y Juan Ignacio Trillo. No nos veíamos desde aquel entonces.

Para nada. En aquellos momentos representó toda una gesta. Esos pequeños pasos, que algunos de los jóvenes de hoy que no conocieron aquella cerrada sociedad así lo pudiesen interpretar, por el contrario, constituían auténticas epopeyas en un entorno tremendamente hostil para la innovación. Todo se nos presentaba para que lo reprodujéramos, que no podíamos hacer cambiar, con la apariencia de que había sido de idéntica forma durante siglos.

Miembros de los dos clubes -Boys Scouts y Soñadores- con el padre Martín Bueno y Francisco Gutiérrez. De derecha a izquierda, de pié: Fernando Vargas Jiménez, Gabriel Meléndez, Juan Carlos Gómez, José Luis Luque, Francisco Gutiérrez Ordoñez, Ernesto Meléndez, Padre Martín Bueno, Manolo Barranco, Manolo Gavilán, José Antonio Esquivel, Manuel Pajares, Juan Antonio Gómez y Alfonso Sánchez. Agachados: Sebastián Jiménez, Miguel Trillo,  Juan Parra, Antonio Sabau y Juan Ignacio Trillo (Foto cedida por Juan Parra)

Encarnaba más que un síntoma de que estábamos zarandeando los

El malogrado, Otis, otro de los predilectos

pétreos cimientos de una colectividad tremendamente conservadora, instalada en la rutina de toda la vida, a la vez que íbamos levantando tremendas ampollas en el interior de unas familias que habían sido educadas o resignadas a que nada podía o debía cambiar.

En este sentido, ninguno de nuestros mayores era consciente de que la nueva cultura que se estaba implantando entre la juventud europea, sobre todo en la angloamericana, más tempranamente que tarde, estaba siendo asumida por estos chavalillos de tan serrano pueblo.

Actuación de los “Beatles de Jimena” en la fiesta fin del curso escolar 1964/65 celebrado en lo que fue el Cine Capitol. De derecha a izquierda y de delante a atrás: Juan Carlos Gómez, Miguel Ángel Trillo, José Luis Luque, Teodoro Zar, José María Macías, Fernando Carrión, Juan Ignacio Trillo José Antonio Esquivel, Juan Parra,
Pascual Ríos y Antonio Sabau. Foto: I. Trillo

Cómo olvidar aquí la enorme ayuda que radio Gibraltar nos significó a la hora de ver la vida de otra manera. Sin rival, Jimena fue, con aquellos chavales, que hasta varios años después, esa adelantada de una modernidad, no calaría en los demás pueblos de la serranía de Cádiz y de Málaga.

Pasado aquel tiempo, hubo de transitar trece años y medio –hasta el cuatro de diciembre de 1978- del inicio de esta historia, para volverme a encontrar con Ramón Vargas-Machuca, de Medina de Sidonia, el seminarista de la guitarra y el que me inspiró fundar los boys scouts en Jimena.

Colegiata de Antequera, 30 aniversario del Pacto de Antequera (04.12.1978) para la autonomía plena de Andalucía

Fue en Antequera. Estábamos en vísperas de que se aprobara por referéndum nuestra actual Carta Magna. Allí, en el noble salón de Pleno de ese Ayuntamiento, todos los partidos políticos, corporaciones locales y provinciales de Andalucía firmamos el Pacto que lleva como nombre esa céntrica localidad de la Comunidad Autónoma por el que nos comprometimos a apoyar la vía rápida, la del artículo 151 de la Constitución, con mayores competencias, de cara al acceso a nuestra Autonomía.

En tan barroco salón reconocí a Ramón, me levanté y me acerqué a saludarle. Estábamos sentados en el mismo bloque de butacas, reservadas para autoridades y representantes políticos. El asombro fue mayúsculo. Ambos al unísono nos hicimos la misma pregunta: “¿Tú qué haces aquí?”.

Ramón, había abandonado el seminario sin llegar a ser cura. Era diputado Constituyente en el Congreso, a la vez que dirigente del PSOE de Cádiz. Yo, secretario provincial del PCE en Málaga. Nos fundimos en un fuerte abrazo.

Ante la carencia de Instituto de Enseñanza Media en Jimena, me tuve que marchar a estudiar a Madrid, de donde data ya esta foto, a hacer el bachiller superior, teniendo lugar el relevo en la presidencia del Club. Foto: I.Trillo

Por fin, se había acabado el largo y oscuro túnel de nuestra historia contemporánea. Seguro que fue lo que ambos pensamos mientras duró el efusivo saludo.

Ante este relato, esta generación puede parafrasear al otro poeta, igualmente querido, Pablo Neruda, para “confesar que ha vivido”.

En algunos casos, desde el antes y el después a los Boys Souts o a Los Soñadores, hasta la hora en que nos deje de acompañar la existencia o contribuyeron a su constitución.

Posdata. Con este relato pretendo rendir homenaje a los protagonistas de esta historia, todos los miembros de los dos clubes así como a los que los propiciaron o ayudaron.

J Ignacio Trillo, en diciembre del 2008, visitando los espacios donde transcurrió la vida del club en el patio del claustro de la iglesia del barrio de “Arriba”, Nuestra Señora de la Victoria (Foto: Miguel Trillo)

Mi memoria al primer boy scout que dejó de estar entre nosotros, Fernando Carrión, el del bombo, persona afectiva, de familia humilde, a pesar de haber nacido en el barrio de “Abajo”, y sencilla; muy buena gente.

Asimismo, a Juan José Palacios “Tele”, que se hiciera famoso con el conjunto musical, “Triana”, gaditano del Puerto de Santa María, que antes de formarse el otro club musical, “Los Soñadores”, visitante privilegiado de nuestro espacio de ocio, ya había estado, años anteriores, en nuestra caseta municipal en la feria de Agosto tocando la batería del grupo “Los Bombines”, y que, al igual que Fernando, también falleció a la temprana edad de los 57 años, de un infarto de miocardio; como los toreros, en su ruedo, pocas horas después de que finalizara el concierto que el 08.07.2002 había protagonizado, ante tres mil personas, en la sevillana localidad de Lora del Río.

Y con especial dolor y maravillosa evocación, a mi gran amigo, también boy scout, el más entrañable, tenido como un hermano, José María Macías Sánchez, que, tan a temprana edad y más reciente, nos dejó partido el corazón; el mismo órgano que no pudo aguantar más latidos de generosidad, cariño, y entrega, con su pueblo, sus gentes y sus amigos.

OTROS POST RELACIONADOS CON MIS VIVENCIAS EN JIMENA DE LA FRONTERA:

CÓMO LLEGÓ LA II REPÚBLICA Y SU PRIMER ALCALDE A MI PUEBLO:http://ignaciotrillo.wordpress.com/2012/04/14/6767/
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