Por Simón Blanco Algarín, miembro de la Asociación para la Protección del Arte Sureño, APAS.
Revelación de un panel rupestre sobre la caracterización iconográfica del poder tribal en la cuenca del río Guadarranque. Abrigo principal de los Maquis. Castellar de la Frontera
La estratégica situación del castillo de Castellar, ubicado sobre la culminación septentrional de un potente flysch de orientación N-S que pertenece al sistema orográfico de las areniscas del Aljibe, ofrece un gran dominio territorial desde donde podemos contemplar la cercana bahía de Algeciras y buena parte de la fértil cuenca del río Guadarranque, razón que justifica la fuerte implantación iconográfica que durante la prehistoria tuvo esta cuerda rocosa.
La cerrada donde finalmente el río Guadarranque quiebra el flysch en el que se acomoda la fortaleza medieval, fue el lugar elegido para la construcción de la presa de Castellar, inundando el tramo medio de uno de los valles con mayor potencial arqueológico y biológico del sur peninsular y provocando la moderna e icónica imagen del pantano de Castellar rodeado por las sierras vinculadas al latifundio público de la Almoraima, centro neurálgico del parque natural de los Alcornocales.
Continuando el flysch o el alineamiento de areniscas al sur de la presa, aparece una pintoresca laja que destaca sobre el terreno circundante y en cuyo vértice se encuentra el abrigo principal de los Maquis, un yacimiento rupestre perteneciente al conjunto conocido como Arte Sureño que fue descubierto en la década de los 90 por Francisco Montedeoca, antiguo guarda mayor de la finca Almoraima.
Esta destacada laja, a la misma cota que la fortaleza y con un control territorial muy similar, se encuentra rodeada por los restos de los antiguos y abundantes alcornocales que históricamente se han beneficiado del generoso régimen de lluvias locales que aquí se ve favorecido por la topografía y la presencia de los húmedos vientos del levante. Desafortunadamente, el sobredimensionamiento cinegético de la Almoraima está impidiendo la regeneración de este envejecido alcornocal, lo que, sumado a las continuas malas praxis silvícolas, donde hay que destacar los dos descorches de la década de 2020 que no han respetado las inmediaciones de estos abrigos, han provocado finalmente el desarbolado y la falta de protección forestal que caracteriza al más pintoresco yacimiento con Arte Sureño postpalolítico de Castellar. (Fig.1).
Fig1.- Izqda: Laja que contiene el conjunto rupestre de los Maquis. Dcha: Descorches 2020 frente a los abrigos de Maquis II y III. |
La estratégica ubicación de esta laja ha hecho que sus abrigos hayan sido ocupados desde la prehistoria hasta fechas recientes como demuestran los números grabados de los guerrilleros antifranquistas del movimiento maquis que dan nombre a este yacimiento rupestre. A pesar del reciente descubrimiento de estas pinturas prehistóricas, el abrigo principal no solo presenta los daños propios del paso del tiempo y de la ocupación maquis sino que la nula gestión posterior al hallazgo y las visitas incontroladas favorecidas por su irregular difusión y el fácil acceso de este monumental paraje típicamente campogibraltareño, son los responsables de que se sigan sumando agresiones a este emblemático yacimiento, sobre todo en forma de trazos blancos provocados mediante la abrasión de una piedra arenisca afilada .
El abrigo principal tiene su volumen interior muy reducido por el progresivo desmantelamiento del techo pero aún puede distinguirse su primitiva bancada, de hecho el último desprendimiento ha bloqueado la parte derecha del fondo del abrigo, lo que ha favorecido que sea en este sector donde mejor se conservan las pinturas. A pesar de la protección que ofrece esta pantalla contra las inclemencias, sobre estas pinturas hay una grieta por la que se filtra el agua en los días lluviosos, una circulación de agua que está provocando una gruesa colonia de microorganismos, el biodeterioro del material y el oscurecimiento de las pinturas. (Fig.2).
Fig2.- Izqda. Bancada del primitivo abrigo de Maquis y desprendimiento. Dcha. Panel rupestre ennegrecido por las filtraciones |
Tras una visita durante las últimas lluvias, ha podido comprobarse que mientras este oscuro lienzo está húmedo, se generan las condiciones necesarias para que figuras se vuelvan temporalmente más visibles, lo que ha permitido la revelación completa de una composición pictórica de gran valor estético y simbólico.
Antes de valorar la composición en su conjunto, vamos a aproximarnos a las connotaciones individuales de los elementos temáticos que participan ya que se encuentran entre los más característicos del arte esquemático del centro sur peninsular. Entre las figuras representadas están los “antropomorfos”, representaciones humanas que tienen un papel principal en las nuevas estructuras sociales neolíticas, los “zoomorfos” representados por un símbolo esquemático muy estandarizado en forma de peine al que no se le añaden más atributos ya que se trata de animales domésticos y los “ídolos” como la figura soliforme vinculados al establecimiento de los calendarios y la revolución agraria.
A primera vista, destacan dos antropomorfos de gran tamaño y trazo grueso que se habrían aplicado con los dedos. Estas figuras humanas están alineadas siguiendo un eje vertical, situación que ya no está indicando un panel que refleja una jerarquía social entre estas figuras.
El antropomorfo superior es por su ubicación y complementos el protagonista de la composición. A esta figura le han añadido varios detalles que estarían relacionados con su status social como un posible tocado del que sólo queda la base triangular y una falda corta de forma globular similar a la de otros antropomorfos locales como en el cercano abrigo del Padrón.
Este antropomorfo tiene los brazos alzados y se superpone al resto de los elementos (soliforme, pectiniforme y antropo-zoomorfo) que son de menor tamaño y han sido ejecutados con un trazo más fino que debió requerir el uso de pinceles. No sabemos si estos elementos son infraposiciones sincrónicas a la figura principal o si bien fueron ejecutados con anterioridad, pero lo que resulta evidente es la intencionalidad de vincularlos y dotar de un nuevo significado a esta escena.
Hay que parase un momento a analizar uno de estos elementos, ya que se trata de un antropomorfo que tiene una inusual cornamenta de cáprido. Estas figuras son muy escasas en el panorama postpaleolítico peninsular y tradicionalmente se han vinculado a la pervivencia de estructuras chamánicas por lo que podríamos valorarlo como a un “hechicero” semejante al de la cueva de los Letreros en Almería. (Fig.3).
La posición destacada del gran antropomorfo superpuesto a estos tres elementos, nos sitúa ante un líder tribal que contaba con la autoridad derivada de la propiedad de la tierra y el patrimonio comunal, es decir unos terrenos adecuados para la producción agraria que estaría representada por el sol, la posesión de pastos y rebaños representado por el pectiniforme y la influencia sobre el resto de la comunidad y la propia naturaleza representada por el chamán. (Fig4.).
Fig4.- Izqda. Panel afectado parcialmente por hongos y bacterias provocadas por las filtraciones de agua. Dcha. Mismo panel afectado por las colonias de microrganismos tratado digitalmente. |
Esta escueta hipótesis basada en las siempre escasas superposiciones, nos permite vincular de forma simple los distintos elementos que interactúan en este panel y que estarían apuntando a una sociedad bien organizada con una dinámica socio-económica y religiosa que permitió la aparición de unas incipientes estructuras de poder que fueron documentadas mediante este lenguaje iconográfico en los enclaves territoriales que eran más relevantes para esta comunidad.
Abrigos como los Maquis que aún hoy conservan parte de ese testimonio gráfico, fueron las herramientas fundamentales para la apropiación simbólica de los nichos ecológicos más favorables, contribuyendo con su estratégica ubicación a la articulación de la cuenca del Guadarranque y al incipiente desarrollo de las tribus productoras de nuestra comarca.
Este monumental yacimiento cuenta con unas características perfectas para transformar nuestro recurso cultural más singular, el Arte Sureño, en un verdadero activo turístico sostenible cuya gestión podría corregir los daños por las filtraciones, a la par que contribuiría a dinamizar una finca que va camino de la desertificación a causa de una nefasta gestión forestal y cinegética que es continuamente denunciada por los grupos ecologistas locales.
La conservación de la finca de la Almoraima pasa por una apertura real a la sociedad junto a la necesaria diversificación de sus potencialidades más allá de los tradicionales sectores del corcho y la caza, un binomio sobre el que ha pivotado la gestión tradicional y que ha acabado provocando la depreciación y el desgaste forestal tan acuciante que padece este vasto territorio que supone el 90% del término municipal y cuyo adecuado aprovechamiento, principalmente en el ámbito del turismo cultural supondría el mejor motor para un desarrollo que genere riqueza para nuestra comarca y a su vez permita alcanzar un compromiso con la conservación del Arte Sureño y el espectacular paisaje natural que lo cobija.
Una correcta evaluación de este potencial recurso que es el Arte Sureño, donde destacan abrigos paleolíticos como las Estrellas o postpaleolíticos como la Ventana, el Arquillo pero principalmente el conjunto de los Maquis, permitiría diseñar un producto turístico de gran singularidad que contribuiría a transformar el deficitario modelo territorial anterior, haciendo de este espacio natural un destino cultural que lo haga avanzar tanto socialmente como económicamente y dote a este municipio del valor patrimonial, paisajístico y natural que se merece.
El desarrollo real y sostenible de Castellar y la cuenca del Guadarranque pasa por una definitiva implantación de un turismo cultural que no solo este cimentado en el castillo sino en la integración de este producto diferenciado que es el Arte Sureño que permita al visitante vivir una verdadera experiencia que será el mejor reclamo para el turismo nuestra comarca.
Convertirse en un pilar fundamental de nuestra identidad social y económica, un sector cuyo reconocimiento podría ser el revulsivo para dar los primeros pasos.
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