Es cierto que tenemos que seguir luchando para que los legisladores, mediante leyes adecuadas, favorezcan unas condiciones objetivas de las vidas de las mujeres que hagan posible que -realmente y en todas partes- sean iguales que las de los hombres: que gocen de la misma libertad efectiva y que puedan ejercer eficazmente todos los demás derechos humanos. Pero, si pretendemos la construcción de una sociedad más justa sea consistente y estable, es necesario que, además, cambiemos el sistema de significados que subyace en el fondo secreto de nuestras “inconsciencias”.
Las diferencias sociales, laborales, económicas, jurídicas e, incluso, religiosas que separan a los hombres y a las mujeres tienen unas raíces mentales profundas que penetran hasta el fondo de nuestro mundo de los símbolos. Éstos son, no olvidemos, los factores que determinan la formación de las ideas, el significado de las palabras, la adopción de las actitudes y el mantenimiento de las pautas de los comportamientos individuales, familiares y sociales. La eficacia y el peligro de estos símbolos son mayores cuanto menor es el conocimiento de su existencia y de su funcionamiento.
En la amplia bibliografía que se ha producido en los últimos cincuenta años sobre el feminismo, abundan los libros que describen los múltiples ámbitos de la vida ordinaria en los que se manifiestan tales desigualdades, pero son escasos aún los trabajos que ahondan en esos niveles de las representaciones, de los significados, de los sentidos y de los símbolos.
En mi opinión es necesario que tengamos en cuenta cómo, a partir de la presencia femenina, cambia el clima del espacio laboral: se alteran las relaciones, el valor del dinero, el significado del tiempo, el sentido de la actividad frente a la pasividad e, incluso, la concepción de la política y de la religión. Pienso que es el momento de preguntarnos si el modelo emergente de mujer que descalifica la pasividad generará también un nuevo tipo de interpretación filosófica, una alteración de modelos de relaciones sociales y una transformación de las reglas de juego en la política e, incluso, en la religión. Vamos a ver si las iniciativas del papa Francisco dan algunos frutos o si son frenadas por las resistencias de los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos ultra heterodoxos.
1 comentario:
Años de luchas llevamos
y el avance en la igualdad
para hombres y mujeres
es más bien escaso y poco,
en leyes se ha adelantado
algo más que, en la realidad,
pero el aplicarlas al cien por cien
eso no se ha conseguido
y en el futuro me temo
que será, más de lo mismo,
es decir que…tampoco.
Lo llevamos en los genes
y tanto el hombre como la fémina,
a pesar de lo que se diga,
siguen pensando los dos
que es mucho más débil la hembra.
Y con falsa pretensiones,
de que hay que protegerla,
la verdad es que el discriminándola,
muchísimas veces en negativo
y en positivo alguna que otra,
no se la trata por igual
ni en el acceso a puestos,
ni en la igualdad en ascensos,
ni en el trato laboral
y mucho menos, en salario
y las leyes, ahí están,
pero el cumplirlas ya eso
como a muchos no les conviene,
y a otros, ni le importa ni interesa
la cosa sigue adelante
sin cambios, o con muy pocos
y nadie esto lo remedia.
Los políticos no son en esto,
ningún ejemplo a seguir,
la familia ha dado pasos
unos dicen que hacia adelante
y otros que, en retroceso,
la iglesia que siempre va
a la cola del progreso
ya que hay muchos heterodoxos
en la curia y en el clero
que no quieren la igualdad ni cambios
y el avance, mucho menos.
Este Papa a pesar
de ser algo más abierto,
no lo dejarán que haga
lo que se había propuesto,
no hará más de lo que ha hecho
y cuando termine su papado
por muerte o por pase a emérito
ya entrará otro que cambie
todo lo por Francisco innovado.
Las tres iglesias monoteístas
con muy pequeñas variaciones
en lo que concierne a la mujer
por genéticas son, lo mismo,
la consideran algo menos
o puede que hasta inferior
en comparativa con el varón.
Mucho se lleva luchado
y mucho más queda por luchar,
aunque me temo muy mucho
que referente a la igualdad,
en derechos, trato y salario,
es un problema que no tiene
solución ni a corto ni a medio plazo,
hay sectores que vaticinan
que, a plazo largo, tampoco.
Saludos, un abrazo y mi respeto.
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15.08.16
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Antonio. -El niño del Corchado-
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