Leído en el diario Europa Sur. Por su interés reproducimos esta noticia.
El miedo a perder el empleo y un control más férreo contra el fraude hacen que las incapacidades por enfermedad hayan pasado de 30 por cada mil trabajadores a poco más de 23 en estos cinco años
Pedro Ingelmo
La provincia de Cádiz siempre ha estado, desde que existen datos, a la cabeza de Andalucía en bajas laborales. Como muestra: las incapacidades permanentes en sus distintos porcentajes en la provincia suman 34.420. Son casi las mismas que hay en Málaga, con la diferencia de que Málaga tiene 150.000 afiliados más a la seguridad Social que Cádiz.
Pedro Ingelmo
La provincia de Cádiz siempre ha estado, desde que existen datos, a la cabeza de Andalucía en bajas laborales. Como muestra: las incapacidades permanentes en sus distintos porcentajes en la provincia suman 34.420. Son casi las mismas que hay en Málaga, con la diferencia de que Málaga tiene 150.000 afiliados más a la seguridad Social que Cádiz.
Pero algo ha cambiado y de una manera muy brusca. Las bajas laborales en la provincia se han desplomado desde el inicio de la crisis. Lo que mueve el mundo, el miedo, ha hecho que el absentismo, la incapacidad temporal e, incluso, las solicitudes de incapacidades permanentes se reduzcan en un 50% en los últimos cinco años. ¿Los trabajadores gaditanos han recobrado la salud al mismo tiempo que el paro pasaba de 104.000 demandantes en 2007 a 200.000 en abril de 2012?
Los técnicos del Instituto nacional de la Seguridad Social (INSS) hablan de una mezcla de todo: un mayor control, una gestión racional y una reticencia de los trabajadores a acudir a las prestaciones por enfermedad. Lo cierto es que en 2007 se produjeron un total de 11.285 peticiones de incapacidad temporal y en 2011 hubo 7.400.
Este dato podría resultar equívoco, dado que la masa laboral también ha descendido notablemente, pasando los afiliados a la Seguridad Social de 410.000 en 2007 en la provincia a 341.00 en marzo de 2012. El verdadero dato equilibrado está en el apartado de Incidencia mensual por cada mil trabajadores protegidos. Aquí es donde se ve el verdadero cambio de tendencia. Para encontrar el récord en este apartado hay que remontarse al año 2005, cuando en Cádiz existía el mayor ratio de Andalucía. 33 de cada mil trabajadores cobraban por enfermedad cada mes gracias a una incapacidad temporal, lo que superaba la media andaluza en casi nueve puntos, que estaba en 24, una de las más bajas de España (con las cifras arruinadas por la alta 'incapacidad' de Cádiz). Sería fácil atribuirlo a la fama de la indolencia gaditana, pero ese mismo año Barcelona, desde donde llegan más críticas al sur, arrojó 36 por cada mil. En cualquier caso, las de Cádiz eran cifras muy altas.
Siete años después Cádiz se mueve en torno a los 23 por cada mil. La provincia se encuentra ahora sólo tres puntos por encima de Andalucía, que ha descendido a los 20 por mil. Para Cádiz supone una caída de diez puntos, lo que en el INSS cabe enclavarlo, lejos de lo coyuntural, en un cambio de tendencia sociológica.
Al mismo tiempo, la duración media de las incapacidades también ha descendido en estos últimos años. Si antes un trabajador se tomaba su tiempo para su recuperación, con una media de 34 días, en la actualidad las bajas en Cádiz se mueven en 29 días, que son mucho menos que los 37 días de media andaluza. Explican los expertos que este dato puede explicarse con una deducción lógica. En los lugares en los que existe un número más bajo de incapacidades es porque acuden al médico con patologías más agudas, que llevan un mayor tiempo de recuperación. En zonas donde se utiliza más habitualmente la incapacidad la patología es menos grave y necesita menos tiempo de recuperación. Esto vale para Las Palmas, que es la provincia con más bajas laborales, con un tiempo medio de incapacidad por debajo de Cádiz, pero no para Barcelona, con muchas más bajas y con una media de duración de las mismas de 32 días. Como caso extremo, y a modo de simple comparación, una de las provincias con menor número porcentual de bajas, Albacete, con 16 por cada mil trabajadores, tiene una media de incapacidad altísima, de 52 días.
Juan Pedro Cosano, que dirige uno de los principales bufetes de la provincia dedicados a este tipo de pleitos, no duda en afirmar que "ha habido una enorme bolsa de algo que no podríamos llamar fraude, pero sí picaresca. Por ejemplo, la depresión, difícilmente diagnosticable, ha sido un comodín en el que muchos médicos, antes de la crisis, preferían no discutir. Posiblemente, ahora hay muchas más depresiones, pero el trabajador aguanta como puede porque tiene miedo a perder el trabajo". Explica Cosano que en 2007, cuando Cádiz estaba diez puntos por encima de las incapacidades temporales en Andalucía, "el trabajador sabía que una baja no acarreaba consecuencias, el empresario raramente tomaba medidas. La inspección también era muy relajada; ahora el procedimiento para una incapacidad de larga duración, por ejemplo, se demora mucho más, la Administración agota los 18 meses de plazo".
El cambio de tendencia de los empresarios se ve en actividades satélites, como el de los detectives. El seguimiento a trabajadores de baja se ha convertido en el producto estrella, superando al de las infidelidades matrimoniales, que ha sido el trabajo detectivesco tradicional, como asegura el veterano detective gaditano Tomás Toledo.
Francisco Aparicio, inspector de la Unidad Provincial de Valoracion Médica de Incapacidades de la Delegación de Salud de Cádiz y portavoz en la provincia de la Asociación de Inspectores de Servicios sanitarios, achaca, en cualquier caso, este descenso a la crisis, aunque también otorga valor a la mejora de la gestión en las bajas médicas a través de los programas IT21, que elimina los partes de confirmación de baja semanal, y los controles de corta duración. "Lo que observamos es que el trabajador trata de aferrarse a su empleo y cuando recibe la cita del inspector se da de alta incluso cuando no está en condiciones para el trabajo. Ese es el principal cambio de conducta que hemos detectado, patologías agudas en las que el trabajador no espera que se le resuelva para no ser mal mirado en la empresa. Por el contrario, pongamos un encofrador, que en los años buenos de la construcción estaba a los cuatro días en la consulta para que se le levantara la baja y poder seguir trabajando; ahora, que no hay trabajo, se lo toma con mucha tranquilidad. Mejor estar de baja que estar en el paro".
A Aparicio no le gusta hablar de fraude y lo explica de la siguiente manera: "No existen personas sanas, sino enfermos sin diagnosticar. Nuestra labor es discernir si esa enfermedad, que de algún modo todos tenemos, impide realizar una determinada tarea". En ese sentido, acepta que las patologías con las que trabajan ahora son más agudas que las de hace unos años.
También niega que exista una mayor presión sobre ellos para ser más estrictos a la hora de aceptar una incapacidad. "Los criterios son los mismos. Nosotros tenemos unos objetivos, un número de citaciones mínimo, etcétera. Pero ninguno de esos baremos han cambiado en los últimos años". Es, por tanto, la actitud la que ha cambiado. El miedo
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Foto de www.crecerfeliz.es
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