viernes, 8 de enero de 2016

"Una solución al hambre del Tercer Mundo", por Cristóbal Moreno "El Pipeta"

Dos amigos, uno de ellos inmigrante africano residiendo en la Carretera del Corchado y el otro sampableño con su domicilio en La Cortapisa, sentados en un banco de la calle Real, hablaban amistosamente sobre el contenido de un libro que ambos habían leído.  Le llevaba a comentar sobre la cantidad de exiliados que de África están llegando continuamente en pateras a nuestras costas, e intentaban razonar los motivos de tales inmigraciones masivas, y de tantas muertes por falta de comida y recursos.
   
¿Te has dado cuenta – le pregunta el sampableño al africano- cómo, pese al paro y la miseria que por culpa de la crisis estamos viviendo, aún se sigue despilfarrando en estas fiestas el dinero en grandes cantidades de comidas que, por otra parte no somos capaces de comernos y va directamente a la basura o a los perros?

¡Pues claro, si con las sobras que cada día de fiesta deja una familia de cuatro miembros, tendrían para comer en mi pueblo de Somalia -el mismo número de personas-, al menos durante toda una semana!

¿Cuando llegarán unas Navidades en las que se haya terminado el hambre y la miseria del mundo, pues estas han sido igual que siempre: los ricos más ricos y los pobres igual o más pobres? -le pregunta el de La Cortapisa al africano-

¡Nunca, mientras que el hombre sea hombre y viva del hombre y  a veces del hambre!.

    A África, falta de recursos, donde el hambre mata a diario a muchas personas llegan a diario camiones cargados de suministros, viandas:comida. En especial cargas y cargas de todo tipo de cereales donados por los países ricos del primer mundo, que -como los hambrientos ni los miran siquiera-, son aprovechados por los listos de siempre: sus mandatarios, para traficar con ellos y hacerse más ricos, pues, con respecto a los alimentos primordiales, cereales mayoritariamente, por no podérselos comer debidamente, suelen quedar amontonados y abandonados en los almacenes, así que ya ni los reparten siquiera entre los necesitados, sino que directamente los venden al mejor postor. En algunos casos se echan a perder sin podérselos echar siquiera a los animales.

    - ¿Que los hambrientos rechazan maíz, trigo, lenteja, arroz, cebada y demás cereales?  ¿¡Qué tontería estás diciendo!?.

    - Tontería...? No es ninguna tontería, es una verdad como un carro, no osan siquiera metérselos en la boca ¿Y sabes por qué? Por no tener ni saliva para hacer el bolo alimenticio, y en el estómago ni jugos para digerirlos, ya que el peor peligro no son los alimentos, sino la falta de agua y de recursos para cocinarlos.

    Imagínate que eres muy pobre y vives en Somalia, Etiopía, Sudán, Chad, Níger o Mali, y los gobiernos extranjeros,  u organizaciones benéficas de lo que la gente dona con la mejor intención,  te envía, para que puedas comer diariamente, kilos de arroz, harina, maíz, mijo, lentejas, garbanzos o judías secas de cualquier color. ¿Qué harías tú con todo lo recibido? 

Comérmelos.
¿Crudos? Crudos, el arroz, la harina, el maíz, el mijo, las lentejas, los garbanzos...
¡No, qué cosas!, es lógico que me los comería cocinados.
¿Cocinarlos..., cómo..., con qué?
Pues con agua.
¿Con agua?, pero si el problema de que todos estos países y aquellos otros en los que la mayoría de la gente se muere de hambre es que también se mueren de sed. Sin comer se puede vivir varios días, pero sin beber no más de tres días y, si se utiliza la poca agua que tienen en cocinar aumentamos el problema de la sed. Por eso ellos tienen que optar por lo más primordial para vivir: utilizar esa poca agua que tienen para beber, no para que se evapore y se pierda en el aire tras acabarla cocinando.
¡Anda, pues no había pensado en ello...!
¡Pues sigue pensando...!, suponte que hacen  con el arroz una paella, por decir algo, para una taza de arroz hace falta dos de agua, ¿es verdad?.
¡Bueno..., yo es que no soy de paellas!
¡Vale, pero puede servir el ejemplo incluso para cocinar arroz solo al igual que los asiáticos!. ¡Mira..., de los alimentos -cereales- citados, excepto con el maíz que se pueden hacer palomitas, todo lo demás necesitan agua!.
Pues si..., es verdad, nunca se me ocurrió verlo de esta forma, llevas razón; ¿qué se podría hacer con todos estos cereales sin añadirle agua?, ¡nada..., pues sin agua no son digeribles!.
Seguro que si sigues pensando te va a explotar el cerebro ¡Pero más te voy a hacer pensar!, piensa..., piensa..., ¿y sin combustible...?
¡Qué dices?
¿Que qué harían esas pobres criaturas de África o de otros lugares en las mismas circunstancias, que sin tener agua apenas, tampoco tienen nada de combustible: ¡ni ramajes siquiera para iniciar y mantener un fuego!?,  imagina que lo pueden iniciar con un par de ramas o excrementos de animales, ¿y para qué les va a servir si la poquísima agua que tenían se la han tenido que beber?, ¡no la van a guardar para que cocinando se les evapore y ni una cosa ni otra...!
¿Entonces el hambre en una gran parte de África se basa en la falta de alimentos, la falta de combustible y la falta de agua?.   
¡Efectivamente! El brutal cambio climático en el Sahel ha traído drásticas consecuencias: devastadoras sequías que ataca con todo ímpetu a la supervivencia, privando a los seres vivos de cosas tan imprescindible para la vida como son los alimentos, el combustible para cocinarlos y el agua.
Entonces nos hemos comportado de forma inconsciente a la hora de obligar a esos países ricos a enviarles toneladas y toneladas de leche en polvo, harina, maíz, millo, garbanzo, trigo, lentejas y otros cereales.
¡Pues sí, desgraciadamente así es!, hemos sido un poco torpe al intentar paliar los problemas de tal forma que los ha agudizado.
Sí y tendremos que remediarlo..., pensar y llegar a alguna conclusión que sea positiva, teniendo en cuenta las peculiaridades de esos países.
Pues pensemos.


   
    El libro del que hablaba al principio es de Alberto Vázquez Figueroa, ese buen escritor canario de novelas llevadas al cine, como Manaos, Tuareg, El Barco...etc., habla de estos problemas en uno de sus últimos libros titulado “Hambre”, y, mentando a la máxima autoridad en la materia: Josué de Castro, menciona que este afirma en su famoso libro Geografía del Hambre que “las consecuencias del hambre aguda sobre ciertas poblaciones indígenas provocaban apatía, indiferencia y falta de ambición. Tal comportamiento estaba considerado por los ignorantes como mera desidia o una especie de melancolía racial, pero al parecer su principal causa era un hambre crónica, ya que la deficiencia en ciertas vitaminas comenzaba por embotar el apetito y cuando el individuo no sufría hambre física había perdido su mayor estímulo: la necesidad de comer”.

    Los amigos, de nuevo, reinician su conversación:
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¡Mira por donde..., escucha mi idea! Dice el sampableño de La Cortapisa.
Dime, dime...
Cuando mis padres y yo, siendo yo muy pequeñito, vivíamos en Almería. Mi padre guardaba cabras por aquel Desierto de Taberna y mi madre se las veía para conseguir leña para hacer la comida diaria. Comida había, pero la leña para el fuego y el agua brillaban por su ausencia. Mi padre solía ir recogiendo la poca leña que encontraba durante su recorrido con las cabras, que también se las veían para encontrar hierbas y ramajes de los que comer. Durante el largo recorrido le era muy penoso llevar la leña a hombros, por lo que ideó el ir amarrando un poco de ella en el lomo de las tres o cuatro cabras más nobles, y éstas se encargaban, al regresar, de transportarlas diariamente hasta la choza ¡Con la calor que allí hacia cualquiera la llevaba a cuestas!
     No obstante sabía que tenía que buscar otra solución para solucionar lo de la leña, pero especialmente por la escasez de agua.

     Durante el día el sol convertía las praderas en un horno y durante la noche el rocío hacía renacer la hierba fresca.
     Un día se inició un pequeño fuego en un pastizal cerca de la choza, que enseguida se apagó por no poderse extender ante la falta de más pasto u otro material inflamable.  Al inspeccionar el posible origen observó como, donde supuestamente se había iniciado, había un trozo de plancha de hierro casi cubierta por las pelusas del pasto quemado; llegó a la conclusión de que al calentarla el sol quemó la hierba seca que casi la cubría y se propagó al resto del forraje.
     Y es aquí donde se le ocurrió la idea y, en la siguiente quincena que se trasladó al pueblo para reponer viandas, compró una bandeja grande de acero inoxidable tipo rectangular y con un taladro le hizo un buen agujero en uno de sus extremos. Aquella tarde colocó la bandeja inclinada sobre una piedra, quedando el agujero encima de una cacerola. A la mañana siguiente, antes de salir con las cabras, la recogió, viendo como su idea era buena para casos extremos: la cacerola tenía casi tres cuartos litro de agua resultante del rocío de la noche anterior, llenó con ella su cantimplora, y ese día se llevó con él la escopeta, como hacía algunas veces que necesitaba carne de caza. Mató una perdiz, la peló y descuartizó, poniendo encima de la bandeja los muslos, las pechugas, las asaduras y el corazón; rociando los trozos con un poco de sal, albahaca bravía y tomillo. Dejó la bandeja al sol y a la hora y media ya estaba todo perfectamente cocinado, no sin antes haberle ido dando la vuelta a la carne para que se asara por ambos lados.
¿Y con qué objeto me cuentas ésto?
Pues muy fácil: si a cada familia necesitada de esos países se les facilitara una bandeja de ese tipo -siendo las peculiaridades climáticas de dichos países  superior en calor diurno y frío nocturno a Almería-, ya tendrían solucionado los dos problemas: el del agua y el del combustible.  Por tanto podrían cocinarlos debidamente, poniendo un recipiente con agua y esos alimentos secos (arroz, harina, maíz, mijo, lentejas, garbanzos, cebada, habas..., o cualquier otro alimento de necesaria cocción con líquido) encima de la bandeja. También serviría como plancha para carnes, verduras etc.
¿Ah!, y contra más bandejas se les manden más podrían tener cada familia y con ello más el utensilio de cocinar y más agua.
Efectivamente.
¡No es mala idea, por Alá!

Y aún siguen cavilando los amigos,  y Alberto Vázquez Figueroa, en como es que la idea no ha dado aún sus frutos.  
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Foto de Unnicef.      

1 comentario:

Anónimo dijo...

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H A M B R E.

No sabe nadie lo que es,
si nunca la ha sentido,
no el hambre del que sabe
que muy pronto va comer
y que quedará saciado
eso, no se llama hambre,
puede que sea, apetito.
Hambre es desnutrición,
la del que hace muchos días
que nada mete a su cuerpo,
que perdió la esperanza
y que solo le quedan huesos
envueltos por una piel
que más que piel es pellejo.
Hambre que,
ni tan siquiera el escritor
argentino, Martín Caparrós
autor del libro ”Hambre”
Libro de estudio,
de ensayo y análisis,
que para documentarse
el África recorrió,
también casi toda Asia
y América, de cabo a rabo
Visitando en profundidad
India, Sudán, Ghana,
Argentina, Chicago.
Mucho supo Caparrós del hambre,
pero nunca como el que
hambre sin esperanza ha pasado.
Hambre yo la definiría
como la falta continuada
de comida, de alimento,
y la falta de esperanza de tenerlo
ni siquiera, a largo tiempo.
¿Por qué hay hambre en el mundo?
Las causas son variadas
Pero todos, todos, todos,
somos un mucho culpables.

Solución, no hay otra
que el reparto del trabajo,
que es el mejor reparto de comida,
que el sol cada día sale para todos
y no solo para unos pocos.
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13.04 16
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Antonio.- El niño del Corchado-