![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuMFNie5EEOzu-p90lJeDw7FSHPWUfFO_dUsAIxoC3GCG0XCNsM8Bb6yfaWfSKvZMlaX0a0hamMcHvrXig_fP-S6LtRePyuYikV0kNc9Y0braGyRP3KAedRR4bu_H5S818r16V/s1600/toros.jpg)
Las patas empezaron a retemblar; arcadas y borbotones de
sangre rosácea manaron por la boca que el albero no conseguía empapar.
Entonces ocurrió lo
increíble. El aprendiz de torero metió su cabeza a un palmo del testuz y comenzó a gritar: ¡muere! ¡muere! ¡muere!.
Puro paroxismo, delirium exacerbado. Los ojos fuera de las órbitas, las venas
del cuello a punto de estallar, sangre salpicando mejillas y traje de
luces:…¡muere! ¡muere! ¡muere!