Hasta tal punto nos hemos acostumbrado al “Misterio de la Encarnación” que apenas advertimos la radical diferencia que separa el Cristianismo, de las demás religiones. A veces, incluso, interpretamos este hecho sorprendente como uno de los enigmas que solo requieren de nuestra parte que los aceptemos como “verdades incomprensibles”. El nacimiento de Jesús en Nazaret y su vida ciudadana en Galilea poseen, sin embargo, unos significados que replantean toda la concepción convencional de las religiones. El hecho de que el Dios de la Encarnación sea también humano, corriente, sencillo y laico, que naciera, creciera y conviviera con la gente normal de su pueblo, determina una manera diferente de vivir las relaciones con Dios y la conexión con los hombres y, más concretamente, una forma peculiar de explicar la espiritualidad porque, en vez de distanciarse, integra las dimensiones culturales, laborales, sociales y políticas.