lunes, 13 de septiembre de 2021

“Somos la levadura, que vivimos en un recipiente llamado tierra”, por Enrique Alonso

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“Somos la levadura, que vivimos en un recipiente llamado tierra”

La levadura es un ser vivo que respira, come, excrementa, se reproduce y a diferencia con otros seres vivos, es culpable de su propia muerte. El ser humano está formado de millones de células con las mismas funciones que la levadura y nuestro final como especie, también nos hace ser idénticos a ella.



Las levaduras, en su planeta o recipiente, si encuentra gran cantidad de glucosa, es su paraíso. Empiezan a comer glucosa, a reproducirse y como todos los seres vivos, excrementan, en su caso, los excrementos son alcohol o ácido láctico. Cuando sus excrementos llegan a tal punto en su planeta o recipiente, provoca que mueran envenenadas por sus propios excrementos (alcohol, ácido láctico). A los seres humanos nos pasará lo mismo.

Los seres humanos en nuestro planeta o recipiente, hace unos millones de años encontramos una gran cantidad de glucosa y nos pusimos a comer, a reproducir y poco a poco empezamos a llenar el recipiente donde vivimos de nuestros excrementos y desperdicios. En todos estos años, hemos pasado de unos miles de seres humanos a miles de millones de seres humanos que cada vez generan más basura en el recipiente que se llama tierra. Cada día, hace que sea más insostenible nuestra existencia.

Si nos pudiéramos comunicar con la levadura y decirle la causa de su muerte ¿Haría algo para remediar su autodestrucción? Si ella supiera su final, lo lógico sería que haría algo para evitarlo. Pero viendo cómo actúa un ser inteligente como el ser humano en sus mismas circunstancias, creo que tampoco haría algo para evitar el sino que tiene destinado.

Los seres humanos somos conscientes y conocedores del daño que hacemos en nuestro recipiente llamado tierra, y sabemos a dónde nos llevará nuestras acciones, pero no hacemos nada para controlar la destrucción de nuestro entorno que al final es nuestra propia autodestrucción.

Los humanos se han convertido en un destructor de la fuente natural de su propia vida. Destruye su hábitat con verdadera saña, como si odiara la bellísima morada en que vive, y a las criaturas que le acompañan y viven con él. Acaban con las plantas que son sus alimentos y medicina, sin el menor pudor, sin la más mínima consideración. Tanto es el afán destructor del hombre, que no le importa destruir su pasado histórico, los patrimonios de la humanidad, si a cambio gana algún euro. Jimena tiene una gran riqueza del patrimonio de la humanidad, que desaparecerá con las placas.

Los dueños de las tierras, comisionistas y políticos del tres al cuatro, ven el crecimiento económico como sinónimo de progreso, pero sin embargo están acentuando la destrucción de la naturaleza que genera aún más pobreza. Los que sustituyen campiñas por campos de placas, verán el final de sus días como la levadura, cuando todos los recursos naturales se agoten y tengan que comer cristales.

No todos somos depredadores, en realidad los depredadores son los terratenientes, los grandes empresarios, los comisionistas, los políticos que tienen el poder en las manos, a ellos hay que señalarlos de la destrucción ambiental, por su complicidad y por no aplicar una política en defensa de la campiña de Jimena. El hombre sencillo defiende a la naturaleza de los poderosos que contaminan nuestras campiñas, en la mayoría de los casos, no es escuchado por las autoridades de turno que tienen las atribuciones de sancionar los desmanes causados por los depredadores de la naturaleza y prefieren escuchar a los dueños de los euros.

Estos dueños del dinero y personas insensibles también verán el final de sus días, cuando todos los recursos naturales se agoten. Sigamos los principios de la sabiduría ancestral de nuestros antepasados que respetaban a la naturaleza y la trataban con mucho cuidado el hábitat donde vivían, dándole un trato divino. Nuestros antepasados consideraban al recipiente donde vivían como una diosa, “la diosa de la tierra, de la fecundidad, de la vida”. Nosotros, gracias al progreso, la consideramos como el cubo de la basura.

El progreso no puede ser un acelerador de nuestro destino ¡Por favor! No seamos levadura, no contaminemos nuestra campiña, no seamos como el fuego de Sierra Bermeja, que necesita arrasar 7.400 hectáreas para seguir existiendo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Además de maquinista, eres un máquina.

CARMEN NAVARRO dijo...

Si no se pudiera hacer nada por cambiar la situación, o sea la destrucción de nuestro mundo, o mejor dicho del ser humano que es más probable, si no se pudiera hacer nada , como digo, sería porque es un proceso natural muy probablemente ,como el de la levadura y entonces los ricos, terratenientes, etc.. siendo justos o rigurosos ,tampoco tendrian la culpa sino que serían un instrumento más de ese proceso natural. Y si sí que se pudiera hacer algo tal vez todos podríamos , aunque los resultados no los veamos a corto plazo necesariamente , lo que no sé si el planeta o nuestra especie aguantarán ese tiempo.

E. Alonso dijo...

Estimada Carmen, que alegría de poder saludar alguien con una cara, uno no está acostumbrado a ello y me resulta raro.

Tienes toda la razón, pero en contaminar, el tamaño si importa. La cagada de un elefante contamina más que la de un ratón. Eso mismo ocurre con las cuentas bancarias, cuanta más gordas sean más contaminan, solo hace falta mirar los cubos de basura ¿Cuál de los dos está más lleno? Pero no importa quien contamine más o menos, lo seguro que tanto el rico como el pobre, cuando llenemos nuestro recipiente de excrementos y basura, los dos irán al carajo.